Juan Manuel Santos e Ingrid Betancourt, dos políticos que desde diferentes escenarios se vieron inmersos en el conflicto armado, especialmente con la guerrilla de las Farc, hablan con Juan Carlos Torres, quien dirige la conversación que quedó plasmada como una historia en el nuevo libro “Una conversación pendiente”.
En el texto recuerdan la Operación Jaque, que se ejecutó mientras Juan Manuel Santos era ministro de Defensa en el 2008 y permitió dar fin, sin disparar una sola bala, a los seis años, cuatro meses y nueve días del secuestro de Ingrid Betancourt a manos de las Farc. También plantean su posición frente al magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado, poco después del ingreso oficial de ambos a la política, que ahora se ha atribuido esa misma guerrilla. Esos fueron los apartes de 544 páginas que revelaron El Tiempo y El Espectador.
Sobre la muerte violenta del líder conservador Gómez Hurtado el 2 de noviembre de 1995 en Bogotá, los dos se inclinan por versiones diferentes. Las investigaciones apuntaron en un inicio a un crimen de Estado por un supuesto plan de golpe de Estado en contra de Ernesto Samper, que el fallecido político habría rechazado y lo mataron para ocultarlo; otra hipótesis señala al entonces presidente de haber planeado el crimen para quitarse de encima a su más férreo contradictor y la última es la confesión de Julián Gallo, comandante del frente Antonio Nariño de las Farc, que reconoció haber dado la orden de asesinarlo.
Betancourt, quien se alejó de la política tras recobrar su libertad, cree que el magnicidio fue un crimen de Estado y no de las Farc. Aunque no tiene pruebas, sopesa quién se beneficiaba con la muerte de Álvaro Gómez y todo conduce a Samper.
“A mí me pareció por muchos años –y esto es puramente especulativo– que el crimen pudo ser obra del cartel de Cali, que le estaba haciendo el mandado a Samper. Aunque puedo estar equivocada”, dice el aparte publicado por El Tiempo.
Descarta la versión del complot para un golpe de Estado porque nunca se dio. Sobre la versión de las Farc cree que lo habrían adjudicado porque era una victoria militar y Manuel Marulanda no era “solapado”. En cambio, considera que la oposición a Samper se silenció tras el crimen y él pudo terminar su mandato, pese a los cuestionamientos por el dinero en su campaña del Cartel de Cali.
El expresidente Santos, por su parte, como líder de los acuerdos de La Habana que permitió a Lozada entregar su versión en la vida civil, le da un voto de confianza a los excombatientes. Dice que el anuncio lo toó por sorpresa, pero revisó con cuidado las versiones y pueden ser verdad.
“Tiene toda la lógica desde su perspectiva revolucionaria que un viejo zorro como Manuel Marulanda hubiera decidido guardarse ese secreto al ver cómo el establecimiento al que combatían se daba cuchillo sin misericordia –y se sigue dando– alrededor del tema, echándose culpas unos a otros”, dice en el libro el exmandatario.
La Operación Jaque
El 2 de julio de 2008 Ingrid Betancourt fue liberada junto a 14 personas más, tres soldados estadounidenses y 11 miembros de la Fuerza Pública, en un engaño a las Farc. A su llegada a CATAM, el entonces ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, fue quien los recibió.
Dos días después, en rueda de prensa, Santos desmintió la versión que para entonces ya se había creado de un supuesto pago de recompensas a alias César y Gafas, los custodios de los secuestrados y quienes fueron capturados en la operación. Políticos y dos emisarios franceses que habían intentado facilitar un acuerdo humanitario afirmaban que fue una entrega disfrazada de estrategia militar.
En el libro, Santos asegura que los emisarios europeos para una liberación negociada Noël Saez y Jean-Pierre Gontard creían la versión de un montaje porque quedaron molestos tras la operación. Según el exmandatario, una visita de ellos para reunirse con Alfonso Cano en ese propósito coincidió con el engaño de una misión humanitaria para los secuestrados, que terminó por ganarse la confianza de los guerrilleros para que no hubiera un enfrentamiento.
“¿Qué clase de negociación sería entregar unos secuestrados, que eran la joya de la corona para las Farc, a cambio de pasar décadas en la cárcel y envejecer en ella, como le pasará a César? La mejor prueba de la veracidad de la Operación Jaque son las condenas de los dos comandantes guerrilleros que cayeron en la trampa que se les tendió”, aseguró Santos en el aparte publicado por El Espectador.
Betancourt, por su parte, asegura que no pudo haber una traición de Gafas y César a las Farc porque el cerco guerrillero era de más de 300 hombres que habrían frustrado ese propósito. “En mis años conviviendo con la guerrilla me di cuenta de que, en momentos de confrontación, los segundos o terceros al mando tenían la capacidad de tomar la iniciativa. Si hubiera habido cualquier sospecha, los bajan a todos, incluidos César y Gafas”, señaló.
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