El 22 de abril de abril de 1999 un indigente escuchó los gritos de un niño cerca de una finca del departamento del Meta. Allí encontró una escena escabrosa: un pequeño estaba atado de pies y manos, desnudo y a punto de ser abusado por Luis Alfredo Garavito.
El menor se salvó de ser abusado, pero al menos 172 menores de edad en Colombia, entre 1992 y 1999 fueron victimas mortales y de abuso de Garavito. El violador fue capturado gracias al rápido actuar de las autoridades y luego de varias horas, confesó sus crímenes.
La justicia colombiana lo condenó a 40 años de prisión, pena que cumple en la cárcel de máxima seguridad de ‘La Tramacúa’, en Valledupar, donde intentó quitarse la vida en 2006. Sin embargo, en 2020 el violador en serie fue diagnosticado con leucemia y por unos días estuvo internado en el Hospital Rosario Pumarejo de López, en Valledupar.
Luego de varias recaídas, tuvo que ser trasladado a la Unidad de Sanidad de la cárcel de máxima seguridad La Tramacúa, donde pagaba su condena, hasta el pasado viernes 9 de julio, que fue dado de alta tras más de seis meses en la unidad.
“El viernes (9 de julio de 2021) lo revisaron, le dieron el alta médica. Pasó del área de sanidad al pabellón de alta seguridad, por mejoría en su condición de salud”, reveló una fuente del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec) al diario El Espectador.
En ese orden, el violador volvió hace algunos días al pabellón del horror de La Tramacúa, un temido espacio ubicado en la parte posterior de la cárcel, que tiene dos pasillos y 20 celdas donde conviven los asesinos y violadores más repudiados de Colombia como Rafael Uribe Noguera, por el caso de Yuliana Samboní, y Manuel Octavio Bermúdez, más conocido como “el Monstruo de los Cañaduzales”.
Garavito seguirá compartiendo pabellón con Javier Velasco Valenzuela, condenado a 48 años de prisión por la tortura y asesinato de Rosa Elvira Cely.
La investigación de los crímenes
En junio de 1999 se creó un grupo interdisciplinar de la Fiscalía, junto a miembros de extinto DAS, Sijín y el psiquiatra de Medicina Legal, seccional Cali, Óscar Armando Díaz Beltrán, quienes evaluaron los distintos casos que se estaban investigando en ese entonces en otras regiones de Colombia.
Para eso miraron los análisis realizados por el morfólogo de Buga, Carlos Hernán Herrera Jaramillo, principal promotor de la investigación del fenómeno, y la presentación del fiscal Fernando Aya de Villavicencio sobre el caso Morera Lizcano. Con estos datos pudieron determinar en qué crímenes estaba involucrado Garavito.
El 28 de octubre, la fiscal Lily Naranjo, y el investigador Aldemar Durán hablaron con Garavito por más de nueve horas. En esa charla, Garavito confesó: el homicidio de un menor en Santa Barbara, Palmira, Valle del Cauca; el asesinato y violación de tres niños en Génova, el caso de desaparición de un niño en Tunja; y otro crimen en Villavicencio.
Luego de terminar la indagatoria, el CTI, en trabajo conjunto de la sección de psiquiatría de Medicina Legal, establecieron la realidad probatoria que certificó el esclarecimiento de los crímenes. En los siguientes meses, Garavito habló de más homicidios y violaciones, además de indicar los lugares donde había cuerpos enterrados.
SEGUIR LEYENDO: