“El hogar mío se hace en las memorias, en las personas, no hay un lugar donde yo diga ‘este es mi hogar’, no lo tengo”. Así empieza mi diálogo con la artista colombo-estadounidense Paola de la Calle, quien desde su casa actual, en San Francisco, California, conversa conmigo sobre su recorrido artístico, sus memorias profundas en la Medellín de los 90 y su trabajo en ‘Caravana por los niños’, proyecto que además de darle un vuelco a su vida, generó reflexiones en torno a los niños migrantes que llegan a Estados Unidos y permanecen en centros de reclusión sin ningún tipo de contacto su familia.
Aunque la historia de Paola no está llena de pasos ilegales por la frontera, horas de sueño en el piso y largas jornadas de trabajo mal remunerado, sí está compuesta de recuerdos en las casas lujosas que limpiaban sus padres cuando llegaron al país norteamericano, y viajes de ida y vuelta entre Colombia y Boston con la nostalgia de los ires y venires en búsqueda de un solo lugar donde estar.
De la Calle nació en Boston, Massachusets, al noreste del país. “Yo crecí siempre con una conexión a Colombia. Nosotros tenemos muchas fotos de mis hermanas y yo desde chiquitas hablando por teléfono con los abuelitos, las tías, los tíos, los primos”, expresa Paola con un acento que fusiona lo paisa con lo gringo.
Ella y su hermana tenían papeles para viajar entre los dos países, y se siente agradecida de pasar los veranos en tierras colombianas pues el tiempo con la familia nativa es algo de lo que carecen la mayoría de migrantes.
Despertó su llama creativa desde pequeña viendo a sus tías mover las manos para coser, hacer manualidades, muñequitos navideños, centros de mesa, vestidos y disfraces. Después del high school empezó a estudiar sociología, pero el arte siempre se colaba en las clases y en su deseo de expresar sus sentimientos más profundos a través de los dedos.
Estuvo un semestre en Madrid y este viaje, asegura Paola, la hizo tomar el arte “mucho más en serio”
“Yendo al Museo del Prado, a la Reina Sofía, viendo estas obras de arte que yo había estudiado me motivó, y cuando regresé a Estados Unidos decidí que iba a tomar esto más en serio y me inscribí en una clase de grabado”. La puerta ya estaba abierta, así que entrecruzó ambas áreas para canalizar sus memorias como migrante y empezar el proceso de creación.
Además de ‘Caravana por los niños’, Paola también ha trabajado en diferentes proyectos sociales que vinculan la migración, la memoria y el hogar pero lo ha hecho siempre enfocada hacia el futuro, hacia esas visiones que existen en medio de la incertidumbre y superando ante todo las experiencias del pasado.
Le gusta ver documentales y películas independientes. De niña pensó en tener una panadería y está convencida de que si no hubiera sido artista se hubiese dedicado a amasar, hornear y saborear. Disfruta hacer pasteles, pandebonos, pan de queso y esas delicias que saben a Colombia.
“Ser artista para mí es poder expresar lo que a veces no se puede. Es encontrar la belleza en el mundo, poder encontrar mis fracturas y revelarlas, crear imágenes que son reflexiones de donde estamos pero también de donde podemos estar en un futuro”, expresa con emoción.
Es amante de la música, por eso cuando trabaja no le pueden faltar canciones como ‘El preso’, de Fruko y Sus Tesos, o ritmos del Joe Arroyo y del Grupo Niche.
Normalmente trabaja durante el día y aunque puede terminar una obra en la oscuridad, necesita la luz para iniciar. Siempre está escuchando cumbias o salsas, pues el movimiento es muy importante en su vida. “Mientras trabajo en obras grandes y me tengo que mover disfruto el espacio en el estudio”.
En diálogo con Infobae Colombia, Paola compartió sus procesos personales de creación, sus referentes artísticos y todo el trabajo en torno a ‘Caravana por los Niños’, una campaña que ha recorrido algunas ciudades de Estados Unidos y pretende alzar la voz para que los niños migrantes reciban un trato digno, pero sobre todo se pueda dar una correcta reunificación de los menores.
Infobae Colombia: En entrevista con Vogue México cuenta que “creció en un lugar rodeada de muchas mujeres muy fuertes y todas ellas tuvieron algún tipo de proceso creativo”, ¿Cuáles son esas mujeres que recuerda y cómo influenció lo que vio en ellas en lo que hace como artista?
Paola de la Calle: Principalmente, mi tía Tata, que se llama Cristina pero le decimos así de cariño y mi tía Socorro. La primera vive acá en Estados Unidos y la otra en Apartadó. Cuando yo iba a Colombia siempre estaba haciendo manualidades de todo tipo. Ella hacía unos muñequitos de plastilina que vendía y hacían manualidades.
Mi tía Tata trabajó en la factoría de Coach. Ella se especializaba en coser en la máquina y entonces hacía disfraces, vestidos y en realidad yo veo eso muy conectado al arte que estoy haciendo en este momento porque Tata fue la que me enseñó cómo arreglar la máquina para empezar a coser me enseñó sobre las telas.
¿Qué otros referentes artísticos han definido su carrera?
Yo creo que me ha influenciado por muchas cosas, pero primero que todo el libro La casa en la calle mango de Sandra Cisneros. Yo lo he leído como 25 veces en mi vida, leo pedacitos y allí fue la primera vez que vi un personaje en el cual me veía representada.
El libro habla del hogar y apela un poco a la nostalgia cada vez que lo aprendo algo nuevo. Habla desde los ojos de una niña chiquita, pero habla sobre problemas y cosas muy adultas y creo que en mi arte yo a veces empiezo pensando en la niñez para crear mis obras.
Cuando uno recorre algunas de las obras que has hecho se encuentra con detalles particulares en tus collages: frutas como el plátano; la bandeja paisa; sillas Rimax; imágenes religiosas. ¿Qué representan para ti esos objetos y por qué ves importantes poner estos elementos en tus creaciones?
Para mí el arte es como abrirme a la mitad y ver quién soy yo, entonces todo lo que yo he vivido influye, los objetos que yo decido poner en el arte, pero también yo creo que esos objetos son símbolos para otras cosas.
Por ejemplo, las sillas representan las reuniones que uno tiene en la familia, todos sentados en las Rimax hablando, la gente bailando en el centro, comiendo y los procesos que uno tiene cuando se está comunidad con otra gente.
Los plátanos y los bananos vienen porque yo desde ya casi siete y ocho años he estado investigando la relación de los Estados Unidos con Colombia y específicamente con United Fruit Company o Chiquitas Brandas y viendo cómo el país donde yo nací ha destruido tanto el país de donde vienen mis papás. Viendo las formas en que la colonización continúa.
Investigar la comida y las conexiones que tenemos entre ella me parece interesante. Acá yo me como un Bon Bon Bum y los puertorriqueños saben qué es eso, los nicaragüenses igual, aunque esto es algo que yo pienso que es colombiano. Es investigar la identidad entre la comida y la manera en cómo eso informa.
¿Qué es lo que la motiva a combinar estos símbolos tan latinos en sus creaciones?
Cuando estuve en Madrid viendo esas obras me di cuenta que yo no estaba representada, mi familia y mi gente no se reflejaba en ellas y como artista contemporánea empecé a pensar cómo puedo entrar a ese diálogo e introducir unas imágenes nuevas, que sean más relacionables, que no sean de alta sociedad sino del pueblo, comunes.
Para mí el arte debe de ser para toda la gente, todo el mundo debe tener un punto de acceso. Sería muy triste no poder tener esa conversación en mis obras, que sea inaccesible. Al no verme representada, quería crear algo en donde además otros colombianos y latinos se vieran reflejados.
No creo que yo pueda representar a todo el mundo, obviamente, pero creo que hay algo muy importante sobre poder tomar tus cosas personales y conectarlo con otras personas.
¿Cómo empieza a ser parte de ‘Caravana por los niños’?
Inicialmente me llamó Olga Talamante, quien es una activista que vio la oportunidad de poder hacer algo con el problema de los niños en la frontera. Ella empezó con diferentes organizaciones en San Francisco a hacer un comité que agrupara a artistas y otras personas para entender el problema de la migración y del trato que les damos cuando cruzan la frontera.
Acá en San Francisco hay muchos artistas que trabajan con temas políticos y de injusticias, entonces yo me he ido integrando a esas comunidades, así que nos encontramos en shows, exposiciones y somos amigos. Gracias a estas relaciones y a los temas de migración que hablo en mi trabajo fue que pude hacer parte del proyecto.
¿Cómo empieza su proyecto creativo para producir los relatos y crear lo que iba a estar en las creaciones?
Para mí desde el inicio fue importante que yo no fuera la única voz del arte, especialmente porque yo no soy inmigrante, no tuve la misma experiencia que los niños han tenido en los centros de detención, así que yo quería tener otras voces, especialmente de centro América, de varias edades, razas y con mucha diversidad.
Como la poesía siempre ha sido algo muy importante en lo que hago pensé que esta era la oportunidad de hablar y estar en colaboración con otros poetas migrantes, así que empezamos con una llamada literaria que propusimos por redes sociales y muchos escritores poetas nos enviaron sus propuestas. Elegimos 10 poemas y estos relatos los pusimos sobre unas cobijas o colchas grandes.
El llamado de los poetas era para que enviaran poemas que ellos habían escrito que fueran sobre la resistencia, la sanación, la migración, la felicidad. Sin embargo, para mí también era relevante que pudiéramos poner las voces de los niños que estaban en la frontera detenidos.
Nosotros normalmente vemos fotos de ellos, oímos hablar de ellos por abogados, noticieros, pero nunca son ellos los que están hablando, entonces mientras yo estaba haciendo las imágenes empecé a pensar en una forma digna de mostrarlos sin ponerle las caras.
Así que encontré unos dibujos de algunos niños habían hecho estando en los centros de detención, y estos los puse también en las cobijas.
Yo no quería enfocarnos en historias de drama, trauma y violencia sobre el cruce de frontera, esas son cosas que se saben y hemos aprendido lo que viven ellos, así que para mí como artista era importante tener visiones sobre el futuro, poder imaginar cómo es la libertad para estas personas, cómo sería volverse a reunir con su familia, queríamos enfocarnos en el futuro.
Algo que llama la atención del proyecto es el elemento de la colcha como lienzo para ubicar los poemas. Sin duda este es un elemento simbólico dentro del acto de migrar, ¿por qué fue importante usar esto?
Cuando estaba imaginando cuál sería el proyecto hice mucha investigación y vi muchas fotos de los niños con esas cobijas metálicas, y pensé que si estábamos haciendo un proyecto sobre imaginar un futuro, cómo sería poner estas cobijas al rededor de ellos.
Esos papeles metálicos son un símbolo de la migración y también del maltrato de ellos en los centros de represión. Quería usar esto como símbolo de resistencia más que de dolor.
¿Cómo fue la producción de las colchas?
Yo diseñé todas las cobija en digital y sacamos 9 secciones (cobijas). Todo fue impreso y algunos poemas se bordaron.
También tuvimos un grupo de costureras que nos ayudó a tener todas las secciones juntas, y después otro grupo de mujeres que usaron una máquinas gigantes de coser (conocidas como longarm). En total, fue un grupo grande de personas de la comunidad que ayudaron para la elaboración de estos elementos.
Como la intención de la campaña es poder liberar a los niños de los centros de detención, la ‘Caravana por los niños’ ha estado presente en protestas y manifestaciones en San Diego, San Francisco y Washington. Buscamos alzar la voz para que los niños y niñas reciban un trato digno, pero sobre todo se pueda dar una correcta reunificación de los menores.
¿Por qué es importante apelar al futuro en su trabajo como artista?
Yo pienso que el pasado informa, luego investigas, superas y desarrollas un entendimiento sobre lo que te pasó. Esto te lleva a estar mejor preparada para decidir, visionar o imaginar un futuro y poder tomar los pasos para crearlo. Yo pienso que nosotros creamos nuestro futuro, por eso siempre aunque recuerdo mi pasado y veo que hay cosas que se repiten, me interesa pensar qué puedo dejar. Qué puedo imaginar que no tenía en el pasado para tener un futuro mejor.
Yo vivo en una perpetua nostalgia del pasado, siempre tengo nostalgia, pero no creo que hayan cosas escritas o predeterminadas, yo siento que uno vive la vida y tiene momentos y memorias. No hay una sola manera de vivirla, solo la vives.
Aquí un breve fragmento del proceso de elaboración de las colchas de ‘Caravana por los niños’:
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