Las cenizas de casi mil víctimas del covid-19 son esparcidas en una colina de la Reserva Natural El Pajonal de Cogua, a 70 kilómetros de Bogotá, donde han sido sembrados en su memoria 3.000 árboles que dan vida al Páramo de Guerrero. Esta iniciativa de reparar uno de las reservas naturales más destruidas del país comenzó hace 5 años y usarlo para liberar las cenizas de las victimas de covid comenzó hace más o menos seis meses atrás.
El Páramo de Guerrero, es un recurso vital del embalse del Neusa, que abastece de agua a la sabana y el norte de Bogotá. Pese a que la despedida de muertos por covid comenzó hace unos meses, esta practica la han llevado acabo miles de familias desde 2015 que se volvió una alternativa para despedir a sus seres queridos al tiempo que rehabilitan el ecosistema, devastado por la explotación desenfrenada del suelo.
La reserva que esta ubicada a 3.400 metros sobre el nivel del mar se ha convertido en un espacio para que muchos colombianos para llevar el duelo fuera de los estándares tradicionales de funeraria, iglesias y ceremonias.
De acuerdo con la pagina de Colombia Reserva todo comenzó ya que “Llevar a cabo un proceso de restauración es complejo y costoso, por lo que en la busqueda de obtener recursos propios permanentes que aseguren la continuidad de la labor de restauración hemos implementado el programa de Bonos Exequiales “Renacer”, mediante el cual se siembra un árbol nativo a nombre de un ser querido fallecido”.
Un ejemplo es el caso de Carlos Eduardo Gutiérrez que sembró, junto a cuatro árboles, las cenizas de su esposa María Emilse Rodríguez, fallecida a los 64 años el pasado 20 de mayo por covid-19 con la ayuda de sus dos nietos gemelos.
“En homenaje de mi amada esposa que falleció por covid (…) me pareció excelente y fabuloso venir a dejar las cenizas en un espacio libre y creo que va a estar en paz”, dijo Gutiérrez a la agencia Efe después de afirmar con una sonrisa que “nunca había visto una tierra tan hermosa” como en la que acaba de esparcir los restos de María Emilse.
Carlos y su esposo contrajeron el virus al tiempo, los dos de la misma edad lucharon con la enfermedad pero María Emilse empeoró y tuvo que ser ingresada a una Unidad de cuidados Intensivos donde finalmente perdió la batalla y murió.
“Duramos un mes y cuatro días con las cenizas en el apartamento, y con la ansiedad de venir a dejarlas en un espacio libre, hermoso y sembrando vida para el bien de todos”, confesó Gutiérrez mientras contaba la historia de la muerte de su esposa.
Gracias ha esta labor que lleva 6 años y que se ha convertido en una forma frecuente de despedir a seres queridos en la actualidad la reserva tiene unos 6.700 árboles, todos ellos marcados con placas blancas como forma de honran la memoria de los muertos.
“(La reserva) se convirtió en algo especial para las familias, como un punto de liberación donde (…) cierran ciclos de duelo, recargan energía nuevamente y es algo especial para ellos porque están generando vida”, explicó Jaime Ballesteros, director de promoción de la ONG Colombia Reserva de Vida y agregó que “aquí pueden (…) llevar a buen término todo ese proceso duro que han tenido con la enfermedad”.
Además de que al tiempo que las personas hacen su duelo, en términos ambientales estos árboles “representan fijación de CO2, creación de agua y oxígeno por la destrucción tan tenaz que ha tenido el páramo”.
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