Alí Humar: así se forjó la leyenda del teatro y la televisión colombiana

Tras la muerte del reconocido actor y director, se recuerda el legado que dejó y las obras que perdurarán en el tiempo.

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Imagen cortesía de Caracol Televisión
Imagen cortesía de Caracol Televisión

Fueron 61 años dedicados al teatro y otros 52 a la televisión, los que hicieron de Alí Humar una de las más legendarias figuras de la ‘pantalla chica’ en Colombia, pues aunque no tomó la decisión de estudiar sobre el tema ni llegó movido por el deseo, las circunstancias así forjaron su destino.

Su padre, un hombre de origen libanés llamado Yusef Omar Musatafá, llegó a Colombia hacia la década de los años veinte tras finalizar la Primera Guerra Mundial que generó un éxodo de libaneses, jordanos, palestinos y sirios, quienes huyeron hacia América en búsqueda de nuevas oportunidades.

En medio de esta lucha por una estabilidad económica, Yusef Omar viajó de Barranquilla a Bogotá, en donde probó suerte al montar un almacén que se ubicó en el sector de Las Nieves, justo el sitio en el que escuchó alguna vez hablar de Mesitas del Colegio, un municipio cundinamarqués al cual decidió ir para ampliar sus oportunidades de negocio.

Sin pensarlo, fue allí que conoció a Solita, la madre de Alí y sus otros ocho hijos, con quienes vivió durante varios años en este lugar hasta que decidieron regresar a la capital colombiana.

“Nos instalamos en el barrio San Diego, junto a la Plaza de Toros. No teníamos lujos, pero tampoco necesidades, pero mi mamá, a escondidas, buscaba conseguir unos pesos de más que ayudaran a la casa, entonces nos mandaba a vender empanadas al Parque de la Independencia. Seguramente por ser yo el más chiquito le resultaba simpático a la gente, entonces las vendía rapidísimo, lo que enfurecía a mis hermanas que me rasgaban la camisa para que pidiera limosna”, contó Alí Humar en una entrevista con la periodista Isabel López Giraldo, de la cual dejó evidencia a través de una publicación en su portal ‘Memorias conversadas - Historias de vida’.

Tras su llegada a Bogotá, los tiempos cambiaron y la suerte comenzó a sonreírle a la familia del fallecido actor y director de televisión que, para el momento, era tan solo un joven adolescente que exploraba, entre muchas posibilidades, sus pasiones en la vida.

Aunque no era del gusto de su padre, pues solo pensaba para sus hijos (varones) en profesiones que pudieran volverlos ricos, Alí Humar hizo sus primeros acercamientos al mundo del teatro gracias a una de sus hermanas, quien se encontraba tomando un curso con el dramaturgo Fausto Cabrera, al cual tenía que acompañarla.

De hecho, fue un día de tantos en los que veía practicar a su hermana cuando, por sorpresa, Cabrera le solicitó a Humar leer parte del diálogo que le correspondía a un actor que había faltado al ensayo y fue tan buena su interpretación que se quedó con el papel.

Sin embargo, la crisis volvió a tocar a las puertas de la familia y tuvieron que mudarse a Guatemala, donde Alí Humar vivió uno de los episodios más fuertes de su carrera como actor, pues luego de haberse vinculado en secreto a un grupo teatral, tomó la decisión de invitar a su padre para que fuera espectador en una de sus presentaciones y se sorprendiera el talento que tenía el hijo menor de la familia. Pero no fue así y, contrario a lo que esperaba, Yusef Omar asistió al evento para gritarle y ridiculizarlo en frente del público.

“Cuando estábamos presentándonos, mi papá comenzó a gritar: ‘Bájese de ahí, no haga payasadas, bájese, camine para la casa que ahora van a decir que usted es un asesino’ (porque yo representaba a Caín). De ahí en adelante la condición para que yo participara de alguna obra era que mi papá no asistiera al teatro”, recordó Humar en su entrevista.

Después de varias décadas llegó a la televisión como por accidente, pues fue su amigo Jorge Ospina quien lo puso a trabajar en Caracol Radio tras su regreso al país. Allí, interpretó a innumerables personajes de radionovelas que gozaban de gran popularidad entre los escuchas, lo cual abrió finalmente la posibilidad para que el guionista Bernardo Romero Pereiro le diera un espacio en una de las producciones televisivas que dirigía en el momento, siendo este su debut en la ‘pantalla chica’.

Desde entonces las puertas de la televisión colombiana se abrieron ‘de par en par’ para Alí Humar.

“Luego dirigí una producción de RTI, trabajé en Caracol Televisión y en algún momento comencé una novela tan mala que, aunque grababa los lunes, desde el sábado me comenzaba el dolor de estómago. Pensé que el trabajo no se le podía volver a uno eso por lo que decidí no volver”, agregó al mencionado medio.

Su debut como director tampoco fue planeado, puesto que todo sucedió cuando lo llamaron de una producción nueva que se realizaba sobre esmeraldas y, al no aceptar el papel porque había decidido no actuar más, terminó siendo el encargado de toda la dirección del proyecto.

“Fui a la reunión de actores a decir que no aceptaba porque ya había tomado la decisión de no seguir trabajando como actor. De pronto se escuchó una gritería, salió el director tirando la puerta y Juan Manuel Camargo, que era el gerente, me pidió que subiera a su oficina, me dijo que lo sacara de ese lío y que asumiera como director. No me fue mal, la serie gustó, alguien de Caracol lo vio y me llamó a dirigir otro proyecto. Más adelante en RTI me dieron el espacio estrella, los martes en la noche, donde hice Los Cuervos, El Ángel de Piedra y otros muchos más, concluyó Alí Humar en su conversación con la periodista y escritora Isabel López Giraldo.

La llegada a ‘Sábados felices’ se dio en el 2000, luego de los problemas que tuvo Jota Mario con Caracol Televisión, por lo que Paulo Laserna (presidente del canal en ese entonces) le solicitó al experimentado actor y director encargarse del programa de humor más popular de la televisión nacional, en el cual se desempeñó como líder durante 19 años.

Alí Humar dirigiendo 'Sábados Felices'. Foto: Colprensa.
Alí Humar dirigiendo 'Sábados Felices'. Foto: Colprensa.

Finalmente, Alí Humar falleció este 29 de junio a la edad de 76 años como consecuencia de un paro cardiorespiratorio y aunque sus días en vida terminaron, su legado permanecerá para la eternidad.

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