El comandante de la Policía del Valle del Cauca, coronel Jorge Urquijo Sandoval, aseguró este martes que detrás del crimen del joven Santiago Ochoa, quien fue decapitado el sábado pasado en Tuluá, se encontrarían bandas de microtráfico, sin embargo, su familia rechaza esta versión.
Así lo aseguró el comandante de Policía de este departamento al suroccidente del país en una entrevista con Blu Radio, al que negó que este crimen esté relacionado con las manifestaciones sociales del paro nacional que cumple 56 días en el país.
“La única autoridad que se debe pronunciar con conclusiones contundentes es la Fiscalía, estamos apoyando las investigaciones. La hipótesis que estamos manejando es que se pudo tratar de un crimen de delincuencia común, sobre tráfico de estupefacientes”, aseguró el coronel al medio radial.
A su vez, Urquijo Sandoval señaló que existe evidencia, como grabaciones y testimonios, que apuntarían a que el joven de 23 años fue víctima de las “actividades delincuenciales relacionadas con el tráfico de estupefacientes” y no tienen nada que ver con las protestas sociales que han tenido una gran repercusión en el Valle del Cauca.
En ese sentido, indicó a Blu Radio que se están adelantando las investigaciones con las que se busca dar con paradero de los responsables de este atroz asesinato, de las que mencionó ya hay algunas personas identificadas, entre ellos, la banda de ‘Los Viejos’, que según el coronel estarían detrás del crimen.
Por su parte, la Policía del Valle del Cauca negó que miembros del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) participaran de la captura de Santiago Ochoa y su conducción, argumentando que este escuadrón no realiza procedimientos hace algunos días en este municipio aledaño a Cali.
“La Policía Nacional ha dispuesto todas las capacidades institucionales para establecer los móviles y autores de este demencial acto de violencia ocurrido en zona rural del corregimiento de Agua Clara del municipio de Tuluá”, expresa la institución en un comunicado.
A su vez, indicaron que un equipo especializado de inteligencia e investigación se encuentra recolectando información junto a miembros de la Fiscalía con la intención de encontrar los responsables, y el Instituto Nacional de Medicina Legal adelanta labores que permitan la identificación plena de el cuerpo.
“La Policía ofrece una recompensa de 100 millones de pesos por información que permita dar con el paradero de los responsables de este crimen. Por tal motivo, se habilita la línea de denuncia de la SIJIN del departamento”, concluyó la institución.
Por su parte, Marta Lucía Ochoa, tía del joven, negó que Santiago Ochoa tuviera relación con la ‘Primera Línea’ y con actividades relacionadas con el microtráfico, resaltando que él trabajaba en una ferretería junto a su padre y hacía domicilios.
El crimen del joven decapitado en Tuluá que recuerda la oscura época del paramilitarismo
Algunas manifestaciones de violencia que se han presentado las últimas semanas en Colombia, en el marco de las movilizaciones del paro nacional que comenzó el 28 de abril, han hecho recordar una de las épocas más dolorosas del país, cuya verdad aún no acaba de esclarecerse: la del paramilitarismo.
El pasado 1 de junio, videos compartidos en redes evidenciaron cómo civiles armados, frente a uniformados de la Policía que nada hicieron para impedirlo, dispararon contra manifestantes en Cali. Lo mismo ocurrió a comienzos de mayo, cuando integrantes de la minga indígena, que buscaron unirse a las jornadas de protesta en la capital del Valle, fueron recibidos a tiros por algunos ciudadanos, ante los ojos algunos miembros de la fuerza pública.
Ambos hechos, en su momento, fueron relacionados con lo que ocurría a finales de los años 90 y comienzos de los 2000, época en la que, con complicidad de la fuerza pública, grupos paramilitares atentaban contra la ciudadanía.
Este 21 de junio, de nuevo, fue denunciado un acto de violencia que hace recordar al paramilitarismo. La cabeza de Santiago Ochoa, un joven de 23 años de edad residente en Tuluá (Valle del Cauca), fue hallada en el interior de una bolsa plástica. Decapitar, bien se sabe, era una práctica de los grupos paramilitares, no en vano que algunos de ellos se autodenominaran los ‘Mochacabezas’. Duele rememorar, entre otras, la masacre de El Salado (Bolívar) en 2000, en la que miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) jugaron fútbol con las cabezas de quienes asesinaron.
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