En una de las paredes de su casa en México, país en el que vivía Gabriel García Márquez, reposaba una pintura del artista español Alejandro Obregón: un autorretrato que, como lo describió Gabo, fue el único cuadro ‘terminado a bala’.
En Cartagena de Indias, en 1979, cuando el europeo ya residía en Colombia, y cuando ya había hecho parte de la tertulia intelectual ‘Grupo de Barranquilla’, Obregón le disparó, en tres ocasiones, a su propia pintura. Los impactos de bala terminaron en el ojo derecho de su propia imagen. Él mismo le regaló ese cuadro a Gabo y, tras casi siete años de su muerte, la obra de arte se mantiene en la decoración de uno de los muros de la casa García Barcha.
En una entrevista con Noticias Caracol, el periodista, cronista y artista, Gustavo Tatis, confirmó que la historia de los tiros que recibió el cuadro fue real, y que se dio luego de una disputa familiar pues, se estaba discutiendo sobre quién se quedaría con aquella pieza de arte. Tatis recordó que esa no era la primera vez que lo hacía, y que en esa ocasión, Obregón le dijo a su familia, “esto se resuelve así”, antes de activar su arma.
“Pero no solamente ese cuadro, ya él tenía antecedentes de dispararle a sus propios cuadros. Por ejemplo, en La cueva le disparó a una de esas mujeres que él pintó en un momento de locura. Ese diciembre del 79, esa es una obra que se llama Blas de Lezo Autorretrato. En medio de la situación, Obregón sacó el revólver y le disparó de manera certera, los tiros fueron a parar al ojo derecho del retrato”, relató el periodista en su diálogo con el informativo.
En medio de las curiosidades que rodean al cuadro, detalló el cronista, está la ceguera a la que se vio sometido Obregón en sus últimos días de vida, en abril de 1992. Según comentó, Obregón quedó prácticamente ciego durante su vejez y fue su ojo derecho el primero que empezó a perder sus funciones, el mismo ojo al que él le disparó en aquella ocasión, en su autorretrato. Obregón empezó a perder su visión en el año 1991 tras un desalentador parte médico.
‘Blas de Lezo, Autorretrato’ lleva ese nombre por la obsesión que tenía el artista español con el almirante, también español, Blas de Lezo, un hombre que, explicó Tatis, para Noticias Caracol, defendió a Cartagena de los ingleses en tiempos de guerra. Blas de Lezo, en medio de sus batallas, perdió una pierna, un brazo y un ojo, por lo que Obregón aseguraba que era el hombre, ‘de media pisada, media mirada, y de medio abrazo’.
En medio de otras historias que rodean a Obregón, amigo del Nobel colombiano, está aquella ocasión en la que llevó un elefante a un bar cartagenero ante la negativa del dueño del establecimiento para servirle una cerveza. Era tarde, y el negocio ya estaba cerrado. Aunque quien atendía le dijo que no iba a venderle cerveza, porque no eran las horas de atención, Obregón llegó en una segunda ocasión, durante esa misma noche, pero acompañado de un elefante. El encargado de tocar la puerta fue el animal salvaje.
“Una madrugada llegó a pedir una cerveza y el dueño estaba dormido y le dijo que esas no eran horas de tocar la puerta. Obregón se fue hasta el circo que estaba en Barranquilla y le pagó al director y domador para que llevaran al elefante hasta el bar. El enorme paquidermo golpeó la puerta y el dueño del bar escuchó el ruido, al salir, en pijama, abrió la puerta y encontró al elefante en la puerta. Allí estaba Obregón que le dijo ‘no joda, Eduardo, ¿no me vas a vender la cerveza?”, relató Tatis que, justamente, revela más historias como estas en su libro ‘Alejandro Obregón: Delirio de Luz y Sombra’.
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