Después de llegar al cargo de secretario de Bienestar Social de Cali, hace un año y cinco meses, Jesús González envió al alcalde de la ciudad, Jorge Iván Ospina, una carta con su renuncia irrevocable plasmada en ella. Bajo el argumento de agotamiento, entre otras cosas, el secretario aseguró que no tiene intenciones de seguir a cargo de ese puesto. Para él, el panorama que se vive en la ciudad es oscuro, y más por estos días en los que el país se encuentra sumido en desmanes propios del paro nacional que se adelanta desde el pasado 28 de abril.
“Muchos sectores sociales quisieran abrazar la violencia y la muerte del otro, en una pulsión que llena nuestro entorno de paranoias de sentimientos de odio y venganza (...) Creo que ese es el camino equivocado porque llama a la desgracia de la guerra, y puede condenar a la muerte por lo menos a dos generaciones de jóvenes y adolescentes”, sentenció.
Con un agradecimiento por la oportunidad de ocupar este cargo, por 17 meses, González comenzó su documento. El secretario aseguró que tuvo diferentes responsabilidades en el Distrito Especial, y que valora la oportunidad que tuvo de ser insistente para querer lograr un “diálogo democrático” con quienes hoy manifiestan, en las calles, su inconformidad en contra del gobierno nacional. Así mismo, lamentó las barreras que tuvo en el avance de una negociación exitosa.
“He visto recurrentemente puertas cerradas de distintos lados, corazones que se han vuelto roca”, escribió el funcionario en su carta en la que recalcó que trato de estar al frente de la solución del ‘conflicto urbano’, como el mismo lo llamó, y con el que recalcó la presencia de violencia y de “actores armados disparando a las comunidades”.
Aunque aseguró que trató de ejecutar sus labores con paciencia, entre las que estuvo la generación de diálogos como principal acción, no hubo avance positivo ni logros significativos. Para González, uno de los objetivos, según dejó especificado en su carta, era lograr que las personas hicieran “de la indignación expresada con ira y dolor, una posibilidad de escucha, diálogo y concertación”.
Ante la falta de eficiencia y eficacia en sus labores, González decidió renunciar, para él, intentar que el proceso avance ha sido agotador, principalmente, cuando su trabajo depende del comportamiento y de la intención de terceras personas. “A la luz de esa lógica no hay resultados y hace días se acabó el tiempo. Me he preguntado ¿Por qué esa percepción tan angustiante? Y me respondo que quizás el intento de diálogo está atrapado entre un paradigma neoconservador que solo ve reglas y normas institucionales gobernadas por egos grandotes pero vacíos, y un comunitarismo cerrado de sesgos autoritarios y auto referenciados; ambas formas en la práctica no admiten la posibilidad del pluralismo y la convivencia”.
Aunque sus intentos por lograr un diálogo significativo fueron en vano, el secretario explicó que, con él o sin él, esa es la única salida, sea a mediano o a largo plazo, las partes involucradas en el conflicto que se vive en el país deben lograr acuerdos a través de la palabra. Para González, Colombia necesita una reforma tributaria justa, una reforma a la Policía Nacional, la abolición de la inequidad social, integrar a sectores abandonados del país en la participación ciudadana, entre otras cosas. Las conversaciones, de acuerdo con el secretario, deben reemplazar el caos de violencia que se vive en Cali.
“Tengo la necesidad urgente de priorizar mi lugar de ciudadano para poder llamar las cosas por su nombre sin afectar las formas institucionales, para señalar y afrontar los obstáculos políticos que se presentan y asumir las acciones éticas que se necesitan en conciencia contra la lógica autoritaria y excluyente que causa esas muertes, para poder abrazar a cualquier joven manifestante mirándole a los ojos, por escudado, acorazado o equivocado que esté, como si fuera uno de mis hijos o un miembro cualquiera de mi entrañable familia o nuestro vecindario extenso que es toda Cali”, escribió González luego de mencionar una a una las personas que han perdido la vida en los momentos de tensión de las manifestaciones. “Me agota el lugar que ocupo”, recalcó.
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