Que en Colombia se haya cancelado la Copa América no es algo nuevo, no del todo. En 2001, año en el que el combinado tricolor ganó por primera y única vez el certamen continental, el país casi se queda sin acogerlo.
La situación social y de orden público en ese entonces era crítica. Solo en mayo de 2001, dos meses antes de que comenzara el torneo, hubo cuatro atentados terroristas, en Bogotá, Cali, Medellín y Barrancabermeja. Ese mismo mes se desactivó un vehículo cargado con explosivos en Itagüí y se halló un mísil aire-tierra que tendría como propósito la ejecución de un nuevo acto criminal en la capital del país.
Con todo y lo crítico de la coyuntura, el presidente de turno, Andrés Pastrana, solicitó a la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) que ratificara a Colombia como sede de la que él denominó la “Copa de la Paz”, asignada en 1987. Su gobierno llevaba ya tres años en diálogos con las Farc para que la guerrilla se desmovilizara.
Pastrana acudía a la realización del evento deportivo como un vínculo de unión el país, algo similar a lo que ha intentado hacer el ministro del Deporte, Andrés Lucena, quien el 15 de mayo pasado afirmó: “Lo que yo quiero recalcar es que la Copa América sea el mensaje es de unión, usar la Copa América como un vinculo de paz, hoy Colombia más que nunca necesita la Copa América”.
Como 20 años atrás, en la actualidad parte de la ciudadanía, mandatarios locales y periodistas pidieron al Gobierno no acoger el torneo, al argumentando que con él se ocultaría la crisis social del país que detonó en las movilizaciones que comenzaron el pasado 28 de abril.
<b>Las FARC secuestran al vicepresidente de la FCF</b>
Aunque en un comienzo se ratificó a Colombia como sede de la Copa América, su organización luego tambaleó: el 25 de junio de ese 2001, las Farc secuestraron al vicepresidente de la Federación Colombiana de Fútbol (FCF), Hernán Mejía Campuzano, y la Conmebol canceló el torneo.
La hoy extinta guerrilla liberó Mejía dos días después, pero la decisión de la Conmebol ya estaba tomada. Tal fue el afán de Pastrana por “recuperar” la organización del torneo que, a la par que hacía alocuciones presidenciales, a veces diarias, para garantizar a los colombianos que sí habría Copa América, también ejecutaba una misión diplomática con Nicolás Leoz, presidente de la Confederación Colombiana de Fútbol para continuar en cabeza del evento deportivo.
El 30 de junio, es decir, cinco días después del secuestro de Hernán Mejía Campuzano y tres después de su liberación, la Conmebol mantuvo, por solidaridad con los colombianos, al país como sede de la competencia.
<b>Argentina se rehusó a participar</b>
Como la Conmebol sostuvo al país cafetero como sede, Canadá, invitado del torneo, desistió de participar, y Argentina también dio el paso a un costado. En reemplazo de estas selecciones jugaron Honduras y Costa Rica. Eso sí, que Julio Grondona haya evitado que el equipo ‘gaucho’ no jugara la Copa América “para preservar la seguridad de la delegación nacional” fue tomado como un mal gesto.
Algo de sabía debía de tener la decisión de Grondona: la selección argentina había recibido amenazas en la embajada de ese país en Colombia.
Lo demás ya es cuento viejo; que el combinado tricolor llegó invicto a la final del torneo, que Aristizábal se coronó campeón y que con un cabezazo de Iván Ramiro Córdoba, Colombia venció a México y levantó el trofeo de campeón... Aunque la realidad social y la imagen favorable de las ciudadanía sobre Pastrana poco cambiara.
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