Silóe en el occidente de Cali ha sido reconocido, en el país y hasta internacionalmente, como uno de los epicentros de las protestas con motivo del paro nacional contra el gobierno del presidente Iván Duque. Este sector es uno de los que más padece la pobreza y la violencia que afectan duramente a los jóvenes de esa ciudad del occidente colombiano, al punto que uno de sus equipos de fútbol adolescente ha perdido a 13 de sus jugadores en los últimos dos años.
En una conmovedora crónica, que publicó el periódico Q’hubo, entrevistaron a su entrenador, Escenover Valencia, quien ha visto caer uno a uno a estos menores, entre los 12 y los 17 años de edad, por las drogas, las pandillas y hasta en accidentes de tránsito en medio de las duras condiciones en este barrio, donde de acuerdo con las cifras del Dane (Departamento Administrativo Nacional de Estadística) hay una pobreza multidimensional del 23 por ciento, es decir que padecen las deficiencias en el acceso a educación, salud, vivienda, empleo y servicios públicos, razones que han provocado las protestas en esa zona de Cali.
“Es muy duro despedir a los chicos, pues ellos se convierten en mi segunda familia. Algunos han sido asesinados y otros han muerto en accidentes de tránsito por el deseo de los piques ilegales”, contó Valencia.
Señaló el entrenador que las prácticas con los jóvenes de ese sector las realiza en las canchas de las Urbanización Venezuela, donde llegan los jóvenes con el deseo de convertirse en futbolistas profesionales, pero por la situación socioeconómica terminan debatiéndose entre seguir trabajando por cumplir sus sueños deportivos o sobrevivir apretando el gatillo en una de las pandillas que delinquen en ese sector.
Incluso, señaló el profesor, tuvieron que llegar a acuerdos entre los grupos delincuenciales para que no se enfrentaran a bala en medio de las prácticas.
“Estas canchas fueron una frontera invisible por un largo tiempo: los de ‘Cañaveralejo’ se enfrentaban con los de ‘Urbanización Venezuela’ y empezaba la guerra sin importar quien estuviera. Para evitar que alguno de los alumnos saliera lesionado teníamos un lugar para que todos nos escondiéramos”, narró Valencia.
En esas oportunidades el entrenador también tenía que impartirles lecciones de vida. “Había jóvenes que se emocionaban por lo que pasaba, y me tocaba enseñarles que eso no los debía motivar”, agregó.
Incluso Valencia ha tenido que impartir valores deportivos para evitar los enfrentamientos entre sus mismos jugadores, ya que algunos eran de grupos enemigos y cuando se veían en la cancha se insultaban.
“Desde que el profe llegó al barrio, yo entré a la escuela y siempre lo apoyé cuando se presentaban situaciones tensas. Me tocaba pedirle a mis compañeros que tuviéramos respeto, porque la cancha era una cosa y lejos de ella era otra, pero la idea era que todos nos lleváramos bien dentro y fuera de los entrenamientos”, dijo Jhonatan Gómez, otro de los jugadores.
Por estos acuerdos deportivos entre los jóvenes en la cancha, se logró reducir un poco la violencia, al menos en los entrenamientos.
“Empezamos a hablar con los chicos que hacían parte de las pandillas para que nos ayudaran a evitar las balaceras en el lugar; por fortuna, el sector ha cambiado bastante”, sostuvo Valencia.
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<b>Los fallecidos</b>
Entre los futbolistas que les arrebató la violencia, el entrenador recuerda a Brayan Parra, quien fue asesinado a sus 17 años de edad.
“Fue muy triste, pues él era un chico con mucho rendimiento. Era hincha del Cali y el día de su muerte estaba jugando su equipo del alma; cuando terminó el partido se quedó en una esquina muy peligrosa del sector de Brisas de Mayo y llegaron unos pelados a dar bala. Le dijeron que corriera, pero él dijo que no, porque no le debía nada a nadie y lastimosamente lo asesinaron”, recordó el profesor.
Otro de los caídos fue Deyver Silva, a quien le realizaron un sentido homenaje tras su fallecimiento, recordó el entrenador: “La familia de él es de mariachis, así que hicieron una serenata en la cancha y esparcieron sus cenizas por el lugar. Fue algo muy bonito y representativo para todos”.
Mientras que otra de las promesas, Camilo Bermúdez, que de cariño le decían ‘Birulo’, pereció en un accidente de tránsito, según contó Miguel Ángel Alzate, uno de los integrantes del equipo del profe Valencia.
“Un joven proyectado y de los de mayor disciplina en el equipo de fútbol, pero por estar haciendo piques murió por el sector de La Sirena”, agregó el entrenador.
Alzate contó también que a sus 14 años cayó en las drogas y abandonó los entrenamientos, pero por todo lo que sufrió en ese tiempo, decidió retornar a la cancha.
“Me dediqué a ser delincuente hasta que me llevaron a una correccional de menores donde estuve 30 meses. Cuando salí por buena conducta decidí volver a las canchas, y gracias a Dios aquí estoy con errores, pero levantándome”, dijo Alzate.
El joven también recordó a otro de los jugadores talentosos del equipo que resultó muerto, también por ingresar al hampa.
“Yo entrenaba con Julian Largacha, que fue asesinado en abril, yo caí en las drogas y él seguía entrenando. Cuando a me encerraron, me avisaron que él había caído en la delincuencia; sentí un gran dolor, porque él era un muchacho que estudiaba y era dedicado al fútbol”, recordó.
Y aunque no formaban parte del equipo del profe Valencia, durante los choques en medio de las protestas del paro nacional, dos futbolistas de Silóe resultaron muertos en ese sector.
En el periódico El Espectador informaron que se trataba de Kevin Agudelo, jugador aficionado de Siloé Fútbol Club, y de Hárold Rodríguez, del Club del Valle, ambos habrían perecido el pasado 3 de mayo en los choques con la Fuerza Pública.
“Se llamaba Kevin Agudelo, tenía 21 años, era el hijo mayor de mi hermano, era mi sobrino, le gustaba jugar al fútbol y lo apodaban Polaco, era defensa y jugaba muy bien, estudió en el Sena y estaba trabajando. Esa noche lo asesinó un policía, le disparó en el pecho y acabó con todos sus sueños y nos quitó a una persona brillante”, dijo su tío Troy Agudelo.
<b>Pese a todo, no se pierde la esperanza</b>
El profe Valencia no desiste en que a través del fútbol, estos jugadores promesa de Silóe puedan conseguir un mejor futuro, por eso continúa con los entrenamientos a los que acuden más niños que sueñan con superar la pobreza a través del deporte.
“El proceso de entrenamiento es muy bueno, porque los chicos se vuelven disciplinados y piensan en su futuro. Pero si aterrizamos la situación a lo que se vive alrededor de las canchas, puedo decir que es algo triste, pues nos toca ver como a los jóvenes les arrebatan su futuro”, dijo en Q’hubo María Fernanda Otero, madre de uno de los futbolistas adolescentes.
Pero no pierden la fe en medio de los entrenamientos entre el fango de la cancha y muchos siguen luchando por superarse con el fútbol.
“Me encanta estar entrenando y no me gusta cuando las canchas se inundan, porque me toca quedarme en casa y a veces se presentan balaceras. Cuando pasa eso me arrodillo y oro; ahí le pido a Dios que nos regale un barrio lleno de paz y que mis amigos ni yo no nos dejemos llevar por las malas compañías. Debemos perseguir el sueño de ser grandes deportistas y escapar de las garras del mal que nos rodea”, concluyó un pequeño de 10 años que entrena con el profesor Valencia.