Gaia Dominici es una italo-colombiana que, desde 2015, es integrante de la comunidad masái en Kenia, uno de los 40 grupos étnicos que se distribuyen en el continente africano, los masái se encuentran en Kenia. Hace siete años, la mujer de padre italiano nacida en Colombia viajó a ese país para realizar un trabajo universitario; sin embargo, en medio de este conoció a Ntoyiai, un joven guerrero masái, con quien sintió una gran conexión y que, ahora, es su esposo y padre de su hija Lily Rose, de año y medio.
Gaia es una fotógrafa graduada de la Universidad de Falmouth, Inglaterra, y en su época de estudiante viajó a Kenia con la intención de hacer un trabajo audiovisual a través del cual se conocieran las tradiciones y pensamientos de la comunidad masái. “Me consiguieron un intérprete y tuve una reunión con el jefe del poblado y los ancianos”, contó la mujer de 28 años a la agencia EFE.
“Es aprovechar lo mejor de los dos mundos, pero siempre termino echando de menos mi vida (como masái). Es como si perteneciera aquí por encima de todo”, explicó al medio internacional.
En los recuerdos de Dominici, la comunidad de los masái le abrió sus puertas para que ella ingresara con su cámara a retratar cada detalle de sus vidas. Su trabajo fue un intercambio cultural fascinante, mientras ella se sorprendía con cada nuevo conocimiento sobre la comunidad, todos querían salir en sus fotos, para la gran mayoría era la primera vez que veían una cámara fotográfica, de hecho, para muchos era la primera vez que tenían la oportunidad de verse a sí mismos.
En medio de su labor, Gaia conoció a Ntoyiai, un joven masái que, al igual que todos los hombres de la comunidad, deben realizar un recorrido a lo largo de su vida para convertirse en guerrero masái. En ese entonces, Gaia no hablaba suajili, pero recuerda que con Ntoyiai encontró otra forma de comunicación y solo a veces “pedíamos a una tercera persona que nos tradujera”.
En 2015, la italocolombiana debió tomar una difícil decisión, entre su vida en Italia junto a su familia, desempeñándose como fotógrafa o quedarse junto a su guerrero en el valle del Rift en Kenia. “Cuando me di cuenta de que me había enamorado y que no quería vivir en ningún otro lugar sí que sentí miedo porque sabía que debía dar el salto”, explicó al medio internacional.
Para Gaia “el salto” consistía en despojarse de todos sus privilegios e ingresar a la comunidad de los masái, adoptando sus costumbres. “Sabía que tendría que vivir de forma permanente aquí y quizá criar a mi bebé en la naturaleza, pero la otra alternativa era ser infeliz, así que tuve que saltar sin saber dónde aterrizaría”.
Desde entonces, la mujer vive en Kenia, dentro de una comunidad que la aceptó como una de ellos y sin acceso a electricidad -disponen de baterías que recargan con paneles solares- o televisión por cable. Para los masái el ganado y la naturaleza son sagrados, razón por la que no necesitan más; sin embargo, Gaia tiene la posibilidad de salir y volver a su anterior cotidianidad cuando quiera.
“(Me fascina) su sentido de comunidad, el que no se vean como una sola persona sino como un grupo de seres humanos que se cuidan y se preocupan los unos por los otros. Es algo que en el mundo occidental estamos perdiendo”, dijo a EFE.
En su cuenta de Instagram, Gaia comparte constantemente los descubrimientos que hace junto a su pareja, pues sabe que no puede negar la diferencia que existe entre los mundos en que ambos crecieron. Su relación es diferente y no necesariamente se acomoda a las costumbres de ella ni de los masái, Gaia y Ntoyiai realizan acuerdos sobre aquellas tradiciones que están dispuestos a seguir, especialmente en la crianza de su pequeña Lily Rose.
“Ante todo, mi hija será libre para ser la persona que quiera. Será divertido cuando tenga que explicarle a Lily Rose su árbol genealógico”, expresó Gaia.
“La mutilación genital femenina es ilegal y muchas mujeres ya no la practican, pero hay otras tradiciones que ni Ntoyiai ni yo hemos querido seguir como quemar los pómulos del bebé en forma de círculos”, señaló a la agencia que ella y su pareja han decidido no adoptar tradiciones que ella considera “invasivas con el cuerpo”.
Pero por ejemplo su matrimonio, realizado ante un juez, no sabían qué hacer después del ‘acepto’, pues según lo ha explicado en su cuenta de la red social, entre los masái las expresiones públicas de afecto no están bien vistas; sin embargo, acompañados por los padres de ella, familiares de Ntoyiai y otro guerrero masái, este último gritó “beso, beso, beso”, dejando así evidencia de que las diferencias culturales entre esta italocolombiana y el guerrero masái no se interponen en su relación.
*Con información de EFE
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