De acuerdo con el Mnisterio de Justicia, desde 2010 se han extraditado 1.468 narcotraficantes desde Colombia a comparecer con la justicia internacional y cumplir sus penas en el extranjero. La misma cartera afirma que entre 20 y 30 deportados regresan mensualmente al país después de transcurrido el tiempo sentenciado.
Un informe de la Revista Semana reveló que las penas no detienen a los implicados de volver, con más bríos, a seguir delinquiendo en el país con las nuevas conexiones creadas en prisiones extranjeras y con la certeza que la información suministrada a la justicia debilitó a los entramados rivales.
Por esto, el Gobierno de Colombia y la embajada de Estados Unidos encendieron alarmas por un fenómeno de reincidencia criminal. “El cumplimiento de su condena no es impedimento para que regresen a sus zonas de injerencia”, reza el informe.
Según el director de la Dijín, el general Fernando Murillo, dice que los beneficios de colaboración son, en efecto, negocios entablados con organizaciones internacionales. Especialmente, los capos colombianos se unen con los carteles mexicanos, aprendieron a manejar las leyes y conocieron cómo transcurren las investigaciones legales.
Investigadores consultados por el medio afirman que nunca se pierde la pista de los deportados después de una condena en Estados Unidos. “Cuando se anuncia una deportación, se genera una alerta de la DEA para que las autoridades colombianas los pongan en el radar”, explicaron, quienes también señalan que los mismos no ostentan los lujos de antes y se camuflan en el mundo empresarial.
El medio asegura que una de esas organizaciones es el Clan del Golfo, entramado dedicado a la exportación de estupefacientes a Estados Unidos y que por eso es requerido por la justicia en ese país. En cárceles estadounidenses tejen redes delincuenciales con nuevas rutas, socios y estrategias que los delincuentes encuentran difíciles de rechazar.
Además, el informe conocido por la publicación dice que mientras los narcos siguen delinquiendo, mantienen comunicación con la justicia para colaborar con información para delatar a los entramados rivales. ‘El Guajiro’, asesinado el pasado mes de febrero en un supermercado en Barranquilla, operada de este modo y fue asesinado por los perjuicios causados a otra banda criminal.
“Los ajustes de cuentas, los casos de sicariato y violencia en algunas capitales del país como Medellín, Cali y Barranquilla son la consecuencia de ese reacomodo de las organizaciones criminales que defienden el espacio que ganaron cuando a los narcos los extraditaron”, reza el informe.
Semana indicó que entre los temores de la justicia colombiana es que deportados como Hernán Giraldo, exparamilitar y depredador sexual, lidere entramados criminales residuales de las Autodefensas colombianas. De los nuevos deportados, hay siete en el radar de la Dijín y varios listos para un proceso de reextradición.
Narcos discretos
Si en primer lugar fueron ostentosos del poder económico que implica el ejercicio criminal, los delincuentes dejan de hacer de los lujos que pueden costearse un posible indicio para la justicia. Además, modifican la manera en la que se comportan y operan para causar “mayor dificultad en las labores investigativas y de inteligencia”, reporta el medio.
“No ostentan joyas ni vehículos lujosos y viven en barrios de estrato medio alto. Evitan el uso de movimientos financieros, redes sociales o comunicaciones telefónicas”, dice el documento revelado por Semana. Incluso, las autoridades afirman que los mismos crean, por medio de programadores a su servicio, aplicaciones temporales para teléfonos con el fin de hablar con familiares y aliados.
“Hemos detectado casos donde estos narcos ordenan el diseño de juegos en línea y a través de los chats de esos juegos logran comunicarse”, dicta la investigación, la cual evidencia la reorganización completa de los entramados criminales.
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