En una de sus más recientes publicaciones, la ONU hizo un llamado a la conservación y preservación los lugares protegidos marinos del Patrimonio Mundial de la UNESCO en países como Colombia, pero también en otros latinoamericanos como México y Argentina; ya que los señala como “parte fundamental para mitigar el cambio climático, debido a que absorben grandes cantidades de carbono”, pero además, y entre otras cosas, porque “mejoran la calidad del agua, protegen a las comunidades costeras del aumento del nivel del mar y les proporcionan medios de vida”.
Y es que, pesar de la importancia de la preservación de estos lugares para la buena salud del planeta, la ONU indica que “al igual que otros ecosistemas están amenazados por las actividades humanas”. Por eso hace un llamado a la preservación de estas áreas, con base en un nuevo informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), denominado ‘Patrimonio Mundial Marino de la UNESCO – Custodios de los activos de carbono azul del planeta’.
“Los bosques de algas, los pastos marinos, las ciénagas y los manglares son uno de los mayores depósitos de carbono proveniente de la atmósfera y el océano, y son vitales para ralentizar el calentamiento global. Pero su degradación podría liberar miles de millones de toneladas de CO2 y otros de gases de efecto invernadero si no se invierte en su conservación”, advierte el informe.
Así mismo, señala que los científicos han descubierto durante las últimas décadas, que estos ecosistemas, llamados “de carbono azul”, se encuentran entre los sumideros de carbono más intensivos de la biosfera.
“Los ecosistemas de carbono azul, que se encuentran en los márgenes de las costas del mundo, son viveros y hábitats de numerosas especies marinas y terrestres y desempeñan un importante papel ecológico en el ciclo de los nutrientes y el carbono, en la protección de las costas y en el mantenimiento de los medios de subsistencia y el bienestar de las comunidades locales”, declaró en un comunicado Ernesto Ottone, el subdirector general de Cultura de la UNESCO, dado a conocer por la ONU.
Es por esto que se creó la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, que incluye las áreas marinas protegidas más emblemáticas del mundo, reconocidas por la comunidad internacional por su excepcional biodiversidad, belleza, geología y hábitats naturales.
El reporte de la organización internacional señala que, estas áreas “abarcan una superficie de 207 millones de hectáreas, o el 10 % de toda la superficie marina protegida”, pero además afirma que, a pesar de que estos lugares representan “menos del 1 % del área oceánica mundial, estos sitios y las áreas circundantes inmediatas para las que se dispone de datos comprenden al menos el 21 % del área mundial de ecosistemas de carbono azul y el 15 % de los activos mundiales”.
“Más específicamente, estas reservas de carbono equivalen a aproximadamente el 10 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero en 2018”, agrega.
En América latina, estas área protegidas se encuentran en los pastos marinos del Santuario de la Isla de Malpelo, en Colombia, pero también en otros lugares de América Latina como la ciénaga o marisma de Sian Ka’an, en México, y la ciénaga de la Península Valdéz, en Argentina.
Además se pueden encontrar en otras áreas del mundo como India, Bangladesh, Estados Unidos, Australia Occidental, Alemania, Dinamarca y Países Bajos.
<b>Importancia de los ecosistemas de carbono azul</b>
La UNESCO señala que, “este conjunto único de ecosistemas marinos se enfrenta a retos muy diversos, que van desde la contaminación, como la basura plástica, hasta el cambio climático”.
“Debido a que almacenan tanto carbono, los ecosistemas de carbono azul se convierten en fuentes de emisiones de CO2 cuando se degradan o destruyen. La protección y la restauración de estos ecosistemas presentan una oportunidad única para mitigar el cambio climático”, asegura el profesor Carlos M. Duarte, quien participó en el informe.
A pesar de esto, los ecosistemas de carbono azul no han recibido la atención suficiente y de acuerdo con el reporte, “están infrarrepresentados en las áreas marinas protegidas”.
También da a conocer que la importancia de su preservación, radica en la vitalidad de sus “grandes reservas de carbono que se han acumulado durante milenios, y a medida que se restauran, también pueden recuperar su función como sumideros de carbono y ayudar a mitigar el calentamiento global”.
A su vez, señala otros beneficios de su conservación, como el mejoramiento de la calidad del agua, de las condiciones de los ecosistemas adyacentes, incluidos los arrecifes de coral, y también de una amplia gama de especies terrestres, ya que “casi cinco veces más de lo que se pensaba originalmente, utilizan los manglares”.
Además estos ecosistemas sustentan la pesca como criaderos de peces y proveedores de alimentos, manteniendo las redes tróficas costeras, incluidas las de los arrecifes de coral, y “contribuyen significativamente a los medios de vida y las prácticas y valores culturales de las comunidades locales y tradicionales que viven dentro de los sitios marinos.
<b>Qué se está haciendo en Colombia para proteger el los ecosistemas de carbono azul</b>
En noviembre de 2020, el ministro de Ambiente, Carlos Correa, anunció que para este año se lanzará al “mercado voluntario de bonos de carbono el proyecto Vida Manglar, primer modelo a nivel global de una estrategia de carbono azul en bosque de manglar”.
De acuerdo Invemar (Investigación e Información para la Gestión Marina y Costera), de esta manera las 290.000 hectáreas de manglares se podrían preservar para así contribuir a la reducción de los gases de efecto invernadero.
Aún así, el periódico El Colombiano informó que, según reconocen institutos como Invemar y el Ideam, “el país carece de una radiografía sobre el estado, ubicación y hectáreas de estos ecosistemas”, algo que asegura se hace urgente resolver antes de “avanzar en la realización de los cinco proyectos de carbono azul establecidos en el Plan Nacional de Desarrollo”.
“Las características de estos ecosistemas dificultan medir los daños causados por la deforestación y la minería y sin cifras confiables se hace complejo emprender acciones eficaces”, asegura William Klinger, director del Instituto de Investigación del Pacífico, una región colombiana en donde se encuentran el 80% de los manglares del país.
Por su lado, el Ideam explica que “cada año se pierden en promedio 457 hectáreas de manglar”.
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