En las colinas de Medellín, en un barrio que durante 37 años fue olvidado por el Estado, viven unas 16.000 personas, algunas de las cuales aún recuerdan con agradecimiento al capo más temido de la historia colombiana, Pablo Escobar Gaviria, quien fue, para algunos de los habitantes de este sector popular del centro oriente de la capital antioqueña, su “Robinhood colombiano”.
Hasta hace poco, en la entrada, por unas escaleras angostas y empinadas, se encontraba un mural con la cara del fundador del Cartel de Medellín. Pese a que el nombre original que se le dio en 1984 fue “Medellín sin tugurios”, todo el mundo lo conoce como el barrio Pablo Escobar.
Pablo Escobar Gaviria es recordado en Colombia y el mundo como uno de los peores narcotraficantes. Fue el fundador del Cartel de Medellín, encargado en los años 80 y 90 del 80% de la producción mundial de cocaína, además, de crear un grupo armado dirigido por Jhon Jairo Velásquez Vásquez alias Popeye, que ejecutó diferentes actos terroristas, como el asesinato de 657 policías entre 1989 y 1993, la muerte de figuras públicas como el entonces ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla y el candidato presidencia Luis Carlos Galán, entre otros actos que acabaron con la vida de muchas personas en el país.
El escritor Gilmer Mesa, en su libro La cuadra, cuenta, desde su perspectiva, cómo fue vivir en los barrios de Medellín en medio de la violencia y la “escobarización” que afectaron la cultura. Mesa fue testigo de cómo los jóvenes dieron la vida en la guerra que inició Escobar e incluso su hermano hizo parte de una de las bandas que azotó la ciudad en los años ochenta, cuando murió.
“Creó una “escobarización” de la sociedad, donde la gente ve que el único camino es el del dinero fácil, el de una sociedad que dice “usted no sabe quién soy yo” y todo lo resuelve matando”, aseguró, en una entrevista con la BBC, el escritor colombiano.
Sin embargo, no todos recuerdan lo malo, especialmente en esta comunidad donde el capo del cartel de Medellín comenzó construyendo 250 casas y, antes de morir, dejó 400, para personas sin hogar que trabajaban y vivían en lo que antes era un basurero.
“Este barrio se fundó hace 37 años. Como Pablo era tan entusiasta con la juventud, visitó algún día un sitio donde los niños jugaban fútbol, al lado de un basurero, en donde también vivían. Entonces dijo ‘qué pesar toda esa gente viviendo en esos tugurios’”, así lo contó para el diario el Clarín Iván Hernández, habitante del barrio.
Algunos señalan que el capo colombiano hizo estas obras sociales para limpiar su nombre e impulsar la carrera política con la que aspiraba ser presidente del país. En 1982 logró ser senador de la República, pero en 1983, tras diversas publicaciones del diario El Espectador, que lo señaló como narcotraficante, y con la acusación directa por parte del ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, perdió su escaño.
Ahora, la mayoría de los habitantes del barrio quieren alejarse de la figura del narco, que les heredó su nombre y, con él, el estigma de la violencia. Aunque aun hay tiendas en la zona que venden “recordatorios” con la imagen del capo y casas que tienen su foto adornando la sala, los actuales residentes del sector buscan que los reconozcan como una comunidad pacífica y trabajadora.
Como Escobar llevó a cabo la construcción sin permisos, el Estado decidió dar orden para tumbar la construcción, lo cual no pudo hacer porque las casas estaba habitadas, pero hasta el reciente anuncio de la Alcaldía, las administraciones locales se habían negado a invertir recursos en esta población.
“El barrio no ha sido reconocido por el Estado precisamente por ser, de alguna forma, herederos de Pablo Escobar, también han intentado desalojarnos varias veces y tuvimos dificultades en los inicios para acceder a servicios públicos”, explicó, Uberney Zabala, quien fuera presidente de la junta comunal del vecindario.
“Estamos cambiando ese referente que tuvimos durante tantos años de violencia, de la violencia de Pablo Escobar”, aseguró Zabala en declaraciones a Noticias Caracol.
“El barrio no recibe ayudas porque se llama Pablo Emilio Escobar Gaviria, pero allá viven medellinenses que pagan impuestos, que pagan predial”, se quejó, en 2019, el concejal Santiago Jaramillo
Ahora, la administración municipal anunció la construcción de un jardín infantil, con más de 10 aulas, en 2.700 metros cuadrados, para niños de 2 a 5 años, además de otras cinco infraestructuras educativas
La inversión comprenderá más de 10 mil millones de pesos, con lo que se espera comenzar a cambiar la historia de “Medellín sin tugurios”. “Aquí se va a formar una nueva generación con una visión diferente”, concluye Zabala.
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