Defensoría del Pueblo solicita presencia de la Fuerza Pública y de programas de apoyo en El Salado

La Mesa de las Víctimas del Carmen de Bolívar denunció recientemente amenazas de muerte contra líderes sociales sobrevivientes a una de las peores matanzas que se llevó a cabo en ese corregimiento hace 20 años.

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Vista de una calle en
Vista de una calle en el corregimiento de El Salado (Colombia). EFE/Ricardo Maldonado Rozo/Archivo

La Defensoría del Pueblo de Colombia solicitó, este martes 19 de enero, la presencia de la Fuerza Pública y programas de apoyo psicosocial en el corregimiento de El Salado, departamento de Bolívar, luego de que se conocieran nuevas amenazas contra algunos de los sobrevivientes de una de las masacres más estremecedoras que vivió el país.

Luego de que la Mesa de las Víctimas del Carmen de Bolívar denunciara amenazas de muerte contra varios líderes sociales en esta localidad de los Montes de María, el vicedefensor del pueblo, Luis Andrés Fajardo, en compañía de los delegados de Alertas Tempranas y Movilidad hicieron presencia en el territorio con el fin de “coordinar acciones para garantías de la población”.

Luego de un consejo de seguridad que se llevó a cabo en este municipio con autoridades nacionales y territoriales, el vicedefensor señaló que se necesita investigar “a fondo lo sucedido sin descartar ninguna hipótesis”.

De igual manera, la entidad señaló que se tiene que considerar la presencia de integrantes del Clan del Golfo en esta zona.

“Se requiere presencia de la Fuerza Pública y programas de apoyo psicosocial con la población de El Salado. La Defensoría del Pueblo acompañará a la comunidad para que se garantice la protección de sus derechos”, indicó la entidad.

Los panfletos encontrados por algunos
Los panfletos encontrados por algunos habitantes advierten que deben abandonar la localidad ubicada en el departamento de Bolívar (Sucre) si no quieren recibir ‘bala’. Crédito: El Tiempo

Luego de las denuncias hechas este 18 de enero por la Mesa de Víctimas del Carmen de Bolívar, que dio a conocer que la población del corregimiento de El Salado estaba sufriendo amenazas directas, presuntamente por parte del grupo al margen de la ley las Águilas Negras, llega a la memoria un hecho que atemorizó al país en el año 2000 y que muchos temen se vuelva a repetir, la brutal masacre ocurrida a principios de siglo en ese mismo lugar.

Los panfletos encontrados por algunos habitantes advierten que deben abandonar la localidad, ubicada en el departamento de Bolívar, si no quieren recibir ‘bala’. En ellos se lee: “sentencia de muerte a todos los líderes sociales, ladrones, drogadictos, expendedores de droga de esta comunidad, estamos presente en la comunidad y esta es la segunda advertencia para que abandonen el salado Bolívar o el plomo irá por ustedes”.

Las primeras amenazas empezaron a presentarse de manera virtual el viernes 15 de enero y el sábado 16, pero ahí no quedaron las cosas puesto que el día domingo cientos de papeles circularon con las caras de algunas personas que, al parecer, son los principales objetivos del grupo criminal.

Sin embargo, advierten que no se harán responsables de algún inocente que sea violentado y es por esto que exigen que abandonen el pueblo. “No respondemos por hermanos, ni padres, ni madres, ni por la familia de cada uno de los bandidos que están en este listado. O se van o se mueren. Están ubicados”, advierte el escrito.

Estos recientes hechos traen a la memoria una de las masacres más horrorosas que haya existido en Colombia, ya que todo inició de manera similar cuando amenazaron a la población por medio de comunicados escritos en hojas de papel.

¿Cómo fue la masacre de El Salado?

El Salado es un corregimiento de Carmen de Bolívar, ubicado aproximadamente a 18 kilómetros de la cabecera municipal, hace parte de la región de los Montes de María y cuenta con una población cercana a los 5000 habitantes urbanos y un poco más en veredas. En la época de los 2000 buscaban un crecimiento económico que les permitiera ser catalogados como un municipio y así poder recibir más inversión pública.

Contaban con un centro médico, enfermera, odontólogo y hasta ambulancia; además, tenían su propia iglesia como también escuelas y un colegio donde los jóvenes estudiaban hasta noveno grado. Con respecto a la autoridad había presencia de dos concejales y una estación de Policía.

Corrían los últimos meses del año 1999, era un día tranquilo como cualquier otro, pero un hecho inesperado despertó la incertidumbre de sus habitantes. Sin entender lo que pasaba, la gente veía como un helicóptero que estaba sobrevolando el territorio dejaba caer cientos de papeles en los que se amenazaba a la los saladeños, allí se expresaba que comieran, bebieran y celebraran las fiestas de fin de año, ya que estas serían las últimas. Llenando de zozobra a la multitud y advirtiéndolos de lo que pronto iba a pasar.

En febrero del 2000 la historia de El Salado cambió para siempre, el 16 de ese mes un amplio grupo de paramilitares del Bloque Norte de las denominadas Autodefensas Unidas de Colombia, conformado aproximadamente por más de 700 hombres, todos armados, bajo las ordenes de Jhon Jairo Esquivel (alias el Tigre), Jaime Delgado alias “el Gallo”, Rodrigo Alfonso Mercado Peluffo alias “Cadena”, y Uber Enrique Bánquez Martínez alias “Juancho Dique”, se concentraron en la Finca Las Palmas ubicada en el municipio de San Onofre y desde allí partieron en camiones hacia el corregimiento.

Los paramilitares ingresaron a los caseríos de Palmarito, Pativaca, El Recreo, Puerto Príncipe, Bajo Grande y el Cielito, todos ubicados en Sucre. Los más de 450 paramilitares que estaban a cargo de Jhon Jairo Esquivel Cuadrado alias “el Tigre”, entraron a las malas a todas las viviendas pateando las puertas y obligando a los pobladores a salir y dirigirse hacia el parque principal, acompañando sus acciones con una serie de insultos y gritos en los que se les acusaban de ser guerrilleros.

Quienes no estaban en sus hogares y pretendían huir por los montes de las violentas acciones de los paramilitares, se encontraron con el cerco hecho por los delincuentes y fueron asesinados. Entre tanto los paramilitares continuaban su incursión en las viviendas para obligar a los habitantes a concentrarse en la cancha de microfútbol.

Una vez la población fue reunida en el parque, fueron separados por grupos de hombres, mujeres y niños. Algunas mujeres fueron seleccionadas y obligadas a cocinarles durante los dos días siguientes que iban a permanecer en el pueblo.

Acto seguido fue interrogar a los hombres sobre la presencia de la guerrilla en el pueblo y ante la negativa por parte de la mayoría, se dispusieron a cometer los reprochables asesinatos. Al ver que nadie les daba información de su interés y al no encontrar pruebas en los cuerpos que les dieran indicios de su participación o colaboración con la guerrilla, los paramilitares realizaron un ‘sorteo’ con el objetivo de obligar a los hombres a colaborar. Cada uno fue forzado a enumerarse y quien tuviera el número previamente escogido retirado a la fuerza y posteriormente asesinado a bala, puñaladas, estrangulamiento o golpes.

Luego el grupo focal fueron las mujeres, nuevamente fueron interrogadas sobre posibles vínculos afectivos o logísticos con la guerrilla. Seleccionaron a una mujer conocida como Neivis Arrieta y ante la negativa de su supuesta relación afectiva con el comandante guerrillero, alias “Camacho”, llamaron a uno de los desertores de las Farc quien confirmó que evidentemente era la novia del comandante guerrillero y se procedió a su asesinato.

Ella fue llevada arrastrada a un árbol ubicado cerca a la cancha y allí fue desnucada para posteriormente empalarla. Minutos después, otras mujeres también fueron brutalmente ejecutadas.

El fin de la matanza se produjo el 18 de febrero, pues uno de los paramilitares recibió la orden de parar puesto que habían acabado con la vida de mucha gente inocente. Desde ese momento los sobrevivientes fueron enviados a sus hogares mientras los paramilitares recorrían las calles del corregimiento consumiendo licor y escuchando música a alto volumen.

Según algunos testigos sobrevivientes los delincuentes desmembraban y torturaban a los pobladores con motosierras, destornilladores, piedras y demás mientras bebían licor saqueado de las tiendas, además de violar mujeres, ahorcar jóvenes y apalear ancianos y población en general.

Los saldos de la tragedia fueron un total de 63 víctimas asesinadas, 23 víctimas desaparecidas hasta el día de hoy y un aproximado de 4000 habitantes desplazados forzadamente hacia otras regiones del país.

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