Este domingo, el periódico El Tiempo dio a conocer la historia de Miguel Ángel Prada Camacho, un joven bumangués que murió en Estados Unidos y cuyos familiares vivieron un doble drama, al tratar de devolver su cuerpo sin vida a Colombia.
El diario cuenta que Miguel Ángel se desempeñaba como modelo desde muy pequeño, pero a sus 21 años se dio cuenta que con este oficio no ganaría lo suficiente para sostenerse, por eso “sin decir nada en su casa, empezó a planear un viaje a Estados Unidos con su novia”.
El comienzo del viaje sin regreso de Miguel
El viaje al país norteamericano empezó el 8 de agosto de 2016. Su hermano mayor, Fabián, quien dio testimonio en el diario bogotano, recuerda que ese día no pudo despedirlo en el aeropuerto, “la ausencia ese lunes le impidió darle un abrazo que habría sido el último. Miguel murió en un accidente de tránsito en Estados Unidos el 2 de julio de 2019, y traer su cuerpo de regreso a Colombia se convertiría en un calvario”, relató El Tiempo.
Cuando Miguel llegó a Estados Unidos tuvo que enfrentarse a la realidad y descubrir que continuar con su carrera de modelo era más difícil de lo que se había imaginado. Como inmigrante indocumentado tuvo que recurrir a trabajos en fincas y restaurantes, “hasta que un publicista le abrió las puertas de sus primeras pasarelas en el extranjero”.
Entonces se desempeñó como “promotor de algunas marcas y ocupó el segundo lugar en un concurso de modelaje en el estado de Dallas”, pero el dinero que ganaba seguía siendo insuficiente, hasta que consiguió trabajo en una empresa de construcción de casas de madera con sede en Boise, Idaho, señalaron las fuentes al medio colombiano.
“Él comenzó a ganar muy bien en ese trabajo. Dio la cuota inicial de un carro en el que se iba de paseo los fines de semana, enviaba dinero a Colombia y hasta compró la moto que siempre había querido: una Yamaha R1”, relata su hermano Fabián, en El Tiempo.
Una muerte inesperada
Los hermanos hablaron por última vez el 2 de julio de 2019. A la mañana siguiente, Fabián fue sorprendido por la llamada de un amigo de Miguel, quien le anunciaba que había muerto a bordo de su moto cuando impactó contra una camioneta.
Fabián en medio de su shock, tuvo que contarles a sus padres y familiares lo que había pasado y con el dolor aún palpitando. Tuvieron que empezar el plan de traer el cuerpo de Miguel a casa.
“La exnovia de mi hermano, que vivía también en Estados Unidos, se puso al tanto del caso e intentó hacer las vueltas para enviar su cuerpo, pero no se lo entregaron. Decían que, por ser un accidente, tenían que hacer peritajes, revisar los seguros de la moto y la camioneta involucradas y otras diligencias”, contó Fabián en El Tiempo.
El calvario para traer el cuerpo de Miguel a casa
La familia decidió viajar a Bogotá para pedir ayuda en la Cancillería y comenzar el proceso del viaje a Estados Unidos.
“En la Cancillería nos ayudaron a gestionar los pasaportes, pero lo más difícil era la vuelta de la visa. Ellos nos dijeron que no podían agilizar ningún trámite con la embajada americana”, aseguró Fabián en el diario nacional.
Mientras en Colombia intentaban gestionar, en Estados Unidos la exnovia de Miguel pudo encargarse de algunas diligencias funerarias y les contó a la familia que la repatriación del cuerpo podía costar entre 8.000 y 11.000 dólares, una cifra impensable en ese momento.
Un caleño, radicado en Estados Unidos hace varias décadas, organizó un crowdfunding (un fondo de solidaridad en internet) y con esa herramienta pudieron recaudar 10.000 dólares.
“El lunes estuvimos a primera hora en la embajada. Explicamos el caso, pero nos dijeron que no podían hacer nada, que debíamos esperar la llamada de ellos. Salimos de allá decepcionados, pero en la tarde sonó el teléfono. Volvimos, y a eso de las 4 de la tarde teníamos nuestra visa”, relató Fabián.
Con ese paso completo, ahora tenían que conseguir dinero para los pasajes y al darse cuenta de que no podían costearlo, decidieron comprar tiquetes de ida y vuelta para alcanzar a cubrir el precio. Pero los contratiempos seguían ocurriendo; al presentarse una tormenta en Dallas el día que viajaban, tuvieron que viajar a Orlando, para luego tomar otro avión a Dallas, pasar la noche allí y finalmente, al día siguiente, abordar otro más hacia Boise, donde había muerto Miguel hace 10 días.
Ya en Boise, se encontraron con la exnovia de Miguel y luego fueron a la funeraria donde empezaron los trámites del acta de defunción para poder repatriar el cuerpo y pese a que contaban con dinero de ayudas de sus compatriotas, los problemas no dejaban de aparecer. Había un error con el estado civil de Miguel Ángel, por ello el acta de defunción tardó más de lo esperado y, “desde Colombia, les llegó una noticia que incrementaba la tensión: si no lograban que el cuerpo llegara pronto, la velación debería hacerse con el cajón cerrado”.
Algo que con dolor no podían concebir, ya que llevaban cerca de tres años sin verlo y eso implicaba que no podrían verlo nunca más, ni siquiera ya estando tan cerca.
“Lo único que nos faltaba para poder enviar el cuerpo era el acta de defunción pero, cuando la expidieron, la funeraria comenzó a averiguar y ninguna aerolínea quería trasladarlo. Decían que esa solicitud debía hacerse con días de anticipación, que tenían que disponer de una cápsula especial de refrigeración”, contó Fabián sobre una nueva traba que surgió en el momento.
Y aquí surgió la posibilidad de que por este problema perdieran sus tiquetes de regreso. Aún así, ellos no dejaban de pensar en esclarecer cómo había muerto Miguel y si había algún responsable del accidente.
Un proceso penal incierto
“En esa ciudad, en verano anochece después de las 9 p. m. Miguel murió poco después de las 7 p. m., es decir, el accidente fue cuando aún estaba iluminado el día. Mi hermano iba en el sentido sur-norte, y una camioneta transitaba de norte a sur. Allá, el tercer carril lo usa la gente que va a hacer cruces, así que la conductora, una muchacha, se metió a ese carril, pero no esperó a que Miguel, que al parecer iba a alta velocidad, pasara, sino que cruzó a alta velocidad, y ahí se dio el choque”, fue la reconstrucción de los hechos que hizo Fabián.
Según El Tiempo, en un documento expedido por el estado de Idaho, “catalogan la muerte de Miguel como un trauma por fuerza contundente. Su fallecimiento se registró poco después del accidente, a las 8:52 p. m., en un centro médico cercano a la calle Chinden Boulevard, donde fue el choque”.
El diario cuenta que “hay dos elementos que, para la familia, hacen pensar que la conductora de la camioneta cometió faltas”.
El primero, es que según Fabián, “en la gráfica del accidente no se evidencia rastro del freno de la moto, la cual llevaba la vía, mientras que sí se ve una huella de 12 metros de frenada de la camioneta, lo que significaría que la mujer iba a muy rápido y aun así se lanzó a hacer el cruce”.
El segundo es que la conductora no permitió que le tomaran la prueba de alcoholemia: “Ella se negó rotundamente. Dijo que había ingerido alucinógenos el día anterior. Para nosotros, como ella era americana y mi hermano latino, la policía fue blanda”, denunció Fabián en El Tiempo.
Entonces emprendieron la búsqueda de un abogado y se encontraron con uno quien les dijo que, al parecer, su caso “no era prioritario” y se pusieron de acuerdo con el bufete para empezar la investigación y seguir la demanda desde Colombia.
Miguel, por fin de vuelta a casa
Finalmente, cerca de la fecha de regreso, encontraron una aerolínea que podía trasladar el cuerpo de Miguel, pero les exigían comprar un ataúd de casi 6 millones de pesos y al no contar con más opciones, tuvieron que aceptarlo.
Volvieron al país a la espera del cuerpo de Miguel, con deudas por pagar y una demanda con un futuro desconocido.
El diario relata que el “22 de julio, el cuerpo de Miguel dejó la funeraria para abordar un avión en el aeropuerto de Boise” y cuando llegó a Bogotá tuvieron que enviar un coche fúnebre hasta allí para recogerlo y pese a las trabas, la buena noticia fue que pudieron velar el cuerpo con el féretro abierto debido a un proceso de embalsamamiento que le habían hecho en Estados Unidos.
Eso, comenta el diario, “ya pasó más de un año” en el que la familia solo recibió una compensación “irrisoria” de la póliza del vehículo contra el cual se chocó Miguel.
“No hubo investigación civil ni penal. Habríamos querido seguir con el proceso, pero para eso se necesita tener comodidad económica, porque el abogado en Estados Unidos exigía el pago de honorarios. Al final, como familia pensamos que la muerte de mi hermano no era una razón para hacernos ricos con indemnizaciones ni nada de eso y abandonamos el proceso”, contó Fabián.
Finalmente, Miguel Prada Camacho fue enterrado en el parque memorial Tierrasanta, en Bucaramanga, y es visitado por su familia cada semana como un ritual infaltable. A pesar del calvario que sufrieron y los kilómetros recorridos, hoy Aurora, su madre, agradece poder “dejarle flores frente a su tumba y elevarle una plegaria” a su hijo muerto trágicamente en el extranjero.
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