El más reciente estudio de la revista ‘Science Advances’ expuso que los riesgos en el Amazonas, respecto a las consecuencias que puede dejar las labores de los mineros de oro artesanales que hacen extracciones del mineral allí, son muy altos no solo para el ambiente, sino para la salud humana.
Según el artículo, el mercurio que usan los extractores del mineral para separar y sacar el oro en su forma más pura posible es una “una potente neurotoxina”, como lo define el estudio, que empeora su toxicidad al estar en condiciones de bajo oxígeno (sumergido), y genera una actividad microbiana denominada metilmercurio que “presenta riesgos especialmente altos para los humanos y los grandes depredadores porque se bioacumula en el tejido corporal a medida que avanza en la cadena alimentaria. Eso es particularmente preocupante dada la alta biodiversidad y la gran cantidad de poblaciones indígenas que viven en la Amazonía”, señala Jacqueline Gerson, estudiante de doctorado en ecología en la Universidad de Duke, codirectora del estudio.
Para identificar el aumento del daño que genera el químico en las aguas amazónicas, los científicos encargados del estudio recolectaron muestras del río en donde se hace extracción de oro artesanal y de aguas alrededor como lagos y estanques, entre julio y agosto del 2019.
Como resultado, tras el estudio de esa muestra y una comparación de más de tres décadas de datos satelitales de la zona, “se puede ver claramente que el aumento de lagos y estanques artificiales en áreas muy minadas se aceleró después de 2008, cuando los precios del oro aumentaron dramáticamente junto con la actividad minera”.
Justamente esa es una de las razones por las que se conserva la labor minera en las poblaciones aledañas al río, la rentabilidad del negocio para familias que viven exclusivamente de la comercialización de lo que logran sacar de las aguas.
Hacia diciembre de 2019, Pierre Lapaque, representante de la UNOCD Colombia (Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito), aseguró, en una entrevista para el periódico El Tiempo, que la extracción artesanal de oro era “sumamente preocupante porque se evidencia una afectación directa al ecosistema del país, uno de los más ricos del mundo. Es importante intervenir y apoyar a las familias que viven de esta actividad, para que aquellas que no están en el marco de la legalidad entren y reciban el apoyo del Estado. El número de hectáreas afectadas por esta actividad es importante, lo que lleva a adoptar medidas rápidas”.
El mercurio para la extracción minera, según expuso el estudio, en muchas ocasiones es usado “sin las precauciones de seguridad adecuadas para protegerse a sí mismos o al medio ambiente”, situación que podría causar, entre otras cosas, debilidad muscular, problemas de visión y audición y pérdida de coordinación y equilibrio, temblores e incluso la muerte por envenenamiento.
Según la ONU en Colombia, hasta finales de 2019 había 98.028 hectáreas en las que se explota irregularmente el mineral, lo que representa una alza considerable desde 2016, en donde se registraron 83.620 hectáreas, y desde 21014, en donde se reportaron 78.939.
“Colombia no ha podido lograr plenamente la eliminación del uso de mercurio en las actividades de beneficio de oro en la pequeña minería y minería de subsistencia”, comunicó la Contraloría General de la Nación a principios de noviembre de 2020.
El Gobierno nacional había planteado, en 2016, eliminar el uso del mercurio en actividades mineras hacia mayo de 2018, pero la meta no se ha cumplido, según cifras de esa entidad, aún se siguen utilizando 102,89 toneladas de este químico.