Julián Saenz era un joven considerado un modelo a seguir entre sus amigos. Por eso, cuando se fue a Australia, lo único que le auguraron fueron éxitos, pero un diagnóstico médico incierto se llevó su vida en poco más de un año.
El joven, nacido en Villavicencio, decidió irse a Australia a aprender inglés, un sueño por el que venía trabajando desde hace mucho tiempo. En 2018, después de reunir lo necesario, consiguió la visa y partió hacia Melbourne.
“Teníamos 16 años, pasamos por esa etapa en la que hacíamos de todo, pero Julián siempre fue muy correcto. El tema de Dios era criticado por sus padres, pero él siempre defendió sus creencias. Siempre tuvo mucha fe”, le dijo a El Tiempo una amiga cercana, evidenciando lo arraigado que estaba Julián a sus creencias, las cuales, para él, lo mantendrían vivo.
Meses después de aterrizar en Australia, Sáenz empezó a sentir poco apetito, vómitos y su peso empezó a bajar de manera inexplicable, por eso asistió al médico que, a pesar de los múltiples exámenes y al deterioro imparable de su salud, no encontraba la razón de sus padecimientos. Julián perdió más de 30 kilos.
Después de dos meses, en noviembre de 2018, el joven le pidió a su madre, Concepción Velasco, que buscara la manera de viajar hasta Melbourne y lo acompañara. Su diagnóstico seguía siendo incierto. El 31 de diciembre de 2018, la mujer aterrizó en el país oceánico.
El seguro que contrató al viajar le dijo que no se podían hacer cargo de su padecimiento, porque, para la compañía, era una preexistencia, que no cubría. Julián y Concepción empezaron una pelea para garantizarle los servicios de salud porque ni los médicos habían determinado qué padecía. La enfermedad era desconocida.
Los medicamentos que le recetaron para los síntomas y el proceso fueron financiados por campañas de apoyo en ese país y en Colombia.
A pesar de la situación, Julián se aferraba a su fe. “Esto nos ha quebrado el corazón a todos, menos a él. Julián continúa con su fe inquebrantable, consciente de que solo un milagro de Dios podrá salvarlo y él dice que así será!”, dijo en su momento, a El Tiempo, Rosemary Watson, una de las voluntarias en Australia.
Para 2019, la visa de Julián ya estaba por expirar por lo que le pidieron apoyo al consulado por la situación que estaban viviendo.
En abril de ese año, Sáenz publicó un video en sus redes sociales para agradecerle a todas las personas que lo estaban acompañando. “Quiero aprovechar este video para darle las gracias a cada persona que se ha tomado el tiempo para estar pendiente de mi madre y de mí, para ayudarnos. Sin embargo, quiero que este video sea para darle las gracias a Dios porque hoy estoy vivo. Porque a través de lo que estoy viviendo he aprendido muchas cosas. Muchos dirán: ‘¡Ese muchacho está loco!’. Pero yo creo que si no estuviera en estas condiciones, no hubiera aprendido tanto”. Esta fue la última vez que habló públicamente.
Al final, la familia lo trajo de vuelta a Colombia y lo internó en un hospital de Bogotá, donde murió al lado de su familia. La enfermedad que se lo llevó fue un cáncer de estómago que consumió su cuerpo, pero, como afirma El Tiempo, no pudo hacerlo con su fe.
“Julián siempre fue ejemplo de fortaleza, alegría y tranquilidad. Nunca lo vi enojado o molesto por algo, y así lo voy a recordar siempre”, concluyó su amiga.