La captura de Alonso Álvaro en 2019 supuso un golpe poderoso para el clan criminal que lidera la Ndrangheta, la mafia más peligrosa del mundo, conformada por cinco hermanos italianos que controlan el tráfico del 80% de la coca de Europa con operaciones en España, Francia, Malta, Bélgica, Alemania, Eslovaquia, Suiza, Países Bajos, Albania, y Reino Unido.
Revista Semana sacó a la luz nuevos detalles secretos del que se consideraba el segundo cabecilla al mando de esa organización criminal, Alonso Álvaro, el menor de los cinco hermanos, capturado cuando se disponía a traficar 368 kilos de cocaína colombiana en un velero con destino a Génova, Italia, acompañado de un vuelo cargado de 935 millones de Euros para pagar la droga que había adquirido en el país.
El hombre, que llegó a Colombia en marzo de 2019 y se infiltró en la zona selvática de Colombia, en el Catatumbo, para negociar con una guerrilla respecto al tráfico de drogas hacia Europa, fue capturado bajo la operación ‘Buon Vento Genovese’ o en español ‘Buen Viento Genovés’, que tuvo la ayuda de la Policía Nacional de Colombia que llevaba dos meses siguiéndole la pista con la ayuda de la DEA, la Policía Antinarcóticos y la Dijín.
‘Carlo’, como se hacía llamar Alonso entre sus conocidos, llevaba 30 de sus 39 años de vida en el mundo criminal según dejó saber la revista Semana, tres décadas de vida en las que fue acumulando procesos legales pues, tiene en su historial delictivo nueve condenas, algunas desde su adolescencia, por robo, intento de homicidio, porte ilegal de armas, falsa identidad, asociación para el narcotráfico, recepción de bienes robados, extorsión y derrumbe de edificios como consecuencia de bombardeos.
Alonso Álvaro, según informó el medio, fue capturado por primera vez en 2003 y recuperó su libertad 14 años después, sin embargo, estar tras las rejas no fue impedimento para continuar con sus actos ilegales
En marzo de 2019, cuando llegaron los rumores de que el italiano se encontraba en territorio Colombiano, las autoridades colombianas encendieron alarmas y empezaron la búsqueda y persecución en contra del capo que, entre otras cosas, se le conoce como el “Pablo Escobar italiano”.
Alonso Álvaro llegó a Cúcuta inicialmente y, según uno de los agentes secretos consultados por revista Semana, ‘Carlo’, “aparentaba ser un turista cualquiera, reservado, sencillo, hablaba poco español, se movía en un Montero Mitsubishi (...) Alardeaba de haber estado en el mundo criminal desde los nueve años y de haber asaltado a los 12 años su primer banco”.
Tras dos meses durmiendo en la selva bajo la protección de la guerrilla con la que trataba de negociar la salida de una tonelada de coca colombiana para Europa, las negociaciones fallaron, y Carlo decidió negociar con un traficante del Clan del Golfo para cumplir su cometido que, en ocasiones anteriores, había llamado la atención de la Policía Financiera de Génova, quienes le seguían el rastro a Carlo por ser el supuesto responsable de la llegada de dos cargamentos de 100 y 600 kilos de droga que las mafias intentaron entrar a Europa por el puerto italiano de Liguria, en meses anteriores.
“Decía despectivamente que la selva le había sacado canas”, resaltó el agente que se infiltró en una negociación con Luis Antonio Mesa Obando, alias Lucho, un colombiano con un prontuario criminal que además de Colombia alcanzó a llegar a Italia y Holanda, que tenía el control del tráfico de droga por medio de mulas que recogían cargamentos en cualquier punto del país, y que controlaba el tráfico desde laboratorios en Cali, Buenaventura, Tumaco, Medellín, Cartagena, Barranquilla, Santa Marta, Urabá y Chocó.
“Carlo decía tener las rutas seguras para transportar droga hacia Francia e Italia. Siempre dijo estar muy bien parado con la mafia italiana. Inicialmente dijo que iba a comprar una tonelada, luego 600 kilos y finalmente, el 15 junio de 2019, logró transportar 340”, le explicó el agente al medio.
En un archivo que consta de chats y conversaciones telefónicas que está en manos de las autoridades competentes, se confirmó que los criminales interesados en el tráfico de coca desde Colombia se habían reunido en centros comerciales y apartamentos en la ciudad para coordinar el traslado de 600 kilos de droga y que habían alquilado una bodega en Cartagena para guardarla.
“Yo soy ordenadísimo, pero este desorden que me dijo la mona (...) no hay bodega, ¿sabe qué es lo que pasa, hermano?, que yo estaba moviendo una mulense (mula), usted se imagina en el encarte tan hijueputa, ¿no?…”, se escucha en uno de los audios que alias Lucho le envió por chat a un agente encubierto, señala la revista Semana.
El 16 de junio de 2019 fue el día escogido para el transporte del cargamento que partió en la aeronave de matrícula N84IDE desde el Aeropuerto Rafael Núñez, de Cartagena, hacia Estados Unidos.
Partiendo de allí, la droga fue trasladada hacia Génova en un velero del que la policía italiana ya estaba enterada y que esperaban en el puerto para poder capturarlo.
Así fue como, junto con Alonso Álvaro, cayeron Rodolfo Militano, un italiano que tenía encargado de conseguir un furgón y 340 panes para camuflar la droga, y Philip Ierino, un capo al que le habían entregado 150.000 euros como anticipo de los costos de envío de cocaína desde Colombia. Semanas después, las autoridades detuvieron a Doménico Romeo, un financiero y el hombre de confianza de Alonso.
Estas capturas fueron las predecesoras de lo que ocurrió después cuando la policía colombiana y la Fiscalía capturaron a cinco personas relacionadas a las negociaciones de Carlo en Colombia, entre los que estaban el ya mencionado Mesa Obando, alias Lucho, quien ya estaba considerado como fugitivo en Italia y en donde lo solicitan en extradición por pertenecer a una organización que se alcanzó a enviar al menos 20 toneladas de droga a Europa.
Estas capturas se suman a las hechas por las autoridades colombianas en las que cayeron cuatro personas de una organización que pretendía vender 380 kilos de cocaína a la mafia siciliana, competencia directa de la organización criminal Ndrangheta.
Según las autoridades, el negocio, frustrado por la justicia, estaba siendo mediado por capos del cartel de Sinaloa y negociado con disidencias de las extintas FARC.