Así lo señala el informe “Los impactos del covid-19 en la seguridad y la implementación del acuerdo de paz” de la Fundación Ideas para la Paz (FIP), que analizó la situación en cuatro de las regiones más golpeadas por el conflicto.
“En el Catatumbo, sur de Córdoba, Bajo Cauca y nordeste antioqueño la emergencia sanitaria causada por la pandemia del covid-19 ha tenido impactos negativos, directos e indirectos, sobre los esfuerzos de construcción de paz”, advirtió la FIP en el documento, cuya elaboración tuvo apoyo del Gobierno del Reino Unido.
Igualmente “ha propiciado, directa e indirectamente, condiciones para que la violencia armada se mantenga e incluso aumente”.
Según la Fundación, las razones para esto son el aumento de la influencia de los grupos armados ilegales, “el reforzamiento de las medidas orientadas a ejercer control social y territorial por parte de esas facciones” y “el fortalecimiento de los dispositivos de la fuerza pública en el territorio como mecanismo para cumplir la cuarentena y combatir la delincuencia”.
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Influencia de grupos armados ilegales
De acuerdo con la información recogida sobre el terreno por la FIP, en las cuatro regiones “las medidas de cuarentena no han sido obstáculo para que los grupos ilegales mantengan su accionar armado”.
Ejemplo de ello, el informe menciona que Antioquia, donde está ubicado el Bajo Cauca, y Norte de Santander, en el que está el Catatumbo, “fueron dos de los tres departamentos que en el primer cuatrimestre de 2020 concentraron el 72 % de los combates de la fuerza pública contra los grupos armados organizados”.
En el Catatumbo, ubicado en una zona fronteriza con Venezuela, los riesgos de seguridad se han mantenido, incluso cuando el Ejército de Liberación Nacional (ELN) hizo un cese el fuego unilateral durante todo abril.
“De hecho, durante el primer cuatrimestre del año, el 29 % de las acciones de los grupos armados organizados se concentró en Norte de Santander. Los enfrentamientos entre el ELN y el EPL (Ejército Popular de Liberación), así como la influencia que empiezan a ejercer varias estructuras disidentes de las FARC siguen derivando en hechos violentos dirigidos contra la población civil”, detalló la FIP.
La violencia no cesa
El informe sostiene que sobre el sur de Córdoba, durante la emergencia sanitaria, las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) -conocidas por el gobierno como Clan del Golfo-, la banda de Los Caparrapos y una disidencia de las FARC “han mantenido y aumentado su actividad armada por medio de asesinatos, masacres, desplazamientos forzados, reclutamiento de menores e intimidaciones”.
“En el Bajo Cauca y nordeste antioqueño, si bien se ha registrado una disminución significativa de los homicidios -cerca de un 28 % en comparación al primer semestre de 2019-, se presume que el Clan del Golfo y los Caparrapos, así como el ELN y las disidencias de (...) las antiguas FARC siguen llevando a cabo acciones hostiles en contra del Estado y que afectan a la población civil”, concluye el informe.
En las cuatro regiones, los grupos armados ilegales “mantendrían acciones de control y restricciones mediadas por la coerción”, con lo que justifican “la imposición de normas de conducta y sanciones durante la emergencia sanitaria”.
Adicionalmente, hay un “alto riesgo de contagio por las acciones propias de la Policía y las Fuerzas Militares, por estar en la primera línea de respuesta del Estado a la emergencia sanitaria y, por otro lado, debido a los conflictividades sociales que podrían surgir alrededor de la erradicación forzada”.
Efectos en la salud
Un estudio Médicos sin Fronteras (MSF) publicado, este miércoles 28 de octubre, concluyó que cuatro años después de la firma de la paz el recrudecimiento de la violencia ha tenido efectos crónicos en la salud de los pobladores de zonas excluidas de la atención médica por los enfrentamientos entre grupos armados.
“Desde hace algunos meses en varias regiones de Colombia la violencia ha alcanzado cumbres que recuerdan las peores épocas del conflicto armado en el país”, subrayó MSF, que destacó que “esta situación genera un alto nivel de estrés, preocupación y miedo, que derivan en diagnósticos de ansiedad y depresión”.
La organización se refirió a las restricciones para mitigar la pandemia y dijo que el único “relativo respiro para la población durante estos tres últimos años (desde la firma de la paz) fue durante los primeros meses” de la emergencia sanitaria, tras lo cual “la violencia ha alcanzado de nuevo picos de intensidad muy altos”.
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