"Cuando Melba Foucon llevó al Mani a conocer la propiedad que iba a ser suya, él miró con desolación los bancos tallados en madera de nazareno, los marcos quiteños dorados de laminilla de oro, los santos coloniales que el paso de los siglos había dejado mochos, o mancos, o decapitados.
-Este sitio está bueno para un arzobispo -fue lo único que comentó, antes de ordenar, resignadamente, que le bajaran del Mercedes la maleta repleta de dólares-".
Este es uno de los apartes de la novela Leopardo al sol, de la escritora y periodista Laura Restrepo, que narra la historia de una familia de La Guajira, un departamento al norte de Colombia, que entre el narcotráfico y la justicia por mano propia terminó por acabar su propia estirpe.
La obra, que es un testimonio en clave de ficción de los primeros años del narcotráfico en el país, es también el retrato de un fenómeno que, más allá del negocio ilícito, las riquezas exuberantes, las incontables víctimas, el recrudecimiento del conflicto y el nacimiento de nuevas violencias, cambió la cultura del país.
“No trastocó, develó unas maneras de ser que estaban inscritas en nosotros como cultura colombiana que con la plata se pudieron expresar. El narcotráfico lo que hizo fue concretar un gusto que estaba dormido y que la clase alta nunca pudo concertar”, menciona Omar Rincón, periodista y profesor de la maestría en periodismo de la Universidad de los Andes.
Rincón es uno de los académicos que forma parte del proyecto NarColombia, junto a los catedráticos de esa Universidad, Lucas Ospina, de la facultad de Artes y Sergio Andrade de la de Sociología, quienes pretenden, desde sus tres miradas abordar la cultura heredada del narco para “analizar, entender y contar esos valores y criterios”, como asegura Rincón, que se establecieron con su auge.
NarColombia, que cumple dos años como proyecto y que presenta sus artículos, sus piezas gráficas, videos y análisis en el portal Cerosetenta de la Universidad de los Andes, constituye uno de los numerosos estudios que se han querido establecer en el país desde sectores como la academia, y a través de diferentes perspectivas, para comprender un fenómeno que trasciende las drogas y la violencia.
“Narco es el adjetivo de la realidad socio cultural colombiana, lo que pasa en el país es que las formas de conducta narco se han ido socializando para todo, hasta la política se comporta como narco. Todo se compra, todo se vende: la justicia, la ley. No importa la cabeza, no importan los derechos humanos, no importan los valores”, dice Rincón.
Novelas, películas, series, canciones, expresiones y prendas de vestir forman parte de esa nueva estética y de ese nuevo relato nacional que apareció con el narcotráfico. Desde elementos tan etéreos para una sociedad como los valores, hasta otros tan evidentes como la arquitectura de algunas construcciones en las capitales del país, son la evidencia del paso del comercio ilícito durante los últimos cincuenta años.
En el programa para Youtube “The Juanpis live Show”, del humorista Alejandro Riaño, Egan Bernal, el primer ciclista colombiano en ganar el Tour de Francia y el más joven en hacerlo desde 1909, mencionó: “A mí me da mucho mal genio que saquen series y cosas de narco. Siguen sacando eso y no quieren que nos llamen Pablo Escobar en otros países”.
Una etiqueta que, sin embargo, ha sido aprovechada por múltiples negocios que han surgido alrededor de esta “herencia”. Cerca de 80 narcotures han existido en la ciudad de Medellín, un museo dedicado a Pablo Escobar, un parque temático en la Hacienda Nápoles, que fue propiedad del narcotraficante y diferentes objetos como camisetas o vasos, dentro de otras muchas formas de explotación comercial.
Tenemos que hacer una catarsis de nuestra alma narco, pero no la que hacen los gobernantes en Colombia o la gente que se cree de bien en el país, que es negarlo: -ya no somos narcos- y -el narco nunca tuvo que ver conmigo-. Es al revés, el narco tuvo que ver con todos los Colombianos”, asevera Rincón.
El proyecto NarColombia concluirá con una exposición artística compuesta por diferentes piezas, dentro de las que estarán la colección de ropa de la “monita retrechera”, una reconocida narcotraficante por sus vínculos con el Gobierno de Samper y, los narcocorridos de Wilson Latorre y el Grupo Mezcal como artistas invitados. Al vez que, un fanzine recogerá parte del estudio y será el libro de la exposición.
“Para superarla tenemos que aceptarla, casi que aceptar como un enfermo, aceptar qué es lo que nos marca y superar eso”, concluye Rincón.
"-Querían irse de aquí precisamente para huir de gente como el Mani…
-Pero le vendían todo a la gente como el Mani porque era la gente que tenían dinero. Como esos hubo muchos". (Aparte del libro “Leopardo al Sol” de Laura Restrepo).