Por: Carlos Andrés Cuevas C.
“Y ahora, ¿qué hacemos?”, se preguntó Victoria Jiménez. Se lo preguntaban también los demás miembros de su familia. Al temor de la propagación del coronavirus, se sumaba la preocupación por la economía en el hogar: la cuarentena obligatoria en Bogotá, que en un inicio iba del 25 de marzo al 13 de abril, se extendería más de lo imaginado. Eso, seis meses atrás.
En la búsqueda de un remedio para la incertidumbre, encontró abandonadas en un rincón de la casa un par de bolsas con retazos de tela. Ese fue el detonante para el emprendimiento Victoria Confecciones, una pequeña empresa en la que cada miembro de la familia ha aportado un corte o una puntada, y que hoy es reconocida por la elaboración de tapabocas personalizados, en el barrio 7 de agosto y en otros sectores de Bogotá.
Con mi esposo y mis hijos nos pusimos a elaborar tapabocas, en un inicio para dejar de pensar tanto
“Saqué los retazos y vi que servían, que algunos eran de tela antifluidos. Con mi esposo y mis hijos nos pusimos a elaborar tapabocas, en un inicio para dejar de pensar tanto. Hasta que se me ocurrió venderlos”, cuenta Victoria a las 10 de la noche, mientras mira en el tablero del taller, bajo el mismo techo en el que vive, cuántas unidades le faltan para completar uno de los pedidos.
De 20 tapabocas que vendían en ese entonces, promocionados por un cartel en la puerta de su vivienda, pasaron a vender más de 400 a la semana, impulsados por redes sociales como Facebook e Instagram.
“Le pedí a una conocida que escribiera en el grupo de la Junta de Acción Comunal (JAC) que estábamos produciendo tapabocas. Así nos convertimos en distribuidores en el barrio. A nivel Bogotá y Colombia comenzamos a vender a través de redes”, cuenta Vivian Vásquez, la hija de Victoria, quien es filósofa y gestora cultural.
Victoria Confecciones es solo un ejemplo de cómo familias completas en Bogotá y en el país se “reinventaron” en medio de la crisis a través de este elemento de protección personal que creó su propio espacio en el mercado, como una prenda más de vestir y que, por consiguiente, los compradores buscan lucir a la moda.
“No todo en la pandemia ha sido malo, la productividad y la competitividad fue un elemento importante en el que se avanzó; incluso, la comercialización de productos online”, explica Camilo Rodríguez, presidente de la Cámara Colombiana de Confecciones y Afines, quien conversó con Infobae.
Según él, la elaboración de tapabocas les permitió a algunas familias sobreponerse a la coyuntura económica y a las empresas, evitar más despidos de los que ya se han dado este año, alrededor de 530.000 en toda la cadena de producción
“Colombia no solo está en la capacidad de abastecer el mercado nacional, tanto en estos productos como en prendas de vestir, sino de atender a nuestros mercados vecinos, es decir, de exportar. Pero para ello se necesita el apoyo del Gobierno, con una política para la reactivación enfocada en la industrialización de Colombia, en lugar de importar y generar empleo en otros países”, explica Rodríguez.
Un modelo de vocación exportadora es Encajes S.A., compañía experta en hijanza y tejeduría con 42 años de experiencia, que durante la coyuntura ha minimizado las pérdidas gracias a sus ventas online en Europa, Estados Unidos y Brasil.
Este año, lo que espera la compañía, que contaba con 400 empleados antes de la pandemia y ahora con 320, es terminar con el 75 % de los ingresos de 2019.
En julio, de acuerdo con el Departamento Nacional Administrativo de Estadística (Dane), la producción de prendas de vestir fue de un - 29,4%, en comparación con el mismo mes de 2019. No obstante, el sector tuvo un mejora de casi seis puntos porcentuales en comparación con junio, en que la variación fue de - 35%.
De otro lado, con los comercios funcionando tras la reapertura económica, las ventas también registraron un repunte al pasar de -53,4% en el sexto mes del año, a -47,2% en julio, según el Dane.
Recobrar la confianza
“El país tiene con qué”, asegura Camilo Rodríguez. Se refiere a la manera de recuperar el terreno perdido en el mercado nacional como consecuencia de las importaciones, de crear confianza en el consumidor local con productos de valor.
Como muestra de ello están los tapabocas elaborados por pequeños y grandes productores, que dejaron de ser exclusivamente un elemento de bioseguridad y que, ahora, van de la mano del diseño, el confort y hasta la sostenibilidad.
“Ahorita estamos trabajando en tapabocas 3D, que además de ser más cómodos, porque evitan que se empañen las gafas, también brindan mayor seguridad, al cubrir mayor parte del rostro”, comenta Vivian Vásquez, quien junto con su mamá establecieron una alianza con un vecino para estampar los tapabocas, algunos de ellos con diseños de aves y especies endémicas del país.
Al tomar una pequeña decisión de comprar un producto nacional, estamos ayudando a la reactivación económica, al generar más demanda
Entre las apuestas por la sostenibilidad, conforme con Vásquez, está en remojo, ya con pruebas de cómo funcionan y de qué manera producirlas, la idea de comenzar a elaborar toallas higiénicas ecológicas.
“La idea es que el consumidor local entienda que al tomar una pequeña decisión de comprar un producto nacional, estamos ayudando a la reactivación económica, al generar más demanda”, argumenta Rodríguez.
Según el presidente de la Cámara Colombiana de Confecciones y Afines, al comprar un tapabocas se le garantiza el empleo a quien cultiva el algodón, a la operaria que la confecciona, al conductor de transporte que distribuye los pedidos.
“En el país, este sector es el más intensivo en mano de obra femenina —cuenta Camilo Rodríguez—, pues por cada seis mujeres que se emplean, se contrata un hombre”.
En el caso de la familia Vásquez Jiménez, uno de los hombres, Nicolás, el hijo de Victoria, es quien les ayuda con el corte de las telas.
El apoyo del Gobierno, la pieza clave que falta
El país contribuyó con la demanda de elementos de protección personal para el personal de salud durante los últimos seis meses, pero su contribución hubiese podido ser aún mayor, según el presidente de la Cámara Colombiana de Confecciones.
“A corte de julio se importaron 2.200 millones de tapabocas que Colombia estaba en capacidad de producir, en especial porque, tras el llamado del Gobierno Nacional al sector textil para producir estos elementos biomédicos, las empresas incurrieron en la compra de máquinas importadas”, explica Rodríguez.
Debido a tal importación, conforme con el experto, se disminuyó la demanda de estos productos y los empresarios del sector, además de no recuperar la inversión en maquinaria, que por la coyuntura costó hasta tres veces más, tuvieron que verse en la necesidad de despedir a algunos de sus empleados.
“Le pedimos al Gobierno que sea claro en si nos vamos a dedicar a un modelo de sustitución de importaciones o le vamos a dar oportunidad a la industria nacional, con medidas arancelarias para el sector, una tarifa diferencial para el IVA y el objetivo de legalizar el 75% de confeccionista informales”, concluyó Camilo Rodríguez.