Adler Berriman ‘Barry’ Seal se convirtió en el piloto más joven de los Estados Unidos, destreza que usó para hacerse uno de los hombres más ricos de ese país en la década de los 80′s. Ello, transportando cocaína para los hermanos Ochoa, los socios de Pablo Escobar que lo ayudaron a fundar el Cartel de Medellín. Así fue hasta que, creyéndose más listos que los narcos colombianos, se hizo informante de la DEA y la CIA. Esa fue su sentencia de muerte.
Nacido en Baton Rouge, en 1939, Barry mostró desde pequeño su fascinación por los aviones. Su padre, un seguidor de Ku Klux Klan, lo envió a la escuela de aviación siendo apenas un adolescente, así se convirtió en el piloto más joven de Estados Unidos, con apenas 15 años. Y a los 16 ya tenía su licencia oficial. A los 26 le dieron la autorización de conducir Boeing 707. Incluso, llegó a trabajar en la Patrulla Civil Aérea y en la aerolínea TWA Corporation.
Fue entonces cuando empezaron los vuelos hacia Suramérica que le cambiarían el destino. Con otro amigo piloto inició un pequeño negocio de tráfico de marihuana, en plena época del movimiento hippie y de protestas contra la guerra de Vietnam. La ganancias fueron lo suficientemente jugosas para que adquiriera su propia flotilla de aviones. Y en esas, a finales de los 70's, conoció a los hermanos Jorge Luis, Fabio y Juan David Ochoa Vásquez.
Jorge Luis ya había iniciado el envío de cocaína desde Colombia hacia Estados Unidos, y pronto se asoció con el temido Pablo Escobar para fundar el conocido Cartel de Medellín, proyecto en el que incluyó a sus dos hermanos menores, con los que formaría el clan Ochoa. Con ellos y sus otros socios, Gonzalo Rodríguez Gacha y Carlos Lehder, Barry organizó la importación de miles de kilos del narcótico a través de una pista clandestina en zona rural de Arkansas.
De acuerdo a varios medios norteamericanos, amasó una fortuna de más de 50 millones de dólares de la época. Y se hizo a importantes contactos de autoridades corruptas que lo mantenían en juego. Así fue hasta que la CIA y la DEA, que buscaban estrategias para ganar la Guerra Fría y su lucha contra el comunismo, llegaron a él. Ese fue el principio del fin.
La traición
Por esa época el Cartel de Medellín usaba a Nicaragua como punto de embargo y despegue hacia Estados Unidos. Ello, en medio de la revolución y con la venia del ejército sandinista -de izquierda- que controlaba el poder en ese entonces, al que la droga los ayudaba a financiar. Buscando contrarrestar la expansión del socialismo, las autoridades norteamericanas desempolvaron el pasado delictivo de Barry y lo arrestaron en Florida en 1983.
Lo obligaron a colaborar a cambio de no encarcelarlo. Empezaron a supervisar sus vuelos, llenaron de cámaras sus aeronaves y lo convirtieron rápidamente en el testigo más importante en la historia de la DEA, según el periódico Philadelphia Inquirer. Pero la dicha no duraría mucho para los estadounidenses. En 1984, los miembros del cartel ya huían de las autoridades colombianas que los buscaban vivos o muertos tras el asesinato del entonces ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla.
Y con el apoyo de los sandinistas, Nicaragua fue el escondite escogido. En uno de los vuelos de contrabando, el ejército les permitió usar el aeropuerto de Managua, dos aeronaves saldrían cargadas de cocaína, una sería manejada por Barry, en un avión que le dio la CIA lleno de cámaras. Así, por primera vez, capturaron fotografías donde Escobar, Gacha y militares nicaragüenses suben la droga a los aviones.
La operación seguía siendo secreta, pero el Senado en Estados Unidos presionaba al presidente Ronald Reagan por resultados de la lucha contra el comunismo. Y algunas de las imágenes se filtraron en la prensa. Incluso, un medio reveló que Barry Seal era un agente encubierto del gobierno. Los Ochoa se negaban a creerlo, dijo años después a un canal de televisión estadounidense Fernando Arenas, un expiloto de Lehder que trabajó con Seal.
"Ellos (los Ochoa) confiaban en él para todo. Estuvo en Colombia, conocía a los familiares y era tratado como otro miembro de la familia. Jorge compartió buen tiempo con él, lo consideraba un hermano mayor. Sentirse traicionado de esa manera fue una gran ofensa. Fabio quería hacerlo personalmente, pero Jorge lo convenció de no hacerlo, por el riesgo que había", dijo según citó el diario El Colombiano.
La muerte
Barry Seal ya estaba sentenciado. El Cartel de Medellín ofrecía mil dólares a quien lo secuestrara y llevara a Colombia, o USD$500 para matarlo. Así dilataron la venganza algo así como un año, hasta que Jorge Luis es capturado en Madrid y el gobierno estadounidense empieza a presionar a España por su extradición, basado en las declaraciones del piloto.
Para salvar su cabeza, el cartel envía a Estados Unidos a tres sicarios: Luis Quintero Cruz, Bernardo Vásquez y Miguel Vélez. Seal había obtenido libertad condicional, así que andaba a sus anchas en Florida. Pero el 19 de febrero de 1986 lo interceptaron en Baton Rouge y lo asesinaron de seis tiros de una ametralladora Mac 10 cuando iba en su Cadillac, según reportó en esa época The New York Times. Después de su muerte, Jorge Luis fue liberado y regresó a Colombia para continuar con su negocio.
Los tres sicarios fueron detenidos y condenados a cadena perpetua. Y de los Ochoa solo pagó por el crimen Fabio, capturado en Colombia en 2001 y extraditado a Estados Unidos, donde sigue pagando pena de 30 años de prisión. Jorge Luis y Juan David se acogieron a un decreto establecido por el presidente colombiano César Gaviria, que garantizaba rebaja de penas y la no extradición a los narcos que se entregaran voluntariamente. El primero está en libertad y el segundo murió en 2013 de un infarto.
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