La travesía interminable: los hinchas que fueron a ver un partido de la Libertadores y aún tratan de volver a pie y en mula a Colombia

Cansados de esperar una repuesta del Gobierno los siete miembros de la barra del Independiente Medellín emprendieron un viaje por su cuenta para regresar a su casa. Con las fronteras aún cerradas por el coronavirus les ha tocado cruzar países burlando controles migratorios y policiales, andando por trochas y recorriendo las carreteras en mulas de carga y aunque les falta poco para llegar a su destino, su aventura aún no termina

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Yoa Saldarriaga tumbado en las lonas que recubren una mula de carga mientras que esta recorre la via Panamericana en Perú.
Yoa Saldarriaga tumbado en las lonas que recubren una mula de carga mientras que esta recorre la via Panamericana en Perú.

El día que cumplía cuatro meses de haber salido de su casa, Yoa Saldarriaga se levantó bien temprano y empezó a alistar sus pertenecías, las camisas, los jeans, el par de tenis, los buzos y gorros para el frío y las infaltables camisetas del Deportivo Independiente Medellín. En pocas horas se lanzaría de nuevo a la aventura, solo a cuarenta minutos de Tumbes, el pequeño pueblo del Perú donde amaneció esa mañana del miércoles 1 de julio, lo esperaba la frontera con Ecuador y el penúltimo obstáculo en su travesía interminable por Sudamérica tras quedar varado en Bolivia por el amor a una camiseta de fútbol.

Yoa Saldarriaga es uno de los siete barristas del parche “Banda Caminante” que hace parte de la barra brava “Rexistexia Norte” y que quedaron atrapados en Bolivia por el cierre de fronteras, cuando trataban de regresar a Colombia, luego de asistir al partido de Copa Libertadores en el que Independiente Medellín perdió 3-0 contra Boca Juniors en la mítica Bombonera de Buenos Aires.

Grupos de barristas de la "Banda el Caminante" uno de los parches de la "Rexistenxia Norte"
Grupos de barristas de la "Banda el Caminante" uno de los parches de la "Rexistenxia Norte"

Durante meses estuvieron pasando penurias, luchando por encontrar dinero para comer, viviendo arrimados en una casa con 20 personas más y a la merced de que el confinamiento, el hambre o un infortunio del destino los hiciera presa fácil del virus pandémico que cerró el continente y el mundo entero.

Fueron meses de aguante, una de las cualidades que definen a un hincha, como bien lo dijo Yoa en la primera conversación que tuvo con Infobae, pero incluso el aguante tiene sus límites, porque hay veces que la frustración es mucha. En esos momentos, el aguante muta, usa la rabia contenida y se transforma en coraje, porque “para ser hincha hay que tener los huevos bien puestos”.

Así Yoa y sus parceros de la “Banda Caminante” tomaron la decisión de salir de Bolivia por sus propios medios, cansados de esperar un apoyo del Gobierno que nunca llegó, molestos al ver que otros grupos con más recursos que ellos sí podían acceder a los vuelos humanitarios que se disponen para colombianos en el exterior, pero en los que si no se paga el cupo -que puede costar cientos de dólares- no puedes regresar a tu hogar.

“Nosotros llevábamos en Bolivia más de cuatro menes, así que decidimos cada uno devolvernos poquito a poquito, viajando en tractomulas, pidiéndole a las mulas que nos ayudaran, porque la verdad el Gobierno de Colombia no nos ayudó, se olvidaron de nosotros, que éramos colombianos, así que bajamos por nuestra cuenta”, afirma.

El Desaguadero: la primera frontera

Salieron de Cochabamba con rumbo a La Paz, donde se reagruparon en un hotel para pasar la noche y planear la primera parte de la travesía. Su primer reto era llegar a la frontera con Perú, una zona conocida como el Desaguadero que comparte territorio entre los dos países y por donde pasa la principal cuenca del lago Titicaca.

Tan solo entrar al Desaguadero representó un gran problema, pues al ser zona de frontera estaba cerrado para la circulación de extranjeros. Para hacerlo les tocó meterse por una trocha llena de monte sorteando así el puesto de control de la policía, que terminaron de evadir tomando un transporte que los camufló en el pueblo.

Ese es un pueblo muy pequeño y todo el mundo se conoce, hay muchos barcos porque ahí mismo está el lago, a uno la maleta lo delata y como somos varios nos hacemos notar más que somos extranjeros. Hay que tener mucho cuidado porque la gente ya sabe que uno está pasando ilegal y le puede llamar a la policía”, dice Yoa.

Yoa Saldarriaga y Stiven Tamayo en la frontera entra Bolivia y Perú.
Yoa Saldarriaga y Stiven Tamayo en la frontera entra Bolivia y Perú.

Tratando de entrar al Desaguadero el Ejército los captura y los entrega a la Policía, la cual fue de gran ayuda para ellos pues según cuentan entendieron sus ansias por regresar a su país y no los retuvieron por mucho tiempo. “Nos pusieron a hacer aseo en la estación y nos dejaron ir”, relata Saldarriaga, pero resalta que cuando entraban al pueblo por la trocha, y luego tratando de cruzar la frontera el miedo de ser capturados era grande, pues podían ir presos si los cogían in fraganti.

“En el Desaguadero queda la frontera, ahí está la guardia de Perú y de Bolivia, y además está el río. Usted tiene que jugar muy vivo y meterse por unas trochas para que no lo coja la guardia, si no conoce el camino tiene que pagarle a alguien que lo pase porque si lo cogen va preso”.

La banda de caminantes optó por esa opción y pagó 40 bolivianos (USD 5,7) por cabeza para que los cruzaran hasta Perú. El contacto lo consiguió Yoa de otro amigo colombiano que ya había transitado por esas trochas, pactaron el precio y encontrarse a las 7 p.m. para cruzar la frontera, pero no fue sino hasta las 10 p.m. cuando bajó la presencia de la Policía y el Ejército en la zona que pudieron aventurarse con rumbo a suelo peruano.

Ese cruce de frontera fue el momento más fuerte que recuerda Yoa del último mes que lleva tratando de recorrer los pasos que lo devuelvan a casa, dice que él y sus amigos tuvieron mucho miedo, que toda la escena parecía sacada de una película de acción y que fue un momento de mucho vértigo que sin embargo le gustó, porque la piel del hincha es dura, no se arruga, y es en momentos así cuando sale el coraje.

Caminando por una trocha del Desaguadero, frontera entre Bolivia y Perú.

En medio de la oscuridad de la noche, les tocaba ir despacio y agachados, devolverse un par de veces por casi encontrarse de frente con la guardia, la adrenalina de ver las linternas pasar cerca de ellos, o de pasar al lado de alguna casa y que los pudieran delatar. Además, eran siete, un grupo grande, más los guías que les indicaban el camino y dos perritos que adoptaron en Bolivia y que sumaron al grupo como otros caminantes más, pero que con sus ladridos agregaban al nerviosismo de ser descubiertos.

Después de la trocha vino el río, y para cruzar se montaron en un “barquito” que manejaba una señora. Ella los terminó de pasar, no sin antes tener que atravesar a pie una parte del río.

Mojados, cansados y asustados, por fin llegaron a Perú, todavía con un largo camino de regreso por delante.

La primera noche en Perú debieron dormir en la calle.
La primera noche en Perú debieron dormir en la calle.

En mula por Perú

Esa primera noche encontraron la zona peruana del Desaguadero en toque de queda, por lo que les fue imposible conseguir un lugar donde dormir y les tocó pasar la noche en la calle, empapados de haber cruzado el río y a la merced de un inclemente frío.

Yoa Saldarriaga encima de un una mula recorriendo Perú.
Yoa Saldarriaga encima de un una mula recorriendo Perú.

“Ahí ya había toque de queda así que nos tocó dormir en la calle, casi nos da una hipotermia del frío, después de esa noche ya empezamos a coger mula”.

Montados en las lonas que cubrían las cargas de estos grandes camiones, Yoa y sus compañeros continuaron su viaje determinados a cruzar todo el país. En esas mulas de carga, que a veces llevaban cemento, a veces papas, adobes o ladrillos, llegaron a Arequipa, Lima, Pumo, Culiaca o Trujillo.

Varios de los hinchas DIM de la Banda Caminante en una estación de camiones de carga en Perú, con los perros que adoptaron en Bolivia.
Varios de los hinchas DIM de la Banda Caminante en una estación de camiones de carga en Perú, con los perros que adoptaron en Bolivia.

Los viajes los hacían entre las 5 a.m. y las 8 p.m. el tiempo que debido a la cuarentena podían transitar las mulas por las carreteras peruanas. En las noches dormían en las estaciones y pronto se hicieron buenos amigos de los conductores, quienes se convirtieron en aliados claves para poder continuar en las rutas.

“En una mula nos montamos varias veces sin permiso incluso y los choferes no nos venían sino cuando paraban, entonces hablábamos con ellos y nos colaboraban”, cuenta.

Cruzando Perú en mula por la vía Panamericana.

De mula en mula viajando por la vía Panamericana que conecta gran parte del Perú, pidiendo plata a los muleros, vendiendo dulces o recibiendo apoyo de sus familias y de sus amigos de la “Rexistexia Norte” que están en Medellín, así sobrevivieron el paso por Perú hasta llegar a Tumbes, y de ahí volver a tomar fuerza para enfrentar una nueva frontera.

“Ha sido una cosa muy dura, pero tenemos salud y estamos bien, estamos muy motivados para llegar a Colombia”, dice con entusiasmo.

Cruzando Perú en mulas de carga.

Ecuador: a un paso de casa

Cerca de las 10 a.m. Yoa Saldarriaga salió rumbo a Agua Verde, pueblo fronterizo entre Perú y Ecuador, su objetivo era cruzar hasta Huasquillas, ubicado en el lado ecuatoriano, la séptima frontera que habrá cruzado en cuatro meses de travesía por Sudamérica.

Mientras recoge y se alista para salir, habla con Infobae de lo que han sido estos meses, con frecuencia menciona el abandono del que fueron víctimas él y sus compañeros de barra por parte del Estado Colombiano.

“Nosotros nunca recibimos ninguna ayuda del Gobierno de Colombia, se olvidaron completamente de nosotros, como si no fuéramos colombianos, como si no fuéramos seres humanos que también sentimos”, dice.

Mientras termina de guardar su indumentaria del DIM nos cuenta sus intenciones: “El plan es pagarle a un guía para que me pase, aunque si yo veo que puedo pasar solo pues paso solo. Dicen que es como una hora y media que me demoro caminando por una trocha, dicen que cobran 20 dólares y cobran otro tanto cuando llegas, pero ahorita tengo llegar a averiguar cómo es eso”.

Con Yoa ahora solo viaja otro compañero, el grupo se dividió después de alguna de las tantas paradas y brincos de una mula a otra, los otros están a unas horas de camino, pero seguirán la misma ruta de Saldarriaga, seguramente, aprenderán de su experiencia.

Cruzando la frontera entre Perú y Ecuador.
Cruzando la frontera entre Perú y Ecuador.

Era la una de la tarde del miércoles 1 de julio cuando nuestro protagonista manda su primer video desde la frontera. Va montado en una moto taxi y recorriendo un camino de arena, se toma unas fotos donde aparece con el tapabocas puesto y muy animado, dice que consiguió el transporte y que está cerca de cruzar la frontera, que todo ha estado tranquilo y sin sobresaltos.

Montado en un motocarro Yoa recorre parte del camino que lo llevará desde Perú hasta Ecuador.

Minutos después llega un audio: “Nos acaba de parar la policía mijo, me iban a bajar, pero gracias a Dios me dejaron seguir”.

Y después otro: “Parce esto es como una película de acción, me ha parado tres veces la policía, me tocó tirarme por un charco, he hecho de todo, voy por un camino de locos, pero ya, ya, ya, bien voy bien”.

Entre monte y arriesgando su vida, así logró cruzar la frontera entre Perú y Ecuador Yoa Saldarriga, quien reclama que el Gobierno colombiano lo abandonó a él y a sus compañeros de barra a su suerte.

Dos horas después pudimos retomar comunicación con él y nos informó que ya había logrado cruzar la frontera y estaba en Ecuador.

“Parce eso fue cosa de locos mi socio vea: la primera vez que salimos hablamos con un motocarro, dijimos que teníamos que ir a Agua Verde, ahí queda la frontera. Llegamos y nos encontramos con el Ejército que nos dijo que no podíamos pasar, que era imposible porque la frontera estaba cerrada. Entonces logramos encontrar a alguien que nos dijo que si le dábamos plata él nos llevaba hasta Huasquillas (Ecuador). Nos fuimos con él en otro motocarro que nos pasó, después nos cogió otra vez la Policía, pero nosotros le dijimos que éramos colombianos, que estábamos retornando, que queríamos volver a nuestro país, incluso nos hicimos los que estábamos llorando y con eso los tramamos”, relata emocionado su aventura.

Caminando por una de las trochas que separan Perú de Ecuador.

A Yoa lo dejamos almorzando después de haber logrado pasar a Ecuador. Nos dijo que estaba casi sin dinero y que no tenía claro donde dormiría esa noche. En su ruta sigue encontrarse con un parcero de otra barra en Huasquillas con el que viajará hasta Machala y de ahí a Guayaquil.

“Nuestra meta es llegar a Colombia, ahí vamos, ahí vamos”, sentencia.

Cuatro meses de camino y todavía queda todo un país que recorrer para regresar a casa, aquel partido del DIM contra Boca Juniors que motivó esta travesía interminable parece ahora lejano. En la mente de los barristas de la “Banda Caminante” está la meta de volver a Colombia, pero no olvidan a su equipo y sueñan con ser recibidos como unos guerreros por sus compañeros de la Rexistenxia, con los que volverá a alentar al Independiente Medellín tan pronto como el corononavirus lo permita.

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