Lejos de los grandes lujos y excentricidades que caracterizaron a los narcotraficantes colombianos en la década de los 80 y 90, cuando los carteles de la droga imperaban en el crimen organizado del país, ahora los capos del negocio han evolucionado a formas más discretas que les permiten permanecer por fuera del radar de las autoridades por años, los narcos invisibles.
Tal es el caso de “Memo Fantasma” un alias que pasó desapercibido por más de 30 años por las autoridades colombianas pero que pertenece a uno de los narcotraficantes más poderosos que jamás hubo en el país. Alguien cuya vida criminal empezó en los tiempos de Pablo Escobar y el Cartel de Medellín, se consolidó durante el auge de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) la organización paramilitar más sanguinaria del conflicto colombiano y posterior a su desmovilización se logró colar en los más prestigiosos círculos de la sociedad Bogotana, llegando hasta convertirse en un hombre de negocios que hoy vive en España, lejos de pagar por los crímenes que cometió.
Su verdadera identidad es Guillermo Acevedo, un nombre que fue el resultado de una investigación periodística que por años Jeremy McDermott y su equipo de InSight Crime realizaron de una manera exhaustiva, revisando entre los miles de expedientes de Justica y Paz -el proceso judicial que recogió la desmovilización de los paramilitares- y recurriendo a fuentes anónimas fuertemente vinculadas a la vida criminal en Colombia.
Sus inicios con Escobar y el Cartel de Medellín
La historia criminal de Memo Fantasma se remonta hasta los años del Cartel de Medellín, cuando Pablo Escobar era el amo y señor de la droga en Colombia. Por aquel tiempo, finales de la década del 80 y principios del 90, las extravagancias del “Patrón” ya lo habían hecho saltar al ojo de las autoridades, quienes emprendieron un asedio contra él para lograr su captura.
Pablo, que trató de construir para sí mismo una imagen de millonario filántropo, donando casas y barrios enteros en los lugares más pobres de su ciudad Medellín, atrajo demasiada atención cuando dio salto a la política y logró llegar a la Cámara de Representantes. Allí empezó una pelea pública con el entonces viceministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, y el candidato presidencial Luis Carlos Galán, que resultaría en la muerte de ambas figuras por ordenes del capo y una guerra frontal contra el Estado que mermaría en un primer momento con la entrega de Escobar y su posterior encarcelamiento.
Fue durante la estadía de Escobar en prisión, en una cárcel construida por él mismo llamada La Catedral, que la carrera de Memo Fantasma comenzaría. Por ese entonces, 1992, Memo era un joven de 21 años y estaba radicado en los Estados Unidos, recibiendo cargamentos de cocaína del Cartel de Medellín bajo la dirección de Fabio Ochoa Vasco, quien era uno de los miembros más importantes del Cartel pues controlaba la distribución de la droga en el país norteamericano, que por aquel entonces era de seis u ocho toneladas por mes.
Ochoa sería una pieza fundamental en la historia del fantasma, pues el sobrevivió el desmantelamiento del Cartel de Medellín y pasó a trabajar de la mano de Diego Murillo Bejarano, alias Don Berna, cuando este tomó el control de la Oficina de Envigado, la organización criminal que sucedió al Cartel en el control de hampa en la capital antioqueña.
De la mano de Ochoa Memo se habría de sus primeros contactos con los carteles mexicanos y aprendería el negocio del narcotráfico internacional. Algo que le fue muy útil cuando se vio en poder de un cargamento de cocaína del que no tenía a quien rendir cuentas, debido a la guerra librada en Colombia por los capos del narcotráfico.
Ese crucial momento coincidió con la guerra de Los Pepes contra Pablo Escobar, que inició tras el asesinato de Fernando Galeano -quien le manejaba los negocios a Escobar -en el interior de La Catedral, en una reunión donde también habían sido convocados los hermanos Castaño -que posteriormente formarían las AUC- y otros jefes narcos del Cartel de Medellín para que le rindieran cuentas a “El Patrón”.
Fueron los Castaño, en alianza con Don Berna -entonces jefe de seguridad de Galeano- y con la financiación del Cartel de Cali de los hermanos Rodríguez Orejuela, quienes conformaron Los Pepes (Perseguidos Por Pablo Escobar) y en colaboración con el Escuadrón De Búsqueda de la Policía por fin dieron muerte al capo de Medellín en diciembre de 1993.
Peter Vincent, exfuncionario del Departamento de Justicia de Estados Unidos, afirmó on the record para InSight Crime que Memo Fantasma “fue socio de Pablo Escobar y del infame Cartel de Medellín, y terminó reuniendo una gran cantidad de cocaína de alta calidad que le robó a Escobar y le permitió establecer sus propias operaciones”.
Durante la guerra Memo siguió con la operación en los Estados Unidos, ganando dinero a sus anchas gracias a los contactos que tenía en México y el país anglosajón, empezando así una operación propia.
Una vez muerto Escobar y desmantelado el Cartel de Medellín, el negocio de la droga conoció un nuevo capo, Don Berna, quien tomó el mando de La Oficina de Envigado y la hizo pasar de una sucursal del Cartel de Medellín encargada de cobrarle las deudas a Escobar, al epicentro del narcotráfico de la ciudad. La Oficina aún opera en la actualidad y recientemente uno de sus capos invisibles, alias Señor T, logró ser capturado por las autoridades.
Los Castaño por su parte, empezaron a consolidar su proyecto paramilitar antimarxista en las zonas rurales de Antioquia y Córdoba, uno que cada vez más estaría financiado por el narcotráfico y los convertiría en los jefes de la que llegó a ser la mayor empresa de cocaína del mundo, las AUC.
“Sebastián Colmenares” y su pasado paramilitar
La de movilización de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) principal organización paramilitar del país, durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, dejó al descubierto el nombre de varios narcos que hasta ese momento venían operando en la clandestinidad. Tal fue el caso de Don Berna, quien aprovechó el proceso de paz de Santa Fe de Ralito para colarse en la estructura paramilitar y obtener así los beneficios de haber firmado la paz.
Entre esos firmantes de Ralito hubo un nombre del que las autoridades colombianas nunca pudieron saber su verdadera identidad: Sebastián Colmenares.
Colmenares aparecía en lo más alto del organigrama del Bloque Central Bolívar, una de las más sanguinarias estructuras de las AUC con presencia en los departamentos de Antioquia, Arauca, Bolívar, Caquetá, Caldas, Córdoba, Nariño, Putumayo, Risaralda y Santander. El BCB operó entre 1998 y su desmovilización en 2006 y tenía como comandante militar a Carlos Mario Jiménez, alias Macaco. De acuerdo con Peter Vincent, la fuente en el Departamento de Justicia estadounidense “Memo Fantasma era realmente un jefe, o el jefe, del Bloque Central Bolívar, responsable de la muerte de unas 10.000 a 15.000 personas”. Vincent fue agregado judicial de la Embajada de Estados Unidos en Bogotá entre 2006 y 2009 y por sus manos pasaron todos los expedientes sobres las AUC y sus actividades narcotraficantes.
“Llevaron a cabo sus grotescas actividades terroristas y de narcotráfico en Colombia. Las AUC no solo acumularon más poder que los carteles de Cali o Medellín, […] cometieron delitos de narcotráfico y crímenes de lesa humanidad y genocidio, en un esfuerzo declarado por eliminar de raíz cualquier amenaza a su dominio de la actividad narcotraficante”, agregó.
La misión del BCB era recuperar estos territorios que habían sido tomado por las guerrillas marxistas que operaban en Colombia, como las FARC y el ELN, pero detrás de esta empresa contrarrevolucionaria se escondía otra enfocada de lleno en el narcotráfico. De esa parte del negocio se encargaba Sebastián Colmenares, un nombre que tras la desmovilización de todas las AUC, desapareció del radar de las autoridades.
Sin embargo, en 2015 y gracias a una investigación hecha por la periodista Ana María Cristancho y publicada en El Espectador, se logró establecer que Sebastián Colmenares también respondía a otro alias, Memo Fantasma.
Recopilando testimonios de exparamilitares miembros del BCB Cristancho, que luego pasaría a formar parte del equipo investigativo de InSight Crime, logró determinar que ambos alias eran la misma persona, que en principio identificó erróneamente como Guillermo Camacho Acevedo.
En esa investigación se cuenta como entre 1995 y 1996 Memo Fantasma volvió a Colombia y cruza caminos con uno de los operadores más temidos de la Oficina de Envigado, Carlos Mario Aguilar, alias Rogelio.
Con el tiempo Rogelio se convertiría en su amigo y “padrino” en el mundo del criminen en Medellín, sería él quien presentaría a Memo con Don Berna -para entonces jefe de la Oficina- el fantasma solo tenía 24 años de edad.
Gracias a sus conexiones con México Memo seguía manteniendo una operación más o menos independiente y decidió montar un laboratorio de procesamiento de cocaína en Yamural, una zona que las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (la primera estructura de lo que posteriormente serían las AUC) controlaban.
Las ACCU estaban al mando de Carlos, Vicente y Fidel Castaño y llamaron al joven memo a rendir cuentas. De acuerdo a una fuente paramilitar consultada por Insight Crime y referenciada como “Héctor”, a esa reunión también habría ido Don Berna, quien introdujo al fantasma con los jefes paramilitares.
Como resultado Memo pasó a integrar la creciente organización paramilitar, en la cual avanzaría pronto de jerarquía, ya que Carlos Castaño lo enviaría junto con “Macaco” a conformar el Bloque Central Bolívar y tomar esa región, entonces en poder de las guerrillas, para los paramilitares. Toda esa historia está recogida de los testimonios de José Germán Sena Pico, alias “Nico” y Juan Carlos Sierra, alias “El Tuso”, ante los tribunales de Justicia y Paz.
Fue Nico, fue quien describió gran parte de la operación de narcotráfico del BCB, afirmando que entre 1997 y 1999 este bloque movía grandes cantidades de cocaína de las cuales una importante porción pertenecía a Memo Fantasma y Macano. Lo hacían usando botes y lanchas rápidas que salían de las cosas Caribe y Pacífica.
Además, Nico fue el responsable de entregar el primer nombre asociado con los alias Memo Fantasma y Sebastián Colmenares, lo hizo ante una Fiscal de Justicia y Paz en 2015.
“Memo Fantasma era la segunda persona después de Macaco en el Bloque Central Bolívar (…) El nombre, porque yo estuve con él, a mí me tocó estar con él como correo humano, estuve con él de la mano, se llama Guillermo Camacho”, afirmó Nico ante la jueza que lo interpeló asegurando que ese nombre no existía en ninguna base de datos. Nico respondió: “Bueno, la chapa de él siempre fue Sebastián Colmenares o Memo Fantasma”.
Guillermo Acevedo, el nombre detrás del fantasma
Pese a aparecer como uno de los principales jefes del Bloque Central Bolívar de las AUC y de haber firmado el pacto de Santa Fe de Ralito con el que se desmovilizaron los paramilitares, de “Sebastián Colmenares”, el alias paramilitar de Memo Fantasma, nunca se volvió a saber más. Ni siquiera después de que en 2015 se hiciera pública la declaración de alias Nico y el nombre de Guillermo Camacho, el cual, como bien señaló la Fiscalía en ese entonces, no aparecía en ninguna base de datos del Estado, era un verdadero fantasma.
Pero la publicación de ese primer artículo que vinculaba los dos alias como la misma persona hizo que apareciera una nueva fuente, que la investigación de InSight Crime identifica como “Zara”, una mujer que afirmaba haber sido engañada por Memo Fantasma y cuya información sobre este misterioso personaje logró ser verificada hasta darle veracidad. La pieza clave que entregó “Zara” fue el verdadero nombre del fantasma: Guillermo León Acevedo Giraldo. A diferencia de Guillermo Camacho, una identidad falsa que aseguró fue creada por Memo Fantasma para protegerse durante su paso por las AUC, de este nombre sí había registro, aparecía como accionista de una empresa: Inversiones ACEM S.A. radicada en Bogotá en la carrera 14 No 85-68, oficina 408.
Entre los documentos que por Ley cada accionista debe suministrar al inscribir en Cámara de Comercio una compañía está la cédula de ciudadanía, la cual colocaba el nacimiento del fantasma en 1971 en Envigado.
Fue un suceso fortuito y hasta insólito el que le puso rostro al fantasma. Un episodio de Séptimo Día, programa periodístico que se emite los sábados en la noche por Caracol TV, casualmente grabó un segmento en un restaurante del norte de Bogotá, en el que estaba comiendo Memo Fantasma, y al aparecer en la televisión fue reconocido por varias de las fuentes que tenían en la prisión los investigadores que estaban tras su pista.
Así, con su foto y su nombre, las conexiones de sus alias criminales con su persona real empezaron a establecerse.
De los demás accionistas de ACEM S.A. se lograron establecer vínculos con Guillermo Acevedo. Uno en particular, el de Catalina Mejía, su esposa, ayudó a construir la historia del hombre más allá de su prontuario criminal.
Catalina Mejía es parte de una acaudalada familia de Medellín, dueña de un próspero negocio de muebles y parte de la élite de la ciudad. Ella habría sido el tiquete de entrada de Memo a un mundo donde no había nacido, pero al que buscó ingresar gracias a la gran fortuna que consiguió por cuenta del narcotráfico.
Usando ACEM S.A. como fachada, memo empezó a hacerse un nombre en el negocio inmobiliario, incluso llegó a ser socio de Hitos Urbanos, la compañía de la actual vicepresidenta de Colombia, Marta Lucía Ramírez y su esposo Álvaro Rincón.
Sobre este hecho, ocurrido en 2006 la vicepresidente ha dicho que en ese entonces a Guillermo Acevedo se le hizo un rastreo de antecedentes judiciales y no apareció absolutamente nada que indicara alguna actividad criminal. También ha dicho que no conoce a ese personaje y su propio esposo colaboró con la investigación que expuso el nombre del narco fantasma.
El fantasma de Madrid
Hoy Memo Fantasma vive en Madrid, donde ha constituido empresas y tiene propiedades en sectores lujosos de la ciudad donde viven celebridades y famosos deportistas por la seguridad y privacidad que brindan.
Su nombre Guillermo Acevedo, sigue sin ser asociado con ningún delito, aunque ha llamado un poco la atención de las autoridades pues entabló algunos negocios con colombianos que tienen identificados como lavadores de dinero del narcotráfico.
Jeremy McDermott, quien dirigió la investigación que dio con su nombre, logró confrontarlo e intercambiar una conversación y varios correos electrónicos con Acevedo. El empresario negó cualquier vinculación con el crimen colombiano, su pasado paramilitar y su paso por el Cartel de Medellín, sin embargo, son muchas las conexiones que atan su nombre con el fantasma que por años ha burlado las autoridades.
Al recorrer sus más de 30 años de vida criminal, es claro que Memo Fantasma es el último eslabón de una larga cadena de criminales que fueron piezas claves en el crecimiento del narcotráfico en Colombia, una actividad que sigue encontrando formas de reinventarse y sofisticarse. A diferencia de sus socios o antiguos cómplices, todos muertos o en la cárcel, a Memo todavía nadie lo toca, ni siquiera después de haber quedado expuesta su identidad.
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