En marzo 27 se cumple la condena de uno de los criminales más temibles de Colombia, Salvatore Mancuso, alias el Mono, un hombre que llegó a ser uno de los jefes máximos de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), una federación de organizaciones paramilitares que funcionó durante la década del 90 hasta su desmovilización parcial en 2005.
La figura de Mancuso adquirió relevancia nacional en gran medida por sus orígenes, ya que a diferencia de otros reconocidos protagonistas del conflicto colombiano, como los comandantes guerrilleros y muchos otros paramilitares, “el Mono” era un miembro de la alta sociedad de su natal Córdoba que decidió tomar las armas y sumarse a la lucha contrainsurgente que motivó en un primer momento el nacimiento de los grupos de autodefensas.
Hijo de un inmigrante italiano que se convirtió en un reconocido ganadero y una colombiana hija de uno de los fundadores del departamento de Córdoba, Salvatore Mancuso nació el 17 de agosto de 1964 en Montería, su capital. Sus parientes italianos fueron fundadores de una de las primeras industrias de metalmecánica cuando llegaron a Colombia y con el tiempo se dedicaron a la ganadería.
Su infancia transcurrió entre privilegios. Estudió en la mejor escuela de su ciudad junto con todos los hijos de la alta sociedad cordobesa. Estudió ingeniería Civil y Administración Agropecuaria en Bogotá y al regresar a su tierra natal se dedicó a administrar la finca de su familia.
Se casó con un mujer con ascendencia extrajera, como él, heredera de la familia Dereix, que habían venido desde Francia y al llegar a Córdoba fundarían el primer banco del departamento, aunque ellos, como los parientes italianos de Mancuso, terminarían siendo más reconocidos por sus actividades ganaderas.
Sus inicios en el paramilitarismo se remontan a 1992 cuando tres guerrilleros del Ejército Popular de Liberación (EPL) trataron de extorsionarlo. Mancuso en ese entonces administraba las fincas ganaderas de la familia de su esposa y el cobro extorsivo a los hacendados y ganaderos de la región era una práctica común de las guerrillas para financiarse.
Buscando impedir que volvieran a extorsionarlo, “el Mono” decidió seguir a los guerrilleros y cuando descubrió dónde se refugiaban dio las coordenadas a miembros del Ejército que procedieron a hacerles una emboscada. Desde ahí empezó a colaborar como informante de la Brigada 11 del Ejército.
Ese año Mancuso conoce al mayor del Ejército Walter Fratini Lobaccio, también de ascendencia italiana y entablan una amistad que deriva en la conformación de frentes de seguridad entre los ganaderos de Córdoba, los cuales pagaban un impuesto al mayor y luego a Mancuso para garantizar su seguridad frente a las extorsiones, secuestros y amenazas de los guerrilleros.
Paramilitarismo, narcotráfico y política
Para 1994, Mancuso ya era reconocido por enfrentarse a los guerrilleros de Córdoba, lo cual atrajo la atención de los hermanos Castaño (Fidel, Carlos y Vicente) quienes eran jefes de un grupo paramilitar que operaba en la misma región. En ese año muere Fidel Castaño, y sus hermanos Carlos y Vicente, junto con Mancuso, crean las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu).
Un año después fundaría la Cooperativa de Vigilancia y Seguridad Privada (Convivir) Nuevo Horizonte. Estas “convivir” eran para ese entonces legales y consistían en frentes de seguridad privados de los hacendados para proteger sus tierras de la guerrilla. Esta figura, que revestía de legalidad el actuar paramilitar -y bajo el cual se cometieron muchos crímenes atroces- vieron su fin en 1997 cuando el Constitucional colombiano las eliminó.
La gran mayoría de los directores de las “convivir”, como Mancuso, terminaron integrando las AUC, una organización federada que agremió a las principales estructuras paramilitares que existían en Colombia para entonces. La convivir de Mancuso, por ejemplo, primero pasó a llamarse Compañía Córdoba y luego con el surgimiento de las AUC pasó a ser el “Bloque Córdoba” de dicha organización.
Para entender el fenómeno paramilitar en Colombia el profesor Luis Fernando Trejos, experto en conflicto armado, resalta que no fue un proceso homogéneo, sino que respondió a lógicas regionales y que se podría dividir en tres generaciones.
“Hubo una primera generación que estaba avalada por el estado en los años 60, y que fue paralela al surgimiento de las guerrillas. Después viene una segunda oleada que es el MAS -Muerte a Secuestradores- un grupo creado por los narcos en los 80 que establece el vínculo entre narcotráfico y el paramilitarismo. La tercera generación nace en las convivir y desemboca en las AUC”, afirma Trejos.
Esta última generación, de la que hizo parte Mancuso, se caracteriza por tener fuertes vínculos con el narcotráfico, ser abiertamente mafiosa y anticomunista. Además, por tener una vocación política clara, que buscaba la captura del Estado en el plano local y regional, pero también teniendo una proyección nacional.
A ese matrimonio entre paramilitarismo y política se le llamó “parapolítica” y llegó a ser tan fuerte que gracias al respaldo paramilitar estos tuvieron cuotas en concejos, asambleas, alcaldías y gobernaciones en todo el país, incluso, llegaron a poner el 30% de los Congresistas que integraron el parlamento durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez.
Eso explica por qué, en medio de las conversaciones de paz en Santa Fe de Ralito, entre el Gobierno Uribe y las AUC, Mancuso acudió ante el Congreso y tras un soberbio discurso donde reivindicaba el actuar criminal de su organización como un deber patriótico, recibió un atronador aplauso por parte de los congresistas que estaban en el recinto.
El auge de las AUC, la comandancia del Bloque Norte y la llegada al Catatumbo
En sus años como miembro y jefe de las AUC, Mancuso participó en la expansión del paramilitarismo en la región Caribe y en el Catatumbo.
En el Caribe la expansión paramilitar se gestó desde Córdoba, pero pronto se extendió a Sucre, Bolívar y Cesar, en las regiones de los Montes de María y el Nudo del Paramillo, incluso llegó al Atlántico, en todos esos lados permearon el poder político local.
El Bloque Norte de las AUC fue su principal estructura armada en la región, primero comandado por Mancuso y luego por Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40. El Bloque Norte es responsable de crímenes tan atroces como las masacres de Las Palmas, Capaca, El Salao; o los asesinatos del ingeniero de Ecopetrol, Aury Sará Marrugo, de la fiscal Yolanda Paternina, por mencionar algunos de los miles de crímenes que cometieron dejando a su paso una estela igual estimado de víctimas.
La masacre de El Salao es quizá uno de los episodios más horribles e icónicos del conflicto colombiano, muestra de los niveles de barbarie que alcanzaron los paramilitares. Ocurrió entre el 16 y 19 de febrero del 2000, cuando unos 400 paramilitares de diferentes frentes y bloques del Cesar, Magdalena y Bolívar, se tomaron ese corregimiento de Los Montes de María.
Lista en mano los paramilitares iban asesinando uno por uno a sus habitantes, buscando entre ellos guerrilleros o supuestos aliados. 62 víctimas dejaron en esa purga, sin distingo de hombres, mujeres o niños. Los relatos más espeluznantes hablan de personas degolladas con cuyas cabezas jugaban fútbol en la cancha del pueblo.
Desde principios la década 2000 Mancuso viaja al Catatumbo siguiendo las ordenes de Carlos Castaño, entonces vocero nacional de las AUC. Allí conformaría el Bloque Catatumbo, en el cual finalmente se desmovilizaría, tras el acuerdo firmado con el gobierno de Álvaro Uribe Vélez.
El caso que lo devolvería a la cárcel
Tras cumplir con su sentencia de 12 años en Estados Unidos por narcotráfico, el exjefe para quedará en libertad el próximo 27 de marzo. Así lo informó el Departamento de Justicia de los Estados Unidos a la Fiscalía colombiana aunque la llegada al país podría tardar unas semanas pues deberá someterse a un proceso de legalización en migración.
A su regreso, a Mancuso le espera una medida de aseguramiento que lo devolverá inmediatamente a prisión, mientras se surte un proceso en su contra por lavado de activos, delito en el que “el Mono” habría incurrido, de acuerdo con la Fiscalía, en fecha posterior a su desmovilización de las AUC.
La situación judicial de Mancuso no es sencilla. Tras dejar las armas y el camuflado en 2005 inició un proceso en Justicia y Paz, jurisdicción especial creada para juzgar con penas alternativas los delitos de los paramilitares a cambio de que contaran la verdad del conflicto. En el marco de este proceso recibió sentencia a 8 años, pero en 2008 terminó extraditado a los Estados Unidos por cargos de narcotráfico.
En noviembre del 2019, la magistrada de Justicia y Paz Luz Marina Zamora consideró que el antiguo comandante del sanguinario Bloque Norte de las AUC no tendría restricción de movilizarse por el territorio nacional pues su condena de 8 años en Colombia estaba saldada por el tiempo que cumplió en la prisión norteamericana.
Sumado a esto, Mancuso está pidiendo pista para ser incluido en la Jurisdicción Especial de Paz, JEP, el tribunal que creó el Acuerdo de Paz con las FARC. De ser admitido, sería el primer caso de un jefe paramilitar compareciendo ante este tribunal, lo que abriría la puerta a otros exparas para que contaran la verdad a cambio de la terminación de sus procesos judiciales.
Mancuso ha manifestado en distintas ocasiones su voluntad de someterse a la JEP y lo que contaría allí podría implicar, según afirma El Tiempo, a varios oficiales del Ejército y la Policía que estarían implicados en el surgimiento del Bloque Norte de las AUC -responsable de más de 300 muertes civiles-; así como las relaciones de ganaderos y empresarios colombianos en el financiamiento del paramilitarismo y las guerrillas.
Si la JEP admite o no a Mancuso será una decisión que se tome con el exjefe para ya en Colombia, pero fue una decisión de la Corte Suprema de Justicia la que lo devolvería inmediatamente a prisión.
En una decisión de finales de enero de este año, el Supremo colombiano negó la libertad a Mancuso y mantuvo una orden de aseguramiento en su contra en un caso por ocultamiento de ingresos de varias firmas -lavado de activos- entre las que se encuentra la empresa 911 Limitada, de la cuestionada empresaria del chance (apuestas) Enilce López, alias La Gata, sobre quien pesa una condena por homicidio.
La Corte dijo entonces que dentro de la investigación se encontró un supuesto aumento exagerado de los ingresos y las entradas operaciones en dicha empresa, lo que indica un posible lavado de activos en el que Mancuso estaría involucrado y que ocurrió después de su sometimiento a la justicia.
Este caso aún resta por esclarecerse pues la defensa de Mancuso sostiene que es un montaje de la Fiscalía. No obstante, la decisión del Supremo fue clara y el exjefe para enfrentará el proceso desde prisión.
Alrededor del “Mono” Mancuso se tejió uno de los episodios más sanguinarios del conflicto colombiano, el surgimiento y consolidación del paramilitarismo bajo el manto de las AUC, un fenómeno que Colombia no ha sabido sacudirse del todo y que hoy persiste con otros nombres y otras formas, como el de Las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) y otros grupos neo paramilitares como Los Caparrapos.
Con Mancuso también yacen muchos secretos no contados sobre la relación del Estado, los políticos y los empresarios con los años de guerra. Su regreso a Colombia para responder por los procesos judiciales en los cuales aún está vinculado, podría abrir la puerta a conocer una verdad hasta ahora sepultada bajo el silencio de miles de víctimas.
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