La producción de coca en Colombia equivale a 5.130 millones de dólares y duplica al café

Así lo determinó un estudio anual sobre economías ilegales. Pese a los esfuerzos en la erradicación, los cultivos van en aumento

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Un laboratorio de base de coca desmantelado en zona rural del Cauca.
Un laboratorio de base de coca desmantelado en zona rural del Cauca.

Pese a los esfuerzos por erradicar cultivos ilícitos en Colombia, sea manualmente o por fumigación, la cocaína sigue siendo un gran problema en crecimiento, convirtiéndose en un mercado multimillonario e ilegal que supera a productos insignia del país como el café.

De acuerdo con el estudio “El PIB de la cocaína 2005-2018: una estimación empírica”, que realiza todos los años el Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico (Cede), de la Universidad de los Andes, en 2018 la economía de la cocaína produjo unos 18,3 billones de pesos- más de 5.130 millones de dólares- duplicando los ingresos del café que produjo 7 billones de pesos -1.996 millones de dólares-.

Este valor nominal calculado en el estudio implica que la cocaína representa un 1,88 por cuento del total del PIB de Colombia, mientras que el café aportó en 2018 un 0,8 por cierto.

Esta cifra es preocupante y demuestra un aumento significativo en la producción y venta de cocaína en el país. En un anterior estudio, que medía el periodo entre 2011 y 2014, la aportación al PIB de esta economía ilegal era del 0,6 por ciento, cifra que se ha duplicado en el reciente informe.

“Para estimar el valor agregado del clorhidrato de cocaína, el ejercicio se realiza bajo el supuesto de que la producción de cocaína se valora inicialmente en el sitio de producción”, afirma el estudio.

Este estimado parte de la división de la producción de la cocaína en varias etapas: la agrícola -cuando se siembra la planta y se recoge-, la agrícola industrial -que comprende la trasformación de la hoja de coca en base de cocaína- y la industrial, que es cuando la base pasa a ser clorhidrato de cocaína.

El valor de toda la cadena productiva tuvo en cuenta el consumo intermedio de cada una de estas etapas, ya que en cada eslabón de la cadena se requieren insumos, como productos químicos o derivados del petróleo, que hacen variar el costo del producto. A esto se le suman los costos en el trasporte desde el lugar de producción hasta el consumidor final.

“Como es bien conocido, el precio de un kilogramo de cocaína se multiplica varias veces desde su precio en puerto de exportación hasta el precio de entrada a un mercado de un país como Estados Unidos, y otras veces más, hasta su comercialización en las calles de los países consumidores. A pesar de que existen estimativos de estos precios, es muy difícil conocer con certeza qué monto de la comercialización externa de clorhidrato de cocaína podría hacer parte del PIB”, dice el estudio.

El resultado es un estimado de 1,88% de participación de la economía ilegal de la cocaína en el PIB, un aumento significativo que se corresponde con la creciente violencia que se viven en territorios como el Cauca, el Catatumbo, el Pacífico y otras regiones productoras o que sirven como corredor para el transporte de estos productos.

El problema persiste, aunque las cifras del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci), de la ONODC (Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito) muestren que en 2018 se redujo la cantidad de hectáreas cultivadas, 169 mil frente a las 171 de 2017; lo cierto es que desde 2015 os cultivos ilícitos vienen en aumento en Colombia.

Esta economía ilegal, que no se registra de manera implícita en el PIB del país, es una de las principales fuentes de financiación de la criminalidad en Colombia, además de causar fuertes impactos ambientales que conlleva, por la destrucción de bosques para la siembra y el uso de elementos químicos para la producción de la cocaína.

Este estudio busca dimensionar los alcances del negocio del narcotráfico en el país y aclarar las discrepancias estadísticas entre las cifras del Dane y del Banco de la República sobre la economía colombiana. El estudio fue dirigido por los investigadores Santiago Montenegro, Jorge Llano y Diana Ibáñez.

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