Casi tres años después de firmado el Acuerdo Final del Teatro Colón -el 26 de noviembre del 2016- que marcó la terminación del conflicto armado entre el Estado colombiano y la guerrilla de las FARC, el número dos de esa agrupación, quien se encontraba en la clandestinidad desde el año pasado cuando decidió no asumir la curul que le correspondía en el Senado y refugiarse en la frontera con Venezuela, anunció el regreso a las armas de lo que llamó "La nueva Marquetalia", en referencia al lugar donde originalmente se fundaron las FARC-EP.
Este anuncio, que estuvo acompañado por otros exlíderes de las FARC fugados como alias Jesús Santrich y alias "El Paisa", supone la peor crisis que ha vivido el proceso de paz en Colombia desde la victoria del NO en el plebiscito convocado para refrendar los acuerdos con la guerrilla. Pero ¿cómo llegamos al anuncio del rearme?
El acuerdo y el NO en el plebiscito
El 26 de septiembre de 2016 se firma en Cartagena el Acuerdo Final de Paz, que marca el fin del conflicto entre el Estado colombiano y la guerrilla de las FARC, la más antigua de occidente, tras 56 años de guerra.
El 2 de octubre de 2016 el presidente Juan Manuel Santos somete a refrendación popular vía plebiscito el acuerdo pactado en La Habana con las FARC, perdiendo las elecciones ante los promotores del NO, liderados por los principales partidos de oposición a su gobierno en cabeza del expresidente y senador Álvaro Uribe Vélez.
La derrota en el plebiscito deja al proceso en una situación de limbo, y se produce la primera amenaza de rearme por parte de las FARC, quienes ordenan el repliegue de sus tropas en todo el territorio y declaran una situación de alerta. Sin embargo, gracias a la mediación internacional y la presencia de la ONU en el territorio, se mantuvo el cese al fuego y las concentraciones de las tropas en zonas transitorias mientras se renegociaba el acuerdo.
Entre octubre y noviembre de ese año se realizaron varias cumbres entre el gobierno y los promotores del NO, que introdujeron modificaciones substanciales al texto firmado en La Habana, en especial en lo referente a la conformación y competencias de la Jurisdicción Especial de Paz, creada para juzgar a los actores del conflicto armado. Los del NO excluyeron a los militares de esta jurisdicción, impidieron que se nombran a extranjeros como jueces y abrieron la posibilidad de que el Congreso, en las discusiones de la implementación del Acuerdo, pudiera introducir modificaciones a lo pactado.
Un nuevo acuerdo y más modificaciones
Tras las modificaciones, las FARC volverían a firmar el Acuerdo Final de Paz, esta vez en el Teatro Colón de Bogotá, el 24 de noviembre de 2016.
El 26 de junio de 2017 las FARC finalizan la entrega total de las armas, en un hecho histórico que contó con la verificación de la ONU. Para este momento, el gobierno de Juan Manuel Santos había incumplido con las condiciones pactadas para los lugares de tránsito de la guerrilla a la vida civil -llamadas zonas veredales- y con la puesta en marcha de los "proyectos productivos", iniciativas de auto sostenimiento económico para los excombatientes pensadas como alternativas a su pasada vida delincuencial.
Por otro lado, en el Congreso se estancaban los proyectos de Ley para implementar el Acuerdo Final y se introducían nuevas modificaciones a la JEP excluyendo a los civiles que tomaron parte en el conflicto, los terceros implicados.
Ruptura en las FARC y fracaso electoral
El 27 de noviembre de 2017 las FARC celebraría su primer Congreso como partido político y escogerían a las directivas de dicho movimiento. Aquí se produce una ruptura clave para entender el anuncio de hoy: Iván Márquez, segundo al mando de la guerrilla y defensor de una línea dura, guerrerista y crítica del acuerdo -pese a haber sido el Jefe Negociador de las FARC en La Habana- obtiene más votos que Rodrigo Londoño Echeverri, alias Timochenko, comandante en jefe de la guerrilla, defensor a ultranza del Acuerdo de Paz y del paso a la vida civil de la insurgencia.
Timochenko, por ejemplo, ya ha salido a rechazar el anuncio de Iván Márquez de retoma de las armas, afirmando que la gran mayoría de las antiguas tropas de las FARC-EP se encuentran comprometidas con la paz y la reconciliación y que siente "vergüenza" por la decisión tomada por sus excompañeros.
Para las elecciones legislativas en marzo de 2018, las FARC ya convertidas en un partido político, recibirían un nuevo golpe al obtener poco más de 85 mil votos a nivel nacional. Lo que las habría dejado sin representación política de no ser por las 5 curules en Cámara y Senado que pactaron al firmar la paz.
El caso Santrich
Un mes después, el 8 de abril, la Fiscalía anuncia la captura de Seuxis Paucias Hernández, más conocido como Jesús Santrich, y lo acusa de concierto para delinquir con fines de narcotráfico, afirmando que incumplió el acuerdo y por lo tanto pide hacer efectivo sobre un pedido de extradición por parte de los Estados Unidos.
La captura de Santrich fue una de las razones para que el 20 de julio de ese año, con un nuevo Congreso posesionado y un nuevo presidente electo -Iván Duque- que hizo campaña prometiendo más modificaciones a lo acordado, Iván Márquez anunció que no tomaría posesión a la curul que le correspondía como Senador, al presentar "diferencias insalvables" con el Gobierno.
En agosto de 2018, Iván Márquez abandona su esquema de seguridad y desde entonces se desconoce su paradero. Información de inteligencia lo ubicó por más de un año en Venezuela y desde ahí envió distintos mensajes a los excombatientes de las FARC y al Gobierno, en los cuales afirmaba que "había sido un error dejar las armas" y llamaba al Estado al cumplimiento de lo pactado.
Parte de las motivaciones de Márquez, están sustentadas en las posturas del actual gobierno colombiano, en cabeza del uribista Iván Duque, quien introdujo al Congreso una serie de modificaciones a la JEP que impidieron por más de seis meses la entrada en vigencia de la Ley Estatutaria que reglamenta ese tribunal especial. Si bien Duque perdió ese pulso pues la Corte Constitucional dejó sin piso las objeciones, las discusiones en torno a ellas no solo paralizaron la agenda legislativa sino que profundizaron en la polarización que hay en el país alrededor del proceso de paz.
Junto con Márquez también se fugó Hernán Darío Velásquez Saldarriaga, alias El Paisa, uno de los guerrilleros más sanguinarios que militaron en las FARC, quien reapareció hoy junto a Márquez y Santrich para anunciar su regreso a la vida insurgente.
Por su parte, Santrich permaneció más de un año en prisión, hasta que la Corte Suprema de Justicia ordenara su liberación definitiva mientras adelantaba contra él las investigaciones por sus presuntos vínculos con el narcotráfico. Siendo Santrich uno de los titulares de las curules de las FARC en el Cámara de Representantes, asumió como congresista el pasado 11 de junio.
Un mes después, Santrich abandonaría su esquema de seguridad y se fugaría a Venezuela junto con Márquez y el Paisa para reaparecer vestido de camuflado, con fusil al hombro y gritando a viva voz "Viva las FARC-EP".
¿Y ahora qué?
Para el profesor de la Universidad del Norte e investigador del conflicto armado, Luis Fernando Trejos, el anuncio de rearme por parte de Márquez y compañía responde a la profunda inconformidad manifestada por un sector de las antiguas FARC con los cambios que se le hicieron al texto del Acuerdo Final de Paz, en especial a los introducidos por el Congreso.
"A estos cambios en el texto y a la oposición de algunos sectores políticos de la implementación, los rearmados lo denominaron traición y perfidia", afirma el experto.
Otro punto del análisis es la "permisividad del gobierno venezolano" que acogió a los líderes de este grupo rearmado establecerse y organizarse en el país vecino.
Pero la principal amenaza que esconde el anuncio del rearme es la capacidad que pueda tener este nuevo grupo de coordinar operaciones conjuntas con otras organizaciones insurgentes como el ELN -algo que a lo que se refirió Márquez en su mensaje- pero sobre todo con las disidencias de las propias FARC.
Sobre este punto, Trejos afirma que "puede haber capacidad de coordinación en este grupo armado político y con algunas disidencias, no creo que con todas". Dice el experto que liderazgos como los de Gentil Duarte o alias Mordisco, quienes hoy dirigen los grupos disidentes más grandes del país, ya han tomado la suficiente fuerza como para plegarse a l mando de Márquez y compañía.
Sin embargo, también resalta que, a diferencia de los líderes disidentes, los rearmados cuentan con una vocación política clara, con líneas ideológicas más fuertes y por el alto rango que tuvieron en las extintas FARC-EP contarían con el respaldo de algunas de las disidencias, en especial las conformadas por antiguos miembros de esa guerrilla.
"Para el ELN es funcional que se reactiven ese tipo de insurgencia y guerrilla en algunos territorios porque la confrontación no la tendrían que asumir ellos solos. Lo que habría es una transferencia, porque el ELN estaría en la capacidad de transferir armamento y algunos recursos económicos a estos grupos para ayudarlos a que se organicen. Pero tampoco veo un sometimiento de estos al ELN, ellos están rescatando sus banderas de FARC-EP, pero sí habría una coordinación entre ellos en algunos territorios", explica Trejos.
El anuncio del rearme se da tan solo un día después de la que Fundación Paz y Reconciliación advirtiera sobre el posible surgimiento de un nuevo grupo armado, señalando que el territorio las estructuras disidentes de las FARC estaban empezando a articularse entre ellas emulando un poco lo que había sido la vieja guerrilla.