El 90% de las estructuras criminales que operan en Medellín son controladas por La Oficina -el porcentaje restante lo maneja el Clan del Golfo-. Esta banda tiene casi el monopolio de la violencia en la ciudad desde hace más de 30 años, cuando fue creada por el capo Pablo Escobar. Desde entonces, ha sabido mutarse con los cabecillas que han pasado por ahí, y adaptando el negocio a la demanda del momento, sin que las autoridades hayan podido doblegarla, pese a las constantes capturas de sus jefes.
La Oficina ha evolucionado de red de sicariato y casa de cobro de deudas a la federación narcotraficante, pasando por estructura paramilitar y ofreciendo servicios de seguridad hasta a los más pudientes de la ciudad y de otros municipios del Valle de Aburrá donde hace presencia actualmente, como Envigado, Bello, Copacabana, Caldas, La Estrella, Itagüí, Sabaneta, Barbosa y Girardota. Y todo comenzó con el más sanguinario narcotraficante que ha tenido Colombia.
En un principio, la banda criminal se llamó La Oficina de Envigado, porque fue en ese municipio que el líder del Cártel de Medellín, Pablo Escobar, le dio vida en unas oficinas del sector. Era la fachada del lugar donde planeaba todo su negocio, y que funcionaba como una especie de agencia de cobro de las deudas. Allí convirtió a todas las pandillas que andaban sueltas en la ciudad en su ejército privado, una especie de red de sicariato que además ejecutaban todos sus planes en la guerra contra el Estado.
Fue justamente durante esa guerra, a finales de la década de los 80 y principios de los 90, que Medellín se convirtió en una de las ciudades más peligrosas del mundo. Escobar, incluso, llegó a pagar 600 dólares por policía asesinado. Y fue en esa "oficina" donde se "formaban" los sicarios, según contó el periodista Juan Diego Restrepo en el libro Las vueltas de la Oficina de Envigado. Esa primera etapa de la banda criminal terminó con la muerte del capo.
Escobar fue abatido en diciembre de 1993 por la Fuerza Pública, que lo ubicó con ayuda de los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar), una organización irregular conformada por sus enemigos del Cártel de Cali, los paramilitares y ex socios. Entre estos últimos estaba Diego Fernando Murillo, alias Don Berna, quien se salvó de morir cuando el capo del Cartel de Medellín decidió asesinar a sus jefes, los hermanos Fernando y Mario Galeano y Gerardo y William Moncada, acusados de robarle dinero, en un hecho ocurrido dentro de la cárcel La Catedral -que él mismo construyó- donde estaba recluido, en julio de 1992.
Ese asesinato fue el principio del fin de Escobar, días después se escapó de la cárcel en un hecho de película. Con su muerte la Oficina de Envigado quedó en manos de sus enemigos, Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, jefes del Cartel de Cali y creadores de los Pepes. Fueron ellos quienes en consenso decidieron darle su control a Don Berna, que ya la había dividido llevándose una parte del grupo de sicarios cuando fue traicionado por Escobar.
Don Berna pasó de ser un conductor de narcos a un traficante de cocaína, creando para La Oficina una red de empresas legales donde lavaba dinero, esto último con el apoyo del empresario y dirigente del club de fútbol Envigado FC, Gustavo Upegui, quien también figuraba como su cabecilla. Más adelante, Murillo se convirtió en comandante de los bloques Cacique Nutibara y Héroes de Granada de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que hacían presencia en Medellín.
Y La Oficina pasó a ser su brazo armado, con el que trabajó en alianza con instituciones del Estado, como el Ejército, la Policía y el extinto Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), para acabar con las estructuras urbanas de las guerrillas. Fue él una de las piezas claves de la cuestionada Operación Orión, la mayor toma militar de la historia del país en un sector urbano, desarrollada en 2002 en las comunas de Medellín, y que dejó 71 muertos y más de 100 desaparecidos, muchos de los cuales aún no se conoce su paradero.
Entonces la banda fue más una estructura paramilitar financiada con el narcotráfico. Pero a través de ella Don Berna regulaba el mundo criminal de la ciudad, de hecho hizo un acuerdo con toda la delincuencia y mantuvo los asesinatos en los niveles mínimos en una época conocida como "donbernabilidad", de acuerdo con la organización Insight Crime. Incluso, después de la desmovilización de las AUC en 2003 siguieron operando en la clandestinidad.
Todo acabó cuando las autoridades descubrieron que Don Berna seguía delinquiendo desde la cárcel e impartiendo órdenes a La Oficina, entonces fue extraditado a los Estados Unidos, en 2008, donde todavía paga la condena. En ese momento la banda tuvo una fractura y empezó su transformación en lo que es hoy: una confederación de estructuras criminales al servicio de narcotraficantes y de empresarios, que controlan las actividades delincuenciales en las zonas donde hacen presencia mientras ofrecen servicios de seguridad y de cobro de deudas.
Controlan el microtráfico, las extorsiones, apuestas y loterías ilegales, la prostitución, las ventas irregulares de lotes, los créditos de "gota a gota" (préstamos a la comunidad con altos porcentajes de intereses) y todas las actividades ilícitas que se creen. Así se lo dijo recientemente un cabecilla de La Oficina de forma anónima a la revista mexicana Proceso, y quien explicó que las mayores ganancias están en los cobros de deudas y los servicios de seguridad que ofrecen a narcos, políticos, empresarios y todo el que los contrate.
En medio de ese negocio del cobro de deudas y la constante reorganización y lucha jerárquica interna por las capturas de las autoridades, el crimen organizado, que depende casi todo de La Oficina , ha aumentado en un 19% los homicidios de Medellín este año (en lo que va de 2019 registra 301 asesinatos contra 253 en el mismo período de 2018, según cifras del Sistema de Seguridad y Convivencia de Medellín citadas por el diario local El Colombiano.
La Oficina se mantuvo estable hasta diciembre de 2017, cuando fue capturado su cabecilla principal Juan Carlos Mesa Vallejo, alias Tom, y desde entonces comenzó una lucha de poderes entre "narcotraficantes de élite y criminales de cuello blanco", según el análisis de Insight Crime. Y las autoridades no han podido con esa guerra pues en los últimos dos meses han detenido a tres de sus líderes más visibles y la violencia se mantiene.
Estos cabecillas fueron Mauricio Zapata Orozco, alias Chicho, que lideraba La Terraza, una de las subestructuras de La Oficina; Iván Darío Suárez Muñoz, alias Iván el Barbado; y el más reciente John Eduard Barbosa, un expolicía destituido por ser un lugarteniente de la banda, y que tras la captura de Tom se quedó con su control.
"Hace tiempo que el conglomerado de grupos criminales que conforman la Oficina de Envigado aprendió a operar sin una única cabeza visible, y que su fragmentado liderazgo actual es reemplazado con facilidad, aunque es menos poderoso", explica Insight Crime. Y agrega: "La organización ya no opera como una estructura vertical, sino que está conformada por varias facciones, cuyos líderes no son capos de la droga a la manera de Escobar, o comandantes paramilitares como Don Berna , sino gánsteres experimentados".
Así, La Oficina sigue garantizando la criminalidad en Medellín, la entrada de carteles mexicanos a quienes les protegen sus cargamentos, mientras los homicidios siguen en aumento. Y Tom y José Leonardo Muñoz Martínez, alias Douglas , otro de sus jefes capturados, -dice Insight Crime- siguen mandando desde la cárcel a las pandillas que las conforman.
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