Hace menos de un mes el mundo deportivo se sorprendió con la captura de la ex figura de la Selección Colombia, Jhon Viáfara, relacionado con una red de narcotráfico al servicio del Clan del Golfo y pedido en extradición por Estados Unidos. Ahora sale a la luz las precarias condiciones en las que se encuentra recluido en la cárcel de máxima seguridad La Picota, de Bogotá.
El exfutbolista, con gran recorrido nacional e internacional, está vinculado a una investigación de las autoridades estadounidenses que estableció que era un importante miembro de una red trasnacional con nexos con la banda criminal Clan del Golfo, para el envío de cocaína hacia Centroamérica, con destino final a Estados Unidos.
La justicia estadounidense sostiene que ex jugador de fútbol de 40 años se asoció entre 2008 y 2018 con la organización delictiva que utilizaba lanchas rápidas, semisumergibles y otras embarcaciones para sacar la droga desde la costa pacífica colombiana. De hecho, establecen que era el encargado de pagar la nómina de los trabajadores y coordinar las rutas de tráfico.
Por eso, Viáfara fue detenido el pasado 20 de marzo en Jamundí, en el departamento de Valle del Cauca, en un operativo paralelo a otro realizado en Medellín, donde fueron capturados cuatro hombres más, entre ellos el cabecilla de la organización, identificado como Luis Toro.
Desde entonces la vida del exfutbolista tuvo un cambio radical, pasó de vivir en haciendas y lucir cadenas de oro, a dormir asesinado en una celda donde comparte baño y luciendo una sola muda de ropa. Así lo constató la Agencia de Periodismo Investigativo, dirigida por el periodista Norbey Quevedo.
De acuerdo a la investigación periodística, Viáfara fue recluido en uno de los patios de alta seguridad, uno de los pabellones más estrictos de La Picota, que comparte con 271 internos más sindicados de narcotráfico, homicidio, delitos sexuales, funcionarios públicos condenados por corrupción y miembros de peligrosas bandas criminales.
Uno de los presos con los que comparte pabellón, aunque está recluido en condiciones especiales y casi no tiene contacto con otros internos, es el excomandante y ex negociador de las FARC, Jesús Santrich, detenido hace un año también con cargos de narcotráfico y solicitado en extradición por Estados Unidos.
Fue asignado a una celda que mide 3 por 4 metros, en la que duerme con otros cinco presos, aunque su capacidad es para dos. El espacio tiene un camarote de madera que a duras penas cabe y un sanitario descubierto que debe compartir con los demás compañeros y en el que hace sus necesidades fisiológicas en público.
No tiene derecho a aparatos electrónicos como celulares, radio o televisión. Sus objetos personales se redujeron a dos camisetas blancas, una toalla mediana, un jean azul, unos zapatos sin hebillas, un juego de sábanas -que casi no lo cubren del frío clima de la capital-, dos papeles higiénicos y una barra de jabón.
Su rutina comienza a las 4:30 de la mañana, hora en la que todos deben levantarse obligatoriamente y bañarse con agua helada en unas duchas comunales. Los únicos "espejos" que tienen con unas placas de aluminio brillante empotradas en la pared. Recibe alimentos a las 6:30 a.m., 11:00 a.m. y 4:00 p.m.
Los internos se quejan de que la comida es escasa, desabrida y a veces incluso viene en mal estado. Además, por momentos los pabellones tienen problemas de intermitencia de agua potable y los alcantarillados se inundan. Estos son algunos detalles que conoció el portal digital sobre la situación de quien fue una estrella en el club nacional Once Caldas, y que además jugó con Portsmouth y Southampton, ambos de la Liga Premier de Inglaterra.
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