En el anonimato, con ejércitos menos ostentosos y con nueva estructura interna. Tras la desintegración de los grandes carteles de la droga, la desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y el reciente final de la guerra con las FARC, la dinámica del narcotráfico que sostuvo el conflicto armado por décadas se transforma, pero no se acaba. Ahora los nuevos capos son más discretos, exponiéndose menos a pérdidas y rastreos de activos al ceder el mercado mundial a los mexicanos.
El negocio monopolizado, los "íconos" mafiosos, las excentricidades y la guerra lateral contra el Estado ya no existen. Cálculos estratégicos y cambios en el mercado mueven ahora las rentas ilícitas del narcotráfico en Colombia. La violencia extrema se transforma -no sin acabarse- por una vida modesta bajo la fachada, muchas veces, del empresario exitoso. Por eso los nuevos narcos fueron denominados los "invisibles", por la organización Insight Crime, dedicaba al estudio del crimen organizado en Latinoamérica.
Pero para entender las nuevas dinámicas hay que remontarse a la historia. Los grandes carteles de la droga en el país, el de Medellín y el de Cali, que dominaron la escena desde los 80 hasta mediados de los 90, se caracterizaban por participar en todas las etapas del negocio, desde el cutivo de la mata de coca, hasta la producción del clorhidrato de cocaína y finalmente su distribución. Tenían sus propias flotas para los viajes aéreos que llevaban la mercancía a territorio norteamericano.
Entonces, el primer cambio surge tras la muerte de los cabecillas de estos carteles, Pablo Escobar al frente del de Medellín, dado de baja en 1993, y los hermanos Rodríguez Orejuela, liderando el de Cali, capturados en 1995. Así comenzó un "proceso de fragmentación gradual e irreversible", describe el informe de Insight Crime. Primero el negocio pasó a los grandes ejércitos irregulares que controlaban las zonas de cultivos de coca, específicamente a las AUC y por breve tiempo al cartel del Norte del Valle.
En estas organizaciones "no había un líder absoluto, y ciertas facciones dentro de las federaciones terminaron enfrentándose entre sí por el control de las rutas y las propiedades del narcotráfico". Hasta la desmovilización colectiva de las AUC, a raíz de lo cual surgieron las llamadas Bacrim (bandas criminales), conformadas en su mayoría por paramilitares que no se acogieron a la justicia y se mantuvieron delinquiendo. Eso, sumado a la salida de las FARC del conflicto, con la firma del Acuerdo de Paz, terminó de conformar a los 'invisibles'.
"Hoy en día no existe una sola forma estructural de las organizaciones. Lo que tenemos claro es que, si bien antes el negocio estaba manejado por carteles que eran altamente jerárquicos y que monopolizaban todas las etapas de producción y tráfico de la cadena de narcóticos, como el caso de Pablo Escobar, hoy tenemos un sistema de muchos grupos de distintos tamaños y en distintas partes de la cadena", explicó a Infobae el experto en seguridad y drogas ilícitas, Óscar Palma.
Lo primero que cambia es la estructura interna de las organizaciones narcotraficantes. De acuerdo al experto, también docente de Ciencia Política de la Universidad del Rosario, institución que trabajó de la mano con Insight Crime en el informe, ahora hay descentralización y la línea de mando es horizontal. Hay grandes grupos que controlan los territorios donde están las siembras ilícitas, como Los Urabeños, el Clan del Golfo, el ELN y las disidencias de las FARC; pero también unos más pequeños y sofisticados que los carteles de los 80.
Pero en general, ya no hay grandes capos con un porcentaje del mercado tan grande como lo tuvo en su momento Pablo Escobar. "Es decir; tenemos un número mayor de organizaciones pero con rentas menores", dijo Palma. Además, los capos colombianos le cedieron a los carteles mexicanos la distribución de los grandes mercados, como el de Estados Unidos, que una vez lo tuvieron los carteles de Medellín y Cali. Ello, como una inteligente medida mercantil, para no arriesgarse a intercepciones, incautaciones y confiscamiento de activos.
Así, cambia también el perfil de los capos. "El actual sistema reúne organizaciones de diferentes formas, lo que hace difícil generalizar cómo son los narcotraficantes", advirtió Palma. Pero lo cierto es que ya no son ostentosos como los íconos del narcotráfico, no se movilizan en los mejores autos, ni viven en mansiones, ni tienen zoológicos de animales exóticos, ni visten de joyas de oro; por lo que se camuflan entre la sociedad y es mucho más difícil para las autoridades identificarlos.
Además, aprendieron a profesionalizarse. "Las familias y cercanos de los capos estudiaron, adquiriendo conocimientos que les permiten burlar el sistema financiero y las leyes para poder blanquear sus activos, porque están mejor preparados en lo técnico. Incluso tienen mejores recursos tecnológicos, con los que pueden hasta vigilar los cargamentos vía satélite. En la época de Escobar se desató una guerra frontal contra el Estado, eso no es lo que se quiere hoy, buscan no ser vistos por las autoridades", describió Palma.
Ejemplo de ello es José Bayron Piedrahíta Ceballos, alias el 'Árabe', quien inició en el negocio cuidando laboratorios del Cartel de Cali, y llegó a formar una importante y sofisticada industria de lavado de activos mediante grandes compañías en la región del Urabá antioqueño. Era el principal generador de empleo de la zona, por lo que se camuflaba con la fachada de un ganadero y exitoso empresario, y así pasó desapercibido durante años por el radar de las autoridades. Actualmente cumple una condena en Estados Unidos, y recién el año pasado se le imputaron cargos en Colombia.
Insight Crime agrega que existen dos tipos de narcos 'invisibles', uno que lleva años en el negocio, como lo fue hasta hace poco el 'Árabe', y otros son los hijos de estos, que nacieron en el negocio y se mueven en empresas legalmente constituidas donde lavan el dinero. Y que gracias a la estructura explicada anteriormente, dependen casi exclusivamente de la tercerización, lo único que manejan directamente son las rutas, que es la base de las organizaciones, y las relaciones con los clientes.
En ese sentido, su personal está conformado por un pequeño grupo de seguridad, contadores, abogados e intermediarios, estos últimos encargados de subcontratar los servicios en las diferentes etapas de la cadena del mercado, por lo que son pieza clave en las organizaciones. Son ellos quienes negocian la coca con productores locales, coordinan el transporte de la base de coca a los cristalizaderos, la procesan y la transportan hasta los puntos de salida; detalla Insight Crime.
"Los intermediarios se aseguran de que los invisibles se mantengan al margen de las operaciones rutinarias de tráfico de drogas. Sin embargo, es poco lo que se sabe de estos intermediarios, de cómo operan y de cómo pueden moverse por todo el país pasando inadvertidos en gran medida", dice el informe. Y señalan otra parte del equipo que realiza "el trabajo más ingrato", que son los sicarios que protegen los cargamentos con sus vidas y cobran con sangre las cuentas pendientes.
El mayor problema actual, señala el experto consultado, es que el sistema plantea por sí solo la disputa territorial y de mercados entre las múltiples organizaciones narcotraficantes, lo que significa un riesgo para las poblaciones donde se desarrolla la cadena del tráfico. "Tenemos una escalada enorme frente al cultivo de coca y eso ha hecho que aparezcan disputas, ya no por un monopolio, sino por los espacios territoriales. (…) Compite sobre todo por las rutas de tráfico, en la frontera con Venezuela especialmente, porque ese país se convirtió en la plataforma aérea de salida hacia el exterior", afirmó Palma.
La tendencia, además, es a la fragmentación. Como respuesta a los ataques del gobierno, desaparecen y aparecen nuevas organizaciones todo el tiempo, se dividen y se alían con otras, lo que hace más difícil para las autoridades atraparlos.
"Existe una flexibilidad del sistema que permite que el negocio siga existiendo a pesar de los esfuerzos del Estado, porque tienen capacidad de adaptarse a la situación. (…) Es difícil predecir el futuro, pero hay una tendencia a continuar una lucha de espacios (…) y que los actores continuarán existiendo, pues si se da de baja a los principales capos suben otros, y si se destruye una organización surgirán otras", concluye Palma.
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