Aunque hay versiones encontradas sobre quién realizó el primer contacto, en lo que coinciden todos los testigos de la época es que un integrante del grupo terrorista ETA fue quien entrenó a los sicarios de Pablo Escobar a usar explosivos. A partir de esa macabra alianza tasada por medio millón de dólares, la guerra narco dio un giro devastador que provocó miles de muertes, en su mayoría de civiles, con la implantación de más de 250 carros bombas.
La existencia del etarra que trabajó para el Cartel de Medellín y el de Cali ha sido confirmada por varias fuentes, por Roberto Escobar, alias 'El Osito', hermano de Pablo Escobar; por John Jairo Velasquez, alias 'Popeye', jefe de los sicarios del capo; y hasta por la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA) de Estados Unidos. Todo comenzó en una cárcel española en la que coincidieron el etarra con narcos cercanos al sanguinario narcotraficante.
Según las memorias de 'El Osito' fue Gilberto Rodríguez Orejuela, uno de los líderes del Cartel de Cali, quien contactó con el etarra durante una estancia penitenciaria en España con quien compartió prisión, luego de ser detenido en noviembre de 1985 en Madrid. Gracias a él, el enemigo del Cartel de Medellín detonó un carro bomba en las inmediaciones del edificio Mónaco, en el sector El Poblado de Medellín, donde Escobar vivía con su esposa y sus dos hijos.
Entonces, comenzaba el narcoterrorismo entre los carteles por derrotar a Escobar, y este quiso comunicarse de inmediato con el explosivista. Esta misma versión la sostiene su hijo Juan Pablo, pero difieren de la de 'Popeye', una de las más difundidas. En varias entrevistas a medios el sicario contó que fue otro de los lugartenientes del capo, Jorge Elí Pabón, alias 'El Negro', quien compartió prisión en Estados Unidos con el experto explosivista del ETA, el grupo terrorista del País Vasco.
De hecho, en el polémico libro El verdadero Pablo. Sangre, traición y muerte, de Astrid Legarda, lo describe como "ordenado, meticuloso y muy profesional. Nada de mujeres ni de bebidas. Actúa como un científico", a quien llamaron 'Miguel'. Y que fue en 1988 cuando se reunieron por primera vez en la famosa Hacienda Nápoles del capo, ubicada en el Magdalena Medio. Fue entonces cuando acordaron el entrenamiento a sus sicarios por medio millón de dólares y cocaína a un menor precio para que el etarra la vendiera en España.
Luego, el mismo 'Popeye' cambió la versión en una entrevista al periodista Hollman Morris, quien estaba acompañado de Federico Arellano, el hijo de una de las víctimas de uno de los atentados terroristas más grandes de Escobar, la explosión del vuelo 203 de Avianca el 27 de noviembre de 1989 que dejó 110 muertos, seis de la tripulación, 101 pasajeros y 3 personas en tierra; que supuestamente había sido armado bajo las técnicas de 'Miguel'.
A ellos, 'Popeye' les contó que el contacto fue de Jorge Luis Ochoa Vásquez, miembro del Cartel de Cali y entonces socio de Escobar, detenido en Madrid en noviembre de 1984 junto a Gilberto Rodríguez Orejuela. En 1986 lo extraditan a Colombia y a su regreso contacta al capo del Cartel de Medellín con el explosivista que trae la última tecnología terrorista de bombas a control remoto.
En la versión de 'Popeye', 'Miguel' les enseñó todas las técnicas de elaboración de explosivos con los que diseñaron más de 350 carros bombas. Hasta que el etarra, al parecer, empezó a trabajar también con el Cartel de Cali y fue cuando realizaron el atentado en el Mónaco, lo que desató la furia de Escobar, quien mandó a asesinar y descuartizar al terrorista de ETA, cuyos restos fueron tirados al río Magdalena. Así lo cuenta la periodista Salud Hernández en un artículo publicado en El Mundo, de España.
"La bomba que le colocan al edificio Mónaco, donde estaba la familia de Pablo Escobar, la armó Miguelito en Cali. Y esto le costó la vida: nosotros lo matamos", le contó 'Popeye' a la periodista española. Lo que nunca se supo con certeza es quién era el tal etarra. Según el sicario: "un hombre bien presentado, no usaba desodorante, que para nosotros es muy llamativo, blanco, de 1,72 de estatura, 42 años, gordito, inteligente, muy bien hablado, jovial".
Por su parte, un informe de la DIA conocido por el Diario Vasco, fechado en septiembre de 1991, revela que fueron dos miembros de ETA asociados al Cartel de Medellín, identificados como Juan María Oyarbide y Manu Urionabarrenetxea. Aunque el mismo medio dice que la versión es poco probable porque fallecieron en enfrentamientos con la Guardia Civil en 1989, y un año antes -en el que supuestamente habrían viajado a Colombia- estaban al frente de una serie de atentados en el país europeo y perseguido por las autoridades.
Lo cierto es que gracias a esta relación entre ETA y los carteles de la droga colombianos se desató una guerra urbana sin precedentes históricos en Colombia, que recrudeció la forma de hacer violencia en el país y que dejó más de 15 mil muertes estimadas en 20 años de narcoterrorismo. Con acciones desastrosas como el atentado con explosivos al edificio del DAS en 1989, que dejó 70 fallecidos y 700 heridos.
Resultado de esa alianza criminal también están las 100 bombas estalladas entre septiembre y diciembre de 1989 en supermercados, bancos, colegios e instalaciones eléctricas y telefónicas. Las 85 bombas puestas entre enero y mayo de 1990 en sedes de Drogas La Rebaja de todo el país, propiedades del Cartel de Cali. Y las 10 más puestas en diciembre de 1992, y otras 20 detonadas en 1993.
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