En el norte del departamento de Nariño una población de unos 2.500 habitantes se hundió completamente por las condiciones geológicas de la zona, ubicada en las laderas de la cordillera occidental. Así, los derrumbes y movimientos de tierra provocaron la desaparición del pueblo, que ahora solo existe en los mapas del país.
Desde el 2015 empezaron las primeras grietas, que crecían vertiginosamente cada día. Así fue durante tres años hasta que las viviendas y demás estructuras terminaron destruidas, contó a RCN Radio Hernando Chindoy, ex habitante del barrio que se supo llamar Aponte.
"Todos los días se movía uno o dos, hasta cinco centímetros diarios. Usted amanecía con las paredes de su casa como si estuvieran rayadas con lapicero y a los tres días por esas mismas rayas atravesaba su mano", manifestó el líder indígena a la emisora.
Las fallas geológicas y los movimientos de placas tectónicas obligaron a los habitantes de Aponte a abandonar sus hogares y empezara a construir unos nuevos. El geólogo Alberto Núñez, consultado por RCN Radio, explicó lo que sucedió en esta parte de los Macizos colombianos.
"Las rocas se fracturan, se rompen, y entonces la lluvia, el agua y el mal manejo del territorio generan los deslizamientos y los fenómenos de remoción en masa", dijo. La desaparición de las primeras casas dejó 56 familias damnificadas, quienes fueron ubicadas en albergues temporales. A ellas se unieron pronto 184 más, quienes recibieron subsidio de arrendamiento.
La población estaba conformada en su mayoría como una comunidad indígena llamada wasikamas, que en su dialecto significa "guardianes de la tierra". Ahora, serán trasladados a unas zonas conocidas como Quingue y Cuzcungo, donde ya realizaron estudios de riesgo para determinar su los suelos son estables y evitar que la situación se repita.
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