"No puedes evitar que los pájaros vuelen sobre tu cabeza, pero sí puedes evitar que hagan nido en ella". Citando a Martín Lutero, el maestro Hari Sankirtan Das explica que el objetivo de la meditación está en ir reconociendo el propio cuerpo para dominar el interior. Así empieza la iniciación en la Universidad de Sabiduría Ancestral -UDSA-, la primera en Latinoamérica creada por comunidades indígenas para enseñar, a través de los conocimientos tradicionales, a vivir en armonía con la madre tierra.
En Bogotá, la sede está ubicada, paradójicamente, sobre la congestionada Avenida Caracas. Pero adentro, el ruido de los carros y buses se disipa con la tranquilidad que busca manifestar el recinto. A sus salones de experiencias sagradas se entra descalzo y ya con la mente en blanco, cuenta a los estudiantes primerizos Martha Lemos, una pintora de 68 años. Toma una manta de yoga, dos bloques de madera y un cojín duro y alargado.
Con las piernas cruzadas se debe sentar sobre los bloques para obtener la alineación adecuada, recostarse sobre el duro cojín que permite aliviar la tensión de los músculos de la espalda, y encima de la delgada manta de yoga. Las manos se juntan frente al pecho para comenzar con un saludo a los ancestros, en este caso guiados por el fuego; momento en el que los participantes deben ofrecer sus deseos. "¿Qué quieren lograr hoy?", guía el maestro.
Así comienza la 'Meditación Inbound' (hacia el interior), un viaje en dos direcciones: hacia adentro para reconocer la armonía y conectarse con el cuerpo, y hacia afuera para compartirla. Entonces, el cuerpo se despierta con estiramientos, para olvidar que son las siete de la mañana. Se introduce con ejercicios de respiración antes de tomar la posición para iniciar el entrenamiento de la mente en una práctica silenciosa.
Lemos solo la practica hace tres meses. Durante años llegaba al restaurante vegetariano, parte del cual ayuda a sostener la sede. Pero no fue hasta que le apreció una dolencia en la columna que se animó a iniciar una sanación desde el interior. "Fue una parálisis del lado derecho, se me dificultaba la movilidad. Las clases me dieron más elasticidad y tranquilidad emocional que me ayuda a sobrellevar el problema. Los dolores no se perciben casi cuando encuentras paz dentro de ti", expresa.
Ese es justamente la misión que se ha propuesto la UDSA: formar líderes al servicio de la humanidad, basados en principios y valores que orienten hacia el bien común.
"La espiritualidad es innata en las personas, dicen los abuelos (el anciano que guía a la comunidad indígena a partir de su experiencia y sabiduría). En un ambiente adecuado, puedes aprender cosas que permiten sanar para poder trascender el espíritu. Eso ayuda a reconocer nuestro papel en el mundo para saber estar en él, sin las limitaciones que impone el colonialismo, cuyo pensamiento divide y explota", afirma Hari Sankirtan Das.
Encuentro de guardianes
La UDSA busca ayudar a definir la tarea de cada ser humano en la tierra. Suena pretencioso, pero fue la oportunidad que pueblos indígenas de Santa Marta vieron para fortalecer sus tejidos ancestrales, a la vez que les enseñaban a los "blancos" a entender y apropiarse de sus orígenes para evitar la destrucción de la naturaleza. "Desarrollar la habilidad de hacerle frente, con una actitud positiva y responsable, a las circunstancias negativas que la sociedad moderna presenta", describen.
La idea fue constituida por Swami B.A. Paramadvaiti, un escritor alemán que entró al budismo y camino pueblos nativos alrededor del mundo para hallarse a sí mismo. Ello, luego de una reunión realizada en la Sierra Nevada de Santa Marta, un encuentro que pretendía unir a los guardianes de la madre tierra para crear un proyecto conjunto. De esa forma nació en 2012 la Universidad de Sabiduría Ancestral.
"La sabiduría ancestral es toda aquella bendición de nuestros ancestros que amaban a todos y que nos querían sanar y guiar hacia la conducta correcta aquí en el planeta. En la India esto se llama Dharma y para las culturas nativas esto se llama tradición (…) te da la habilidad de hacerle frente a la sociedad moderna con sus métodos dañinos comprendiendo qué errores están cometiendo para no cometerlos también", asegura Paramadvaiti.
Por eso, crearon una especie de currículo basado en cuatro facultades: Arte Sagrada, sobre el lenguaje verbal y corporal; Madre Tierra, sobre la relación con la naturaleza; Pueblos Originarios, sobre el intercambio armónico entre pueblos y habitantes; y Sanación Ancestral, sobre la construcción del propio conocimiento.
Sedes sagradas en terrenos campestres.
Con esto en mente, los guardianes identificaron terrenos sagrados para establecer sus sedes campestres. A 40 kilómetros de Bogotá, en el municipio de Granada, está hace algunos años Bakatá, seleccionada como centro del encuentro Raíces de la Tierra por la comunidad Vaisnava, representantes de la tradición de oriente.
"Se escogió porque tiene un trabajo espiritual de más de 36 años. Está conformado por cuevas naturales propicias para la realización de nuestras actividades y, sobre todo, para la meditación y la conexión con la naturaleza", afirma Hari Sankirtan Das.
Allá, el proceso de enseñanza inicia con el reconocimiento del terreno, la visita a cada cueva se realiza con meditaciones sugeridas por la guía o el abuelo para cada persona. No hace falta un conocimiento previo para ello, aunque asisten instructores o estudiantes de instructorado, todo aquel que quiera conocer esta otra visión de la realidad puede llegar, como Martha Lemos.
"Las meditaciones son de autoconocimiento, hay unas guías, pero el proceso es autónomo. Los lugares sagrados nos ayudan a profundizar y conectar los chakras de nuestro cuerpo con los de la tierra. Entonces, a partir de lo que hemos experimentado a lo largo de la vida podemos reconocer quiénes somos. Depende de uno el resultado", explica Navaduip, una joven de 26 años que hace seis conforma el equipo de la UDSA coordinando las actividades académicas.
Ese reconocimiento del que habla se va haciendo por senderos guiados por los guardianes de la montaña, el agua, la memoria y otros aspectos dependiendo de lo que establezca cada actividad. Otra parte importante es la relación con la comida, en donde los participantes siembran en la huerta antes de preparar sus alimentos. "La forma de preservar los saberes ancestrales es viviéndolos en su mismo ámbito", dice el maestro Hari Sankirtan Das.
Aunque todos los talleres no son presenciales, hay virtuales e itinerantes, su cronograma varía de acuerdo con las necesidades que observan de la sociedad, y su módico precio depende si se necesita traslado, hospedaje y alimentación, de lo contrario son gratuitos.
Las actividades en las ciudades son itinerantes, las únicas que se mantienen, por lo menos en Bogotá, son la de meditación, yoga y filosofía védica. Las campestres van desde sangrado vaginal, cocina ancestral, agroecología, entonces otras. Esas últimas se llevan a cabo en Bakatá, o en las otras sedes del país como el distrito de Minca en Santa Marta, en Pijao (departamento de Quindío), e incluso en otras ubicadas en distintos países como Chile, Bolivia y Perú.
"La enseñanza se da en doble vía. Por un lado, acercamos a las personas del mundo colonizado a acercarse a los saberes ancestrales, y por el otro ayudamos a que las comunidades nativas educadas en esa concepción ancestral tengan herramientas para ir al mundo colonizado", explica Hari Sankirtan Das.
Se refiere a que los talleres también incluyen a los pueblos indígenas. Los abuelos les enseñan a los jóvenes cómo es la realidad fuera de sus tierras, para que conozcan sobre la historia del país, cómo funcionan las ciudades y hasta sobre las tecnologías. Ello, con el objetivo de que los indígenas no se dejen descrestar por el "mundo occidental al punto de dudar de sus propias tradiciones". De esa forma trabajan con comunidades nativas de todo el país, como la Yanakuna, Wiwa, Nasa, Muisca, Tairona, Kogui, Emberá, Arhuaco y Misak.
Los instructores son formados en la misma UDSA, para adquirir el pensamiento que profesan. Muchos, incluso, han abandonados sus vidas paganas para vivir junto a sus comunidades en alguna de las sedes. Es el caso de Hari Sankirtan Das, que es el nombre espiritual que le fue asignado a Alejandro Arango, un joven de 35 años oriundo de Medellín, que hace 16 inició de la mano de Swami B.A. Paramadvaiti, cuando estudiaba Comunicación Social y Periodismo en la Universidad de Antioquia. Ahora es instructor de yoga, meditación y dicta un taller de Activismo.
La UDSA, entonces, es para sus creadores y voluntarios una educación alternativa a los centros de formación superior, que dicen están equivocados, "gobernados por un espíritu mercantil". Y aunque su ideal sería regresar a sus orígenes a los "hermanos menores", su objetivo es hacer que la gente sepa vivir en el mundo sin destruirse los unos a los otros.
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