A los 10 años, Carlos Armando Navia Plata supo que debía contener su naturaleza sexual de por vida. En una tarde de juegos con otros niños, personificaba a la Mujer Maravilla con un traje improvisado hasta que su padre lo vio y le arrancó el disfraz mientras lo entraba a golpes hasta su casa. Después de eso, decidió seguir sus mandamientos, se casó con la cuñada de un primo y tuvo tres hijos.
Pero todo cambió cuando su padre falleció. Después de vivir décadas en un "cuerpo ajeno", en el año 2002 se transformó en Solipsy Navia Plata, comenzando otra lucha por revindicar los derechos transgéneros en la Institución Educativa Gabriela Mistral, en el barrio Alfonso Bonilla Aragón, donde trabaja como docente de primaria al suroriente de Cali. Así lo relató ella misma al periódico El País.
Desde los 33 años sabía que no podría sostener por mucho tiempo su falsa personalidad. Entonces, ya siendo docente, decidió empezar a hablar de su situación con las personas que le rodeaban, con la firme convicción de llegara ser lo que sentía ser por dentro: una mujer.
Habló con la rectora de la institución en la que laboraba, con sus colegas y con su esposa. La parte más difícil -confiesa a El País– fue explicar a sus hijos que poco a poco iban a ver en su papá a una mujer. Para ello, recibió asesoría de la Fundación Santamaría, una organización sin ánimo de lucro que trabaja con mujeres trans en Cali.
Fue esa ONG la que dio a conocer el caso ante el Comité Municipal de Convivencia Escolar (Comce), división de la Secretaría de Educación del Municipio, para que supervisara e hiciera intervenciones sociales en el colegio donde Navia Plata trabajaba, con la finalidad de lograr que su decisión de vida no afectara su parte profesional, ni a sus estudiantes.
"La profesora Solipsy es una mujer responsable y entregada con su profesión. Una gran mujer. Al principio su proceso no fue del todo fácil en el colegio, pero ahora todo está bien", dijo a El País, Miriam Patricia Duque, rectora del colegio Gabriela Mistral.
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