El incremento de la presión de seguridad en zonas rurales cocaleras para la erradicación de los cultivos ilícitos ha llevado a las organizaciones mafiosas a ingeniarse en nuevas estrategias para evadir los controles de las autoridades. En lo corrido del año, la Policía Nacional ha destruido más de 1.050 laboratorios de procesamiento de cocaína, que han dejado en evidencia los sofisticados complejos de producción que van desde centros urbanos hasta móviles y subterráneos.
Colombia hoy produce más cocaína que en toda su historia, unas mil toneladas anuales de acuerdo con estadísticas del centro de investigación InSight Crime. El Gobierno reconoció que los cultivos ilícitos en el país aumentaron de 148 mil hectáreas en 2016 a 180 mil en 2017. "Partimos de las cifras de 2016 y le sumamos 30 mil que creemos es lo que ha aumentado el problema", afirmó el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas.
Y es que el negocio de la droga es el más ágil del planeta, se adapta a los nuevos escenarios de seguridad de los países y a las condiciones cambiantes del mercado mucho más rápido de lo que lo hacen los gobiernos. Uno de los factores que ha favorecido el aumento de producción de cocaína es la mejora en el rendimiento de los laboratorios, según afirma el estudio 'La nueva generación de narcotraficantes colombianos post-FARC: Los Invisibles', de InSight Crime.
Anteriormente, los centros de producción de base de coca eran mucho más extensos, ocupando una gran área geográfica. Ejemplo de ello fue la famosa 'Tranquilandia' del Cartel de Medellín, construida por su extinto cabecilla Pablo Escobar. Tenía una extensión de casi 500 hectáreas conformadas por ocho pistas aéreas y 19 laboratorios que requerían de más de 100 trabajadores.
Antes -dice el estudio- lo importante era producir grandes cantidades, y ahora el valor está en la calidad del producto. Además, los avances de inteligencia de la Fuerza Pública en capacidad aérea y territorial ha obligado a los narcos a idear laboratorios más pequeños, que llamen menos la atención y sean más difíciles de detectar.
"En las cocinas ha habido mejoras, pues los cocaleros han aprendido a maximizar la extracción del alcaloide. Por ejemplo, usan podadoras para cortar las hojas (…) El proceso de cristalización se lleva a cabo en condiciones casi científicas, con un cuidadoso uso y reciclaje de los productos químicos, con el objetivo de producir cocaína de la más alta pureza", describe el centro de investigación.
Laboratorios urbanos
Como los cultivos ilícitos, los laboratorios de procesamiento de base de coca y de producción de clorhidrato de cocaína solían estar ubicados en zonas rurales alejadas, normalmente cerca de las fronteras desde donde trafican la droga al exterior; pero desde allí también es transportada hacia las ciudades para su distribución.
El consultor internacional de seguridad, John Marulanda, explicó a InSight Crime que "la bonanza de la producción de coca está generando un desplazamiento cada vez mayor de la producción de cocaína del campo a las ciudades". Sumado eso a la ofensiva militar del Estado en la producción rural, que dificulta la logística de transporte al mercado urbano del país.
Por eso, desde hace unos años se han detectado laboratorios en las grandes ciudades en sus áreas boscosas metropolitanas e, incluso, en viviendas y apartamentos de sectores residenciales. Ello representa un evidente riesgo para la población circundante, teniendo en cuenta los insumos químicos que pueden ser tóxicos para la salud humana y los peligros inherentes a las actividades criminales.
En el norte de Cali, por ejemplo, la Policía descubrió este año uno de esos laboratorios en un apartamento del tercer piso de un edificio en el barrio Los Alcánzares, perteneciente a la banda 'Los Pepes'. En el lugar se producían entre 10 y 15 kilogramos de cocaína semanal por encargo, que abastecían a por lo menos 15 redes de microtráfico que delinquen en la ciudad y municipios cercanos.
Los fuertes olores a químicos durante la madrugada molestaron a los otros residentes y sus denuncias alertaron a las autoridades, que desmontaron el laboratorio que operaba desde hacía cinco años, con ganancias cercanas a los 27.300 dólares. De acuerdo con el subcomandante de la Policía Metropolitana de Cali, coronel Fabián Ospina, el lugar contaba con dosificadores, grameras, acetona y un horno microondas para procesar la pasta de base de coca que traían del norte del Cauca.
En estos complejos urbanos, los narcos también se las han ingeniado para pasar desapercibidos si hay algún allanamiento. En una finca del municipio de Totoró, Cauca, los narcos idearon una sofisticada estrategia para camuflar la cocaína en prendas de vestir, cojines y porcelanas, que en el exterior eran decantadas con procesos altamente técnicos para su comercialización a precios elevados.
El comandante de la Brigada 29 del Ejército, general Jorge Herrera, explicó que en la bodega de la finca encontraron un horno donde hacían las cerámicas. Y detalló que los narcotraficantes crearon una fórmula especial con carbón activado para reducir los olores a químicos en los elementos donde escondían la droga.
"Habían dotado la estructura con lámparas, equipos y planchas especiales de vidrio para impregnar la ropa y secarla (..) Con esto encontramos nuevas formas que usa el narcotráfico para evadir las acciones institucionales que adelanta el Ejército, la Policía y demás instituciones", afirmó el general Herrera.
Laboratorios móviles
La investigación de InSight Crime detalla que hoy las organizaciones criminales no tienen laboratorios propios como los carteles de droga de los años 90. Ahora, construyen estructuras contratando especialistas, reúnen una gran cantidad de base de coca que convierten en cocaína y luego desmantelan el laboratorio para trasladarlo a otro lugar. "Esto significa que los equipos especializados emplean la más reciente tecnología y buscan la máxima eficiencia en el procesamiento".
El mes pasado, la Fiscalía y el Ejército anunciaron el descubrimiento de una nueva técnica utilizada por los narcotraficantes para burlar la justicia. Se trata de laboratorios de producción de cocaína itinerantes. Son estructuras hechas de madera y plástico arrendadas a pequeñas organizaciones criminales por cortos periodos de tiempo, que pueden procesar hasta tres toneladas de clorhidrato al mes.
"Al parecer, levantan estos laboratorios a pocos kilómetros de las ciudades, los acondicionan con las maquinas necesarias para el procesamiento, y los alquilan", explicó el director antinarcotráfico de la Fiscalía, Ricardo Carriazo. Los arrendatarios se encargan de contratar el personal necesario y de adquirir los insumos para la producción, así como también se su transporte y de conseguir los contactos en el exterior para su tráfico.
Uno de esos centros móviles fue hallado en las goteras de Bogotá, zona boscosa del municipio de Sibaté, con capacidad para producir 150 kilos de cocaína al día, o sea tres toneladas mensuales, que serían distribuidas en la región y otra parte exportada a Estados Unidos desde un puerto del Pacífico. La comunidad reportó el ingreso inusual de hombres desconocidos y camiones a altas horas de la noche y en las madrugadas, unas tres veces por semana.
"El complejo narcotraficante estaba compuesto por cuatro estructuras rústicas de madera y plástico. En una eran almacenados los insumos líquidos y sólidos, en otra se hacía el proceso de secado de la cocaína, y uno más servía de cuarto de máquinas. Adicional, en el espacio más pequeño había una cocina", detalló la Fiscalía.
Laboratorios subterráneos
La modalidad de laboratorio de procesamiento de cocaína más recientemente descubierta fue un complejo subterráneo en la vereda Pierda Sellada, de Tumaco, en el departamento de Nariño; perteneciente a Walter Patricio Arizala, alias Guacho, jefe del frente Oliver Sinisterra de las disidencias de las FARC. "Es una de las infraestructuras más sofisticadas hasta el momento ubicada en plena selva", expresaron las autoridades.
La Policía Nacional aseguró que el centro cocalero es una nueva estrategia para evadir los controles realizados con helicópteros, porque se vuelve imperceptible desde el aire. El método también obliga a los pobladores de la zona a trabajar en su interior, sin tener en cuenta el riesgo a sus vidas por los altos niveles de calor que concentran los hornos y máquinas bajo tierra.
"Ante las herramientas que tenemos para detectar los laboratorios a nivel, como detector de calor y aerofotografías, ha hecho que ahora los estén haciendo subterráneos para no ser detectados. Son laboratorios que cuestan entre 800 y 1.000 millones de pesos (entre 280.000 y 350.000 dólares)", explicó el general Jorge Isaac Hoyos, comandante de la Fuerza de Tarea Hércules.
El laboratorio de Guacho estaba conformado por seis estructuras que producían dos toneladas de clorhidrato de cocaína al mes, cargamento con el que alcanzaban a pagar la construcción de este, avaluado en más de 280 mil dólares. Además, las autoridades pudieron determinar que se elaboró en alianza con el cartel mexicano de Sinaloa, que es experto en túneles.
Este el primer laboratorio de este tipo encontrado en Colombia, pero las autoridades presumen que existen más. "De que hay más, hay más. Y de que los vamos a encontrar, los vamos a encontrar", manifestó el general Hoyos.
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