"Mi paciencia y la del pueblo colombiano tienen sus límites", dijo el presidente Juan Manuel Santos al anunciar, el lunes 29, la suspensión de los diálogos de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que se desarrollan en Quito desde el 7 de febrero de 2017. Fue una reacción ante el atentado que la guerrilla cometió el fin de semana pasado en un cuartel de policía en Barranquilla, que dejó cinco agentes muertos. En lo que va del año, la organización perpetró nueve ataques, con un saldo de 11 integrantes de las fuerzas de seguridad abatidos.
Pero sería un error reducir la crisis del proceso a las acciones militares del ELN. La realidad es que las conversaciones están estancadas desde hace meses. La suspensión derribó la presunción gubernamental de que alcanzar la paz con la segunda organización armada del país iba a ser mucho más fácil que con las FARC. A diferencia de estos diálogos, los acuerdos que comenzaron a gestarse en La Habana en septiembre de 2012, y que se sellaron cuatro años más tarde, avanzaron lenta pero consistentemente, y coincidieron con una progresiva disminución de la violencia: de 824 acciones en 2012, bajaron a sólo 16 en 2014.
"La primera razón de que haya más ataques es que el ELN estaba militar y socialmente mucho más debilitado que las FARC. Entonces, entiende que estos atentados son una forma de demostrar poder. Por otro lado, la implementación del pacto con las FARC reveló ciertas incapacidades del Estado colombiano, lo que genera la sensación de que está la posibilidad de que no se cumpla lo acordado", explicó a Infobae Diana Lucía Avellaneda, profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.
La razón de que haya más ataques es que el ELN estaba militar y socialmente mucho más debilitado que las FARC. Entonces, entiende que estos atentados son una forma de demostrar poder
Es cierto que el ELN es mucho más débil de lo que eran las FARC. Ambas guerrillas nacieron en 1964 y sostuvieron por más de medio siglo una guerra con el Estado, pero hasta ahí llega la paridad. En el momento previo a su desmovilización, la organización fundada por Manuel Marulanda Vélez, o Tirofijo, contaba con unos 8.000 combatientes y tenía presencia en cerca del 18% del territorio colombiano. Además, gracias a que controlaba buena parte del negocio del narcotráfico en el país, poseía una enorme cantidad de recursos. En cambio, el ELN no supera los 1.500 integrantes, hasta hace poco tenía una presencia reducida al 4% del territorio y sus fuentes de financiamiento son mucho menos estables, como los secuestros y la extorsión.
"El síndrome del hermano menor, de ser visto como una guerrilla poco poderosa, estaba haciendo que el Gobierno le diera un tratamiento de inferioridad, precisamente por su falta de fuerza bélica en comparación con las FARC. Esto llevó a la organización a incrementar su accionar militar para demostrar su poderío y negociar en una relación más paritaria", dijo a Infobae Katherine Torres, coordinadora nacional de la Campaña Por Una Paz Completa, impulsada por distintas organizaciones de la sociedad civil que buscan que se alcance un acuerdo definitivo entre el Estado y el ELN.
Dos guerrillas diferentes, dos procesos diferentes
"Desde que se anunciaron las negociaciones con el ELN —dijo Avellaneda— se sabía que iban a ser más complejas, porque es una guerrilla con una ideología más arraigada, casi como si habláramos de un partido político con armas. Cuando negocias con ideología todo es mucho más difícil, porque tienes que cambiarle la mentalidad a las personas".
Las FARC siempre fueron mucho más pragmáticas, tanto en sus objetivos como en sus métodos. Eso permite comprender que, una vez que tomaron la decisión de desmovilizarse, supieran qué es lo que tenían que hacer para negociar con el gobierno. "Las FARC ya tenían experiencia en procesos de paz durante otros períodos presidenciales. Pero es la primera vez que el ELN se sienta en una mesa de negociación, lo que explica su falta de maduración para plantear temas con agendas sólidas y concretas", señaló Torres.
Aún más determinantes son las diferencias en la estructura interna de las dos organizaciones. Las FARC eran mucho más jerarquizadas, con una cabeza clara —Rodrigo Londoño, alias Timochenko, que sucedió a Tirofijo tras su muerte—, que estaba en condiciones de hacer que los mandos medios y bajos cumplieran con sus resoluciones. Eso le facilitó las cosas al gobierno, que en todo momento sabía con quién negociaba y podía esperar que la guerrilla se comprometiara a cumplir con lo pactado.
Se sabía que las negociaciones con el ELN iban a ser más complejas, porque es una guerrilla con una ideología más arraigada
"En el ELN hay dos estructuras de mando, el Comando Central y el Estado Mayor Nacional, pero no tienen capacidad de imponer sus decisiones sobre el conjunto. Entonces, los frentes más beligerantes, que son los que tienen presencia en las zonas donde hay mayor disponibilidad de recursos, como la minería ilegal o el narcotráfico, son los que condensan el mayor activismo guerrillero. Eso dificulta sobremanera el avance de los diálogos", sostuvo Jerónimo Ríos Sierra, profesor de estudios internacionales en la Universidad EAN, de Bogotá, consultado por Infobae.
No es que el ELN carezca de liderazgo. Tiene un comandante, que es Nicolás Rodríguez Bautista, alias Gabino, que lógicamente tiene mucho predicamento en la organización. Pero al estar estructurada como una federación, cada frente tiene una gran autonomía para elegir su estrategia política y militar. Ante esa fragmentación, el entendimiento con el gobierno favoreció las divisiones.
"En el ELN hay una fractura interna —continuó Ríos Sierra—. Gabino y el Comando Nacional están a favor de negociar, pero los dos frentes más poderosos están en contra. Uno es el Frente de Guerra Oriental, asentado en los departamentos de Arauca, Boyacá y Casanare. El otro es el Frente de Guerra Occidental, con presencia en el Chocó. Están buscando implosionar el proceso de paz".
Un contexto político muy poco oportuno para un acuerdo
El próximo 27 de mayo se celebrarán elecciones presidenciales en Colombia para elegir al sucesor de Santos. Si los diálogos avanzaron poco en 2017, cuesta imaginar que puedan prosperar en un año que estará atravesado por la campaña.
"Este gobierno ya está en el ocaso, y de los posibles sucesores no hay un candidato claro que esté 100% dispuesto a continuar con esta iniciativa. No se sabe qué pasará cuando asuma el próximo presidente, porque los dos procesos han sido apuestas claras de Santos. De hecho, en Colombia se habla de 'la Paz de Santos'. Pero es muy difícil que en el poco tiempo que le queda pueda obtener resultados", dijo Avellaneda.
El plebiscito sobre los acuerdos de paz, celebrado el 2 de octubre de 2016, evidenció hasta qué punto la sociedad colombiana está dividida por este tema, considerando que el "No" ganó por 50,2 a 49,8%. Cualquiera que aspire a ganar las elecciones sabe que puede correr un serio riesgo de perder votos si se manifiesta enfáticamente en favor de continuar con las negociaciones. Por otra parte, la discusión sobre las FARC saturó a la opinión pública, y ahora es muy poca la gente que está interesada lo que pase con el ELN.
Ni siquiera a la guerrilla le interesa reanudar las conversaciones hasta tanto no sepa quién va a llegar a la Casa de Nariño. "Hay que tener en cuenta que el debate presidencial en Colombia, de cara a las elecciones de este año, ha radicalizado el espectro político, y la población identifica a los candidatos como de derecha y extrema derecha, o de izquierda. Para el ELN sería más redituable ser prudente y esperar a ver quién será el nuevo presidente y cuáles son sus verdaderas intenciones y deseos frente a los diálogos que se adelantan", afirmó Erich Saumeth, investigador y consultor colombiano en asuntos de defensa, seguridad y geopolítica, consultado por Infobae.
Tampoco ayuda la deficiente implementación de lo pactado con las FARC, cuyos efectos aún no se conocen plenamente. Su participación en las elecciones va a clarificar muchas cosas. Todos estos condimentos llevan a pensar que la suspensión de las negociaciones con el ELN se va a prolongar.
No obstante, muchos de los analistas siguen de cerca el proceso son optimistas en que, al menos en el mediano plazo, acordar la paz es lo que más conviene a las dos partes. "Independientemente de quién sea el nuevo presidente de Colombia, la clase política de esta nación, así como la sociedad misma, está convencida de que el diálogo negociado es la opción más viable. Lo que sí puede variar, según quién llegue al gobierno, son las condiciones que se impongan, y en esto sí tendrá que ver mucho la manera en la que el ELN actué apenas comience el próximo periodo presidencial", concluyó Saumeth.
LEA MÁS: