Un meteorito que había sido notificado como “potencialmente peligroso”, cayó ayer en la región rusa de Siberia Oriental, sin causar daños mayores, según anunciaron científicos de ese país. El asteroide fue denominado C0WEPC5 y los científicos lo detectaron pocas horas de su ingreso a la capa gaseosa que envuelve a la Tierra.
El hecho había sido anunciado por el profesor Víktor Grojovski, de la Universidad Federal de los Urales que estimó su caída entre las localidades Okeminsk y Lensk, que se encuentran a unos 500 y 800 kilómetros, respectivamente, de la capital regional, Yakutsk. La agencia espacial rusa, Roscosmos, más temprano, estimó el diámetro del cuerpo celeste entre 50 centímetros y 2 metros, y lo calificó de “potencialmente peligroso”.
Pero para la Agencia Espacial Europea, se trató de un objeto de cerca de 70 centímetros de diámetro.
Los científicos rusos, señalaron que la caída del meteorito iba a poder ser observada a una distancia de hasta 700 kilómetros del epicentro en forma de una bola de fuego que se desplazaría de este a oeste y que se consumiría en la atmósfera. “Tras su entrada en la atmósfera se vio un estallido muy brillante y probablemente hasta se escuche un estruendo como de un trueno”, dijo el astrónomo Vladilén Sanakóyev.
Según el científico, hasta la superficie de la Tierra podrían haber llegado también varios kilogramos de materia extraterrestre en forma de piedras calcinadas. No obstante, Sanakóyev admitió que de tratarse de un asteroide compuesto por hierro y níquel, a la superficie terrestre podría llegar hasta una décima parte de su masa inicial, estimada en 5 toneladas.
El meteorito que causó 1.500 heridos en 2013
Cualquier meteorito o fragmento de meteorito que sobreviva al paso por la atmósfera y caiga al suelo se llama meteorito. Los meteoritos suelen tener una corteza de color oscuro, llamada corteza de fusión, causada por la fusión de la superficie debido al intenso calentamiento por fricción a medida que avanzan a gran velocidad por la atmósfera.
Las noticias sobre meteoritos siempre son recibidas con temor por los rusos, ya que no olvidan la caída de uno cerca de la ciudad de Cheliábinsk, en los Urales, en febrero de 2013, que dejó más de 1.500 heridos en la región, 319 de ellos niños.
El gran meteorito de casi 20 metros de longitud y 14.000 toneladas de peso se dirigió a toda velocidad hacia la Tierra e ingresó en la atmósfera terrestre sobre Siberia, Rusia.
El bólido viajaba a 68.000 kilómetros por hora y la explosión se produjo sobre la ciudad rusa de Cheliábinsk, cubierta de nieve y cerca de la frontera con Kazajstán. El impacto de este meteorito causó destrozos en toda la ciudad. Los daños sufridos por la ciudad se estimaron en 1.000 millones de rublos (11 millones de libras esterlinas).
El meteorito explotó cuando el calor causado por la fricción creó enormes presiones internas. La explosión creó una enorme nube de polvo y gas. A continuación se produjo una enorme onda expansiva y cayeron una gran cantidad de fragmentos del meteorito.
La onda expansiva generada fue tan poderosa que dio dos vueltas alrededor del mundo. Por un momento, la luz de la bola de fuego brilló más que el Sol. Algunos testigos también informaron haber sentido un calor intenso mientras caía.
Todos los años, nuestro planeta es bombardeado por unas 16 toneladas de meteoritos que caen a la atmósfera. La mayoría apenas alcanzan una decena de gramos de masa y son tan pequeños que pasan desapercibidos.
El meteorito de Cheliábinsk de 2013 fue la explosión en el aire cercana a la Tierra más dramática, desde la explosión de Tunguska en Siberia en 1908.
La devastadora explosión de 1908 conocida como el evento de Tunguska hizo temblar a Siberia con la fuerza de 300 bombas atómicas. Las crónicas indican que a eso de las siete de la mañana hora local, una enorme bola de fuego atravesó el cielo de la meseta de Siberia central, un área inhóspita donde los bosques de coníferas se mezclan con la tundra y prácticamente no hay poblaciones humanas.
En pocos segundos el lugar vivió un calor abrasador que hizo arder el cielo y una explosión ensordecedora sepultó más de 80 millones de árboles en un área de 2100 kilómetros cuadrados de bosque.
La NASA precisó que el evento provocó ondas expansivas que llegaron a ser registradas por barómetros en toda Europa y golpearon a personas que se encontraban a más de 65 kilómetros de distancia.
Durante las dos noches siguientes, el cielo nocturno se mantuvo iluminado en Asia y algunas regiones de Europa. Pero como el lugar de la caída era muy inhóspito y era de muy difícil acceso, ninguna expedición se aproximó al sitio en los siguientes 13 años.
Leonid Kulik (científico del Museo de Mineralogía de San Petersburgo y experto en meteoritos) fue el primero en montar expediciones al lugar. En 1927, Kulik encabezó una segunda expedición, tras el fracaso de una inicial en 1921, donde llegó al lugar de la caída del bólido.
El explorador no halló el cráter, sino un campo de 4 kilómetros de diámetro donde los árboles se mantenían aún en pie, pero sin ramas ni corteza. Kulik logró hablar con algunos pobladores cercanos, que aportaron los primeros testimonios del evento de Tunguska. El relato de S. Semenov, un testigo presencial que se hallaba a 60 kilómetros del impacto, es quizás el más famoso y detallado de la explosión:
“A la hora del desayuno estaba sentado junto a la casa de postas en Vanavara (…) de repente, vi que directamente hacia el norte, sobre la carretera Tunguska de Onkoul, el cielo se partió en dos y apareció un fuego a lo alto y ancho sobre el bosque La división en el cielo se hizo más grande y todo el lado norte estaba cubierto de fuego”, dijo.
“En ese momento me puse tan caliente que no pude soportarlo, como si mi camisa estuviera en llamas; del lado norte, donde estaba el fuego, llegó un fuerte calor. Quería arrancarme la camisa y tirarla abajo, pero luego el cielo se cerró y sonó un fuerte golpe y me arrojaron unos metros”, agregó.
“Perdí el sentido por un momento, pero luego mi esposa salió corriendo y me llevó a casa (…) Cuando el cielo se abrió, el viento caliente corrió entre las casas, como de los cañones, que dejaron rastros en el suelo como caminos, y dañaron algunos cultivos. Más tarde vimos que muchas ventanas estaban rotas y en el granero, una parte de la cerradura de hierro se rompió”, completó.
La no existencia de un cráter y que el cielo se mantuviera limpio de escombros ha generado varias teorías sobre lo que pasó realmente en Tunguska y ha inspirado cientos de artículos científicos y teorías de lo que sucedió exactamente.
La teoría más aceptada asegura que la mañana del 30 de junio de 1908, una roca espacial de unos 37 metros de ancho ingresó a la atmósfera terrestre a una velocidad de 53.000 kilómetros por hora, suficiente para alcanzar una temperatura de 24.000 grados celsius.
Así, el bólido de fuego que iluminó el cielo no hizo contacto con la superficie terrestre, sino que explotó a ocho kilómetros de altura, provocando la onda expansiva que explica el desastre y los millones de árboles caídos en el área de Tunguska.
En 2020, la Royal Astronomical Society, estudio el evento de Tunguska y aseguró que fue provocado por un meteorito de hierro que alcanzó los 200 metros de ancho y rozó la Tierra a una distancia mínima de 10 kilómetros antes de seguir su órbita, dejando a su paso una onda de choque de tal magnitud, que provocó que el cielo ardiera y los millones de árboles quedaran derribados.