- Hallan pintura rupestre que representa a un dicinodonte en cueva de Sudáfrica.
- La obra, creada por el pueblo San, es anterior al descubrimiento científico de los dicinodontes.
- Sugiere que los San ya interpretaban fósiles de estos animales hace casi 200 años.
Lo esencial: investigadores de la Universidad de Witwatersrand hallaron una pintura rupestre en la granja La Belle France que representa a un dicinodonte, animal prehistórico del grupo de los terápsidos. Este arte data de 1835, una década antes de que los dicinodontes fueran identificados formalmente por la ciencia, lo que indica que los habitantes del pueblo San ya exploraban restos fósiles y los incorporaban en su arte y mitología. Este hallazgo destaca el valor de las prácticas indígenas en el estudio de la paleontología y su potencial para reinterpretar la historia de la vida prehistórica.
Por qué importa: el descubrimiento sugiere que las culturas indígenas tuvieron una comprensión intuitiva de la paleontología antes del conocimiento científico formal, aportando perspectivas únicas a la ciencia moderna.
- El arte indígena puede ofrecer evidencia directa sobre fauna extinta.
- Este vínculo abre la puerta a colaboraciones entre arqueología, paleontología y estudios culturales.
- Revela la riqueza de la paleontología indígena y su valor para reinterpretar el pasado desde una perspectiva intercultural.
Un hallazgo fascinante en Sudáfrica está reescribiendo la historia de la paleontología y el conocimiento indígena sobre los animales prehistóricos. Investigadores de la Universidad de Witwatersrand descubrieron una pintura rupestre en una cueva de la granja La Belle France, que podría representar a un dicinodonte, un antepasado herbívoro de los mamíferos que habitó el planeta hace más de 250 millones de años.
Sorprendentemente, la representación artística de esta criatura es anterior a su descubrimiento científico oficial por al menos una década, lo que indica que los San, el grupo indígena autor de la obra, ya exploraban y entendían restos fósiles de animales extintos mucho antes de la paleontología occidental.
El dicinodonte, un miembro del grupo de los terápsidos, compartió el suelo terrestre del Triásico junto a antiguos ancestros de los dinosaurios, pterosaurios y cocodrilos. Como explica en el artículo científico, publicado en la revista Plos One, el paleontólogo Tomasz Sulej, “el descubrimiento de Lisowicia cambia nuestra idea sobre la historia más reciente de los dicinodontes, parientes triásicos de los mamíferos”.
La importancia de los dicinodontes radica en su papel ecológico: tras la extinción masiva del Pérmico, hace 252 millones de años, este grupo se consolidó como dominante en los ecosistemas herbívoros.
El recientemente identificado Lisowicia bojani, una especie de dicinodonte gigante descubierta en Polonia, evidencia la adaptabilidad y diversidad de estos herbívoros. Con un peso estimado de nueve toneladas y una postura erguida similar a la de los grandes mamíferos actuales, como el rinoceronte, Lisowicia muestra la notable variabilidad de los dicinodontes en tamaño y distribución geográfica, lo que sugiere que estos animales gigantescos, a diferencia de lo que se creía, habitaron en Europa y Sudáfrica por igual.
Para el profesor Julien Benoit, de la Universidad de Witwatersrand, los San no solo habitaron las mismas zonas donde se encontraron yacimientos de dicinodontes, sino que también interpretaban estos fósiles y los incorporaban a su cosmovisión. “Los san vivían y cazaban entre huellas fósiles, huesos, cráneos y dientes de reptiles extintos hace mucho tiempo en Karoo”, afirma Benoit.
Esto se refleja en la pintura hallada en La Belle France, que representa un animal extinto cuya postura, curiosamente, emula la “pose de muerte” frecuente en los fósiles, una característica distintiva de los esqueletos prehistóricos.
Este retrato en la cueva sugiere un asombroso vínculo entre el pueblo san y sus observaciones fósiles: al contemplar huesos, cráneos y dientes de estos reptiles, los san podrían haber usado sus propias herramientas artísticas para reconstruir la apariencia de estos animales en vida. La pintura, al igual que los fósiles, sirve como testimonio de una época en la que el saber paleontológico estaba inserto en la vida cotidiana y el imaginario cultural.
Según el estudio, la pintura data de 1835, una década antes de que el paleontólogo británico Sir Richard Owen registrara oficialmente a los dicinodontes en el conocimiento científico formal. Los investigadores interpretan este descubrimiento como una “prueba contundente de que los San, a través de su arte, ya exploraban la paleontología mucho antes de que la ciencia occidental reconociera a los dicinodontes”.
Como indica el hallazgo del Lisowicia bojani en Europa, la evolución de los dicinodontes estuvo marcada por las presiones del ambiente y la necesidad de defensa contra depredadores. Estos animales desarrollaron un cuerpo masivo y una postura erguida como estrategias de supervivencia. Las extremidades delanteras rectas de Lisowicia, que recuerdan a las de los mamíferos cuadrúpedos modernos, permitían un mejor soporte para su enorme peso y favorecían su movilidad, factores cruciales en un entorno prehistórico lleno de amenazas.
Cómo era el dicinodonte en la prehistoria
La gran variedad de dicinodontes, que iban desde ejemplares del tamaño de un perro hasta gigantes de varias toneladas, demuestra su adaptabilidad en el ecosistema del Triásico.
Una de las características principales de estos animales prehistóricos eran sus colmillos. Decenas de millones de años antes de que caminaran sobre la Tierra los elefantes, las morsas o los jabalíes, este ancestro de los mamíferos llamado dicinodonte desarrolló los colmillos más antiguos jamás conocidos.
Este animal tenía un cuerpo similar al de un cerdo, con patas y pico propio de un reptil. Habitó la tierra entre 270 a 201 millones de años previo a los dinosaurios y durante un tiempo fueron los herbívoros más comunes en el planeta. En su boca tenían un par de colmillos que asoman sobre su mandíbula superior.
Con un pico similar al de las tortugas y un tamaño que varía desde una rata hasta un elefante, fueron descubiertos hace 176 años; sin embargo, un nuevo estudio encontró que además de tratarse de los primeros colmillos, esta característica apareció a partir de una evolución convergente, es decir, distintas especies desarrollaron colmillos con estructuras similares de forma independiente, un rasgo que se repite al analizar la historia evolutiva de los dicinodontes.
El hecho de que los colmillos hayan evolucionado en distintas ocasiones abre un sinfín de nuevos interrogantes para los científicos sobre las condiciones anatómicas necesarias para su aparición. Su extinción temprana en comparación con los dinosaurios y su limitado registro en ciertas regiones sugieren que estos animales enfrentaron barreras geográficas y ambientales que condicionaron su evolución.
Los San, además de observar y representar el entorno natural, desarrollaron mitos y simbolismos que ayudaban a integrar el mundo fósil en su cultura. Un mito san describe a “enormes bestias” que vagaron por África en un pasado remoto, criaturas que ahora sabemos podrían estar basadas en los fósiles de dicinodontes que encontraban en sus territorios.
Como señala Benoit, “el dicinodonte puede haber sido representado como un ‘animal de lluvia’, una criatura mítica en la cosmología san”. Este tipo de conexiones revela una profunda comprensión simbólica y una sensibilidad especial para entender y representar el pasado remoto.
Para los San, las huellas fósiles y los restos óseos no solo eran testigos mudos de épocas pasadas, sino que formaban parte de una realidad que vinculaba a los vivos con los muertos y a lo natural con lo sobrenatural. Es posible que los huesos y huellas hayan inspirado los relatos sobre “animales de lluvia”, criaturas que conectaban el cielo con la tierra y cuyo simbolismo les atribuiría el poder de traer lluvias y asegurar la fertilidad de la tierra.
El descubrimiento en La Belle France destaca la importancia de reconocer y preservar el conocimiento ancestral de los pueblos indígenas, quienes en muchos casos interpretaron los rastros del pasado antes de que los científicos pudieran hacerlo. Las técnicas de observación de los San y su representación artística de los dicinodontes permiten ahora a la paleontología moderna considerar el arte rupestre como una fuente de información científica sobre la fauna prehistórica.
La representación temprana de animales extintos en el arte san sugiere que el pueblo no solo reconoció la diferencia entre animales vivos y fósiles, sino que se interesó activamente en “reconstruir” sus formas para comprender cómo fueron en vida. Esta reinterpretación del arte rupestre sudafricano abre una nueva vía para el estudio interdisciplinario de la paleontología y la arqueología, permitiendo examinar el pasado desde perspectivas tanto científicas como culturales.
Este hallazgo destaca, además, la necesidad de integrar los conocimientos científicos modernos con el saber cultural de las comunidades originarias, quienes poseen una profunda conexión con el pasado geológico y ecológico de sus territorios. La colaboración entre arqueólogos, paleontólogos y especialistas en estudios culturales puede ofrecer una visión enriquecida y multifacética de los descubrimientos fósiles.
Así, el descubrimiento de los dicinodontes en el arte rupestre sudafricano no solo amplía nuestra comprensión de la evolución y ecología del Triásico, sino que también rinde homenaje a la paleontología indígena como una práctica intuitiva y enriquecedora de interpretación de la naturaleza.