Dicen que los eclipses enamoran. Una prueba de ello es lo que le sucedió al chileno Alejandro Arroyo, un cazador de eclipses de 61 años que hace 30 años quedó enamorado de estos fenómenos astronómicos cuando presenció su primer eclipse solar.
A pocas horas del Anillo de Fuego que podrá observarse mañana 2 de octubre en la Patagonia y gran parte del sur del continente, vale la pena repasar su historia.
El “flechazo” ocurrió en el año 1994 cuando en la cordillera chilena Arroyo pudo observar por primera vez un eclipse solar total, un evento donde el día se hace de noche por breves minutos y se aprecian notables cambios en la naturaleza. Fue en un poblado llamado Putre, a más de 2000 kilómetros de Santiago de Chile, donde reside, y muy cerca de la frontera con Bolivia.
Después de ver cómo la Luna ocupaba todo el disco del Sol, Arroyo, un historiador del arte, se volvió fanático de estos eventos y los ha hecho parte de su vida: ha presenciado 20 eclipses solares en los últimos 30 años, lo que quizás lo convierte en el sudamericano con más eclipses observados.
“Siempre digo que tengo una cita planificada con el Sol y la Luna en algún punto de la Tierra cada año o cada dos años y mi misión es estar allí para observar ese fenómeno astronómico. Es por eso que he podido observar lo últimos 20 eclipses en más de una docena de países en los cinco continentes”, explicó en una entrevista por videollamada con Infobae.
Arroyo se encuentra en este momento en la Isla de Pascua, más precisamente en el Parque Nacional Rapa Nui, en pleno océano Pacífico, y donde los pronósticos meteorológicos auguran cielos despejados para observar el Anillo de Fuego que ocurrirá mañana por la tarde.
“Es mi segundo eclipse en esta isla, cargada de cultura de la Polinesia, con toda una rica historia de los pueblos ancestrales y la cultura moái (del rapanui: moai, ‘escultura’) donde la referencia más notoria son las estatuas monolíticas humanoides que se elevan en esta isla polinésica de Pascua y que son una representación de los antepasados de los habitantes nativos de la isla, los rapanui.
“He visto eclipses totales, anulares y parciales en distintas partes del mundo. Estuve en las estepas de Hungría, en la selva de Zimbabue, en las playa de Venezuela, en una megápolis como Shangai, China, en Turquía, Rusia, EEUU, México, Islas Feroe, Indonesia, Siberia, y Australia en dos oportunidades. Y siempre en cada uno encuentras un momento mágico para disfrutar. Una ocasión única para conocer la cultura local y ver cómo impacta en ella. Cómo reaccionan las personas en África, Europa, Asia. Es todo muy distinto y enriquecedor”, precisó Arroyo, que en dos oportunidades tomó un avión para observar los eclipses desde el aire.
Y agregó: “La experiencia de presenciar un eclipse varía según la locación elegida para observarlo. No es lo mismo hacerlo en la playa, la selva, la montaña, el desierto o en una ciudad. Cerca del mar puedes ver cómo la marea sube, como ocurrió en Venezuela en 1998. O como cuando en 2009 presencié un eclipse solar en Shangai, China. Ese día amaneció nublado y con lluvia. Era de día, pero a las 9 de la mañana se hizo de noche. Y como estaba nublado, la oscuridad fue total. De repente las luces automáticas de la ciudad se iluminaron durante más de 6 minutos y la experiencia fue muy enriquecedora, pese a no ver el Sol con los propios ojos”.
Consejos para “cazar” eclipses
El experto cazador de eclipses brindó algunas recomendaciones para que la experiencia de observar este fenómeno astronómico sea completa y sin errores.
“Los eclipses hay que observarlos con una buena protección solar. Esto es gafas o lentes certificadas y que sean actuales. Además es recomendable utilizar filtros solares si uno quiere fotografiar el eclipse con el teléfono o verlo con binoculares o telescopios”, afirmó.
E indicó que lo mejor es llegar al sitio de observación con una semana de anticipación para conocer el lugar, sus habitantes, sus ventajas y desventajas, si hay ruido, sombras y otras cosas que puedan interrumpir una buena contemplación del fenómeno astronómico.
“Nunca hay que hacer algo en forma improvisada. No se debe cambiar el lugar un día antes. Se ensaya la ruta y tomar y el sitio a observarlo. Se verifica todo y se repasa. Se tiene en cuenta la hora del eclipse y la posición del Sol en el cielo”, sostuvo Arroyo y contó que una vez hizo cuatro recorridos para evaluar posibles locaciones en Chile para observarlo.
Arroyo observó su último eclipse en abril de este año, cuando ocurrió uno solar total que tuvo lugar en el hemisferio norte de este continente. “Pude presenciarlo en Torreón, México, donde las personas hicieron silencio absoluto y luego de un minuto ya había inquietud de por qué duraba tanto el ocultamiento. En total fueron más de 4 minutos de sombra total, lo que resultó increíble. Hasta los animales cercanos modificaron su comportamiento”, relató el cazador de eclipses que tiene pendiente observar uno desde Argentina.
“En 2027 habrá un eclipse en Mar del Plata y tal vez esté allí para observarlo. En la página de la NASA se puede tener información sobre cuándo, dónde y con qué intensidad ocurrirá un determinado eclipse hasta el año 2100. Obviamente no viviré todo ese tiempo, por lo que hay que aprovechar cada evento astronómico y disfrutarlo en todos sus aspectos”, indicó Arroyo.
Y añadió: “Me acuerdo de un cuento de Jorge Luis Borges sobre el tiempo y el valor de los viajes. Borges decía que el transportarte a un lugar brinda un valor superlativo a la vida. Ya sea cuando uno va al trabajo y decide no hacer siempre la misma ruta, o modificar el medio de transporte y pasar a un colectivo, bici o ir caminando en lugar de ir en auto. Yo aplico la misma filosofía con los eclipses y trato de hacer del viaje una experiencia inolvidable”.
Arroyo ya está planificando por ejemplo viajar en 2026 a Groenlandia para observar un eclipse solar total. Y al año siguiente visitar la Argentina. “Tengo una reunión con la Luna y el Sol. Y no les puedo fallar”, concluyó.