El mal uso de los antibióticos lleva a que a veces no funcionen cuando se los necesita. Eso favorece que haya más microorganismos resistentes, las llamadas popularmente “superbacterias”.
En la Argentina se probó un modelo colaborativo para administrar mejor los antibióticos a los pacientes en estado crítico y hospitalizados y se consiguieron buenos resultados. Los resultados fueron publicados en la revista BMJ Quality & Safety.
Más de 25 investigadores se pusieron a trabajar para implementar ese modelo, que es un programa basado en recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. Se llevó a cabo en hospitales ubicados en las provincias de Buenos Aires, Jujuy, Río Negro y Neuquén, y en la Ciudad de Buenos Aires.
Tuvieron en cuenta que las infecciones asociadas al cuidado de la salud y la resistencia a los antibióticos son un problema que empeora rápidamente en todo el mundo, especialmente en los países de bajos y medianos ingresos. Encima, todo se agravó durante la emergencia sanitaria global por el coronavirus que causa el COVID.
En diálogo con Infobae, el primer autor del estudio, Facundo Jorro-Baron, investigador en seguridad y calidad del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS) y del Hospital General de Niños Pedro de Elizalde, contó que los programas para optimizar el uso de los antibióticos ya han demostrado ser beneficiosos. Pero su implementación y su adopción por los equipos de salud en los hospitales de países de bajos y medianos ingresos aún sigue siendo un desafío.
Qué es la resistencia a los antibióticos
La resistencia a los antibióticos es considerada hoy una de las mayores amenazas a la salud pública global. Porque reduce las opciones de tratamiento para los enfermos. También tiene otros efectos:
- Puede demorar la eficacia del tratamiento
- Puede implicar un mayor riesgo de sufrir cuadros graves y prolongados o la muerte.
- Las internaciones hospitalarias pueden ser más largas y se generan más costos médicos.
Entre las soluciones al problema, se impulsa la “optimización” en la administración de los antibióticos, un concepto que surgió hace 28 años.
Los estadounidenses John McGowan y Dale Gerding aplicaron por primera vez el término en 1996, cuando sugirieron que había una asociación causal entre el uso de los medicamentos y la resistencia de las bacterias.
Dentro de la “optimización” se incluye seleccionar, elegir la dosis y la duración óptimas del tratamiento con antibióticos. De esta manera, se intenta que el paciente tenga el mejor resultado con efectos secundarios mínimos. También que hay un impacto mínimo en la resistencia posterior de los microorganismos.
Qué cambios hubo en las terapias intensivas
Ahora, en la Argentina se usó un modelo de mejora de la calidad de las indicaciones para reducir el uso excesivo de los antibióticos en 9 terapias intensivas. También esa iniciativa usó medicamentos para un rango limitado de bacterias.
Durante 16 semanas, los investigadores tomaron datos para contar con una medición basal, que permitió identificar luego si se generaban mejoras. Luego se implementó el programa durante 32 semanas.
“Nuestro paquete de intervención incluyó auditorías y retroalimentación sobre el uso de antibióticos, pautas de tratamiento específicas para cada centro hospitalario, la estrategia de “tiempo fuera” para los medicamentos (que incluye 4 preguntas que deben hacerse los profesionales de la salud, e intervenciones basadas en la farmacia y educación. Por ejemplo, se incluyó a un experto en farmacología en el equipo de cada unidad de cuidados intensivos”, contó Jorro-Baron.
Profesionales de cada terapia intensiva accedieron a dos sesiones de aprendizaje con tres períodos de acción, junto con apoyo de coaching y formación básica en mejora de la calidad.
Cuáles fueron los resultados del estudio
El estudio en las unidades de terapia intensiva incluyó a 912 pacientes graves. Al evaluar los resultados clínicos de los pacientes, los investigadores encontraron que “podían aumentar la práctica de adecuar el antibiótico al patógeno que afecta al paciente en menores tiempos y se podía mejorar la capacidad de control y prevención de infecciones en las terapias intensivas”.
Todo fue a través de “una forma colaborativa donde todos aprendemos y todos enseñamos”, resaltó. Se mejoró la adecuación del antibiótico que se le indica a cada paciente.
Es porque cuando una persona entra en una terapia intensiva se le puede dar un antibiótico, pero mientras tanto se esperan los resultados de los cultivos de sangre, orina o secreciones pulmonares para determinar de qué patógeno se trata. Al contar con los resultados de esos cultivos, se puede adecuar el tratamiento. Con el programa que implementaron los investigadores, la adecuación que era correcta en el 45% de las veces pasó al 62% de las veces.
Para llevar a cabo el programa, colaboró también la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva, la Sociedad Argentina de Infectología y el IECS. Contaron con un subsidio no condicionante de la empresa Pfizer.
“Fue muy importante tener medidas de balance como la mortalidad. Aunque se redujo el uso de antibióticos durante el programa implementado, la mortalidad no se modificó”, aclaró el experto.
Otra de las coautoras del estudio, Laura Cabana, de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Pablo Soria, en la provincia de Jujuy, destacó -en diálogo con Infobae- que el programa fomenta que los integrantes de los equipos de salud tengan roles definidos para optimizar el uso de los antibióticos. Aún el programa se sigue desarrollando en su institución.
En tanto, Francisco Nacinovich, médico infectólogo, miembro de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) y cofundador de la asociación civil sin fines de lucro INVERA dedicada a la investigación sobre resistencia antimicrobiana, opinó sobre el trabajo publicado.
“Antes se hablaba de uso racional de los medicamentos. Pero parecía que alguien no tenía la razón y se malinterpretaba. Ahora estamos tratando de cambiar la mirada y que se entienda que se debe hacer un uso responsable de los antibióticos para empoderar a los que los indican. El estudio demostró que se puede implementar el programa de optimización, incluyendo el cultivo y la adecuación del tratamiento según los resultados”, afirmó Nacinovich, que no participó en la investigación.
Y cerró: “Ojalá que se implemente también en otros hospitales del país y de la región”.