Un útero artificial que proporcionaría las condiciones necesarias para que los niños nacidos antes de la semana 28 de gestación completen su desarrollo en un entorno similar al vientre materno está siendo estudiado por científicos del Hospital Infantil de Filadelfia (CHOP por su sigla en inglés), en Pensilvania, EEUU.
Extend, tal el nombre del desarrollo proveniente de la abreviatura en inglés de “ambiente extrauterino para el desarrollo del recién nacido” (Extrauterine Environment for Newborn Development), ya superó con éxito las pruebas en animales y busca aumentar la sobrevida en casos de prematurez extrema.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se considera prematuro a un bebé nacido vivo antes de que se hayan completado 37 semanas de embarazo. Asimismo, dentro de los recién nacidos prematuros existen diferentes categorías, basadas en la edad gestacional.
Así, un niño prematuro entre moderado y tardío es el que nació entre las semanas 32 y 37 de gestación, mientras que un bebé se considera muy prematuro cuando nace entre las 28 y 32 semanas de gestación. Un prematuro extremo, en tanto, es el que nace con menos de 28 semanas de gestación.
Las complicaciones derivadas del nacimiento prematuro son la principal causa de mortalidad entre los menores de cinco años, y en 2019 se cobraron aproximadamente 900.000 vidas, según las últimas cifras disponibles.
De allí la importancia de que el dispositivo pueda pasar con éxito las pruebas en humanos y estar disponible de manera masiva en todo el mundo.
Cómo funciona el útero artificial
Dado el debate ético que se planteó en torno al desarrollo, los creadores de Extend aclararon que su producto no es capaz de desarrollar bebés durante toda la gestación, sino que su función es proporcionar una simulación de un útero natural para el crecimiento sano de bebés muy prematuros, que evite las complicaciones más frecuentes ocurridas en la unidad de cuidados intensivos de neonatología, así como las consecuencias en la salud futura de estos niños.
En concreto, los expertos buscan evitar la exposición al oxígeno y ventilación que pueden dañar el bienestar de los pulmones aun en desarrollo, ya que se conoce que esto puede aumentar displasia broncopulmonar, enfermedad pulmonar crónica o riesgo de ceguera retiniana.
Durante el embarazo, el útero de la madre proporciona oxígeno, nutrientes, anticuerpos y señales hormonales al feto, mientras elimina los desechos a través de la placenta. Esto permite que el feto se desarrolle adecuadamente hasta que sus pulmones, cerebro y otros órganos estén completamente formados para la vida extrauterina.
No obstante, los bebés extremadamente prematuros enfrentan dificultades debido a su desarrollo incompleto al nacer antes de tiempo. Con Extend, los científicos buscan replicar las funciones del útero natural mediante una “biobolsa” transparente llena de un líquido con electrolitos que imita el líquido amniótico.
Según los investigadores, los cirujanos que manejan el útero artificial deben conectar rápidamente los vasos sanguíneos del cordón umbilical del feto a un sistema externo que oxigena la sangre. Esto permite que el corazón continúe bombeando sangre de manera natural mientras el feto sigue desarrollándose.
Si bien hay otros desarrollos similares en curso, el del CHOP es probablemente el que se encuentra más avanzado. De hecho, el equipo ya solicitó permiso a la Administración Federal de Alimentos y Medicamentos de los EEUU (FDA) para iniciar los ensayos de Extend en humanos.
Un desarrollo revolucionario con dudas para su aplicación
Una publicación de MIT Technology Review, una revista perteneciente al Instituto de Tecnología de Massachusetts, destacó que “uno de los factores principales que limitan la supervivencia de los bebés prematuros es el desarrollo pulmonar”.
“En lugar de respirar aire, los bebés en un útero artificial tendrían sus pulmones llenos de un líquido amniótico sintético, creado en laboratorio para replicar el que tendrían en un útero natural -detalla el artículo-. Los neonatólogos insertan tubos en los vasos sanguíneos del cordón umbilical para permitir que la sangre del bebé circule a través del pulmón artificial, donde se oxigena”.
La tecnología utilizada en el sistema Extend se probó en unos 300 fetos de cordero con buenos resultados hasta el momento. Los animales pudieron sobrevivir y desarrollarse dentro del saco durante tres o incluso cuatro semanas.
Para avanzar hacia las pruebas en humanos, según la misma publicación del Instituto de Tecnología de Massachusetts, “los responsables de la FDA deben estar convencidos de que los bebés que prueben Extend pueden beneficiarse del sistema y de que el resultado sea al menos igual de efectivo que el de los bebés que reciben tratamientos convencionales”.
George Mychaliska es cirujano pediátrico de la Universidad de Michigan, en los EEUU, y consideró que “es probable que la tecnología se utilice primero en bebés nacidos a las 22 o 23 semanas que no tienen más opciones”. “No queremos poner en este dispositivo a un bebé al que, de otro modo, le iría bien una terapia convencional”, destacó. Al tiempo que señaló que “a las 22 semanas de gestación, los bebés son extremadamente pequeños, suelen pesar menos de medio kilo y sus pulmones aún están en desarrollo. En el análisis de bebés nacidos entre 2013 y 2018, los investigadores hallaron que la tasa de supervivencia para aquellos que fueron reanimados a las 22 semanas era del 30%, cifra que aumentó a casi el 56% para los nacidos a las 23 semanas”.
Y tras asegurar que “los bebés nacidos en esa etapa que sobreviven tienen un mayor riesgo de problemas de neurodesarrollo, parálisis cerebral, problemas de movilidad, deficiencias auditivas y otras discapacidades”, los expertos reconocen que “el pronóstico, además, varía mucho de un centro a otro, a medida que los hospitales aprenden a tratar mejor a estos bebés prematuros”.
En el Stead Family Children’s Hospital de la Universidad de Iowa, por ejemplo, las tasas de supervivencia son superiores a la media: el 64% de los bebés nacidos a las 22 semanas. Incluso han conseguido mantener con vida a bebés nacidos a las 21 semanas. “Estos bebés no son un caso perdido. Pueden sobrevivir y prosperar si se les trata adecuadamente”, opinó Brady Thomas, neonatólogo de Stead, quien se preguntó si realmente se va a conseguir un impacto mucho mayor añadiendo esta tecnología, y cuáles serían los potenciales riesgos para estos pacientes cuando se empieza a probar.