En el día a día, las personas se enfrentan al complejo desafío de equilibrar una lista -muchas veces interminable- de tareas, desde las urgentes e importantes hasta aquellas que, aunque relevantes, están pensadas a largo plazo.
En cualquiera de estos casos, el cerebro humano activa una serie de procesos que vale la pena repasar y diferenciar. Esto fue lo que hizo un grupo de científicos.
Investigadores de la Universidad de Ginebra y de la Escuela de Medicina Icahn de Nueva York han explorado cómo, a nivel neurológico, el organismo humano prioriza las actividades.
De este modo, revelaron diferencias clave en la forma en que procesamos los objetivos inmediatos y lejanos.
El estudio, que fue publicado en la revista Nature, se centró en el hipocampo, una región del cerebro conocida por su papel en la memoria episódica. Esta área es responsable, entre otras cosas, de codificar, consolidar y recuperar la información de experiencias personales, al integrar el contexto emocional, espacial y temporal, de acuerdo a los autores.
a investigadora Alison Montagrin, quien participó del trabajo, apuntó: “La parte posterior del hipocampo se activa al recordar objetivos inmediatos, mientras que la parte anterior se activa con objetivos pasados o futuros”.
Para investigar estos mecanismos, los científicos diseñaron un experimento en el que 31 participantes debían imaginarse en una misión de cuatro años al planeta Marte. Durante este procedimiento ficticio, estas personas debían cumplir con una serie de objetivos cruciales para su supervivencia, que variaban según el año del viaje. Esto permitió a los investigadores observar cómo se gestionaban y priorizaban los objetivos a lo largo del tiempo.
A medida que los participantes avanzaban en la misión, se les pedía que identificaran si los objetivos eran pasados, presentes o futuros. La relevancia de estos objetivos cambiaba con el tiempo: las necesidades actuales se transformaban en finalidades pasadas y los planes futuros en presentes. Este proceso requería que los participantes ajustaran sus prioridades constantemente.
El equipo observó que los objetivos inmediatos se reconocían más rápidamente que los futuros. “Los objetivos que deben lograrse en el momento inmediato se reconocen más rápidamente que los que deben lograrse en un futuro lejano. Esto muestra la prioridad que se da a las necesidades del presente frente a las del futuro lejano”, explicó Montagrin.
Mientras se desarrollaba el experimento, los autores realizaron resonancias magnéticas de alta resolución que revelaron diferencias en la activación del hipocampo. Al recordar información sobre el presente, se activaba la región posterior del hipocampo, según contaron. En cambio, al recordar objetivos pasados o futuros, se activaba la región anterior. Este hallazgo sugiere que, a diferencia de los objetivos inmediatos, la proyección hacia el futuro o el recuerdo de un objetivo pasado no requieren detalles específicos, sino una representación general, de acuerdo al trabajo.
Los especialistas postularon que este descubrimiento tiene implicaciones importantes para la comprensión de trastornos psiquiátricos como la depresión. Las personas que sufren de depresión pueden tener dificultades para formular metas claras y específicas. Por lo tanto, siempre bajo la mirada de los autores, investigar si estos individuos perciben la distancia hacia sus objetivos de manera diferente podría abrir nuevas vías terapéuticas.
“Será interesante explorar si, a diferencia de los objetivos inmediatos, la proyección hacia el futuro o el recuerdo de un objetivo pasado no requieren detalles específicos, sino que basta con una representación general”, concluyó Montagrin. Estos hallazgos podrían ayudar a desarrollar tratamientos más efectivos para aquellos que tienen problemas para establecer y alcanzar metas.
El cerebro y la toma de decisiones
En muchos casos, priorizar implica decidir. En ese punto, Infobae consultó al doctor en medicina y neurólogo Conrado Estol, fundador de la Clínica Breyna y director de la Unidad de ACV en el Sanatorio Güemes de Buenos Aires.
“Para la toma de decisiones, el cerebro usa dos estructuras fundamentales: la memoria en el hipocampo -en el lóbulo temporal- y la corteza prefrontal en el lóbulo frontal. La interacción entre el área que almacena memorias y el área frontal, que se ocupa de planear, organizar y llevar a cabo acciones, es crucial. Cuando la decisión es urgente, esta puede llevar menos de 200 milisegundos, y puede ser inconsciente“, dijo Estol.
Y sumó: “Generalmente, esa decisión está mediada por la amígdala cerebral, que es parte del sistema límbico, una parte muy primitiva y atávica del cerebro, relacionada con la supervivencia y con una respuesta rápida y refleja. El neurocientífico Daniel Kahneman la llamó ‘el cerebro que piensa rápido’”.
“A diferencia de la corteza cerebral, que es la parte intelectual y racional -’el cerebro que piensa lento’-, la amígdala es un núcleo profundo de reacción rápida, relacionado con el miedo, el peligro y respuestas casi instintivas y automáticas. El hipocampo en el lóbulo temporal, con su enorme almacenaje de memorias, las pone al servicio de la corteza prefrontal en el lóbulo frontal para que, controlando impulsos y la respuesta automática, se realice un proceso más lento, deliberado e intencional, en el que se consideran distintas variables y consecuencias de los actos. Así se toman decisiones a más largo plazo o de futuro”, amplió Estol.
El neurólogo enfatizó que las emociones “o los estados emocionales influyen significativamente en el proceso de toma de decisiones y pueden alterar nuestro juicio crítico, ya que afectan y limitan la capacidad de pensar de forma objetiva y crítica”.
Algunos ejemplos, en la voz del profesional: “Si uno en la calle es amenazado por un vehículo, y va distraído pensando en otra cosa, la amígdala del cerebro reaccionará de forma mucho más rápida que uno mismo, moviéndose, corriéndose o saltando para evitar el accidente y lograr así sobrevivir. Es una decisión de vida o muerte. Es el ‘cerebro rápido’ y profundo”.
“En cambio, en un ejemplo de largo plazo, si uno está planeando una inversión futura o el retiro, considerará diferentes variables que puedan influir en esa inversión. La corteza cerebral del lóbulo frontal, específicamente en el área prefrontal, evaluará las opciones disponibles, calculará riesgos versus beneficios, planeará y tomará la decisión después de un análisis profundo que asegure un resultado supuestamente ideal”, dijo Estol.
Por su parte, Germán Picciochi (MN 161114), médico psiquiatra, especialista en neuropsiquiatría y neurología cognitiva, apuntó en diálogo con Infobae: “La prospección es una capacidad que no es exclusiva del ser humano, pero encuentra en nosotros su máximo desarrollo evolutivo. Representa la aptitud para anticipar, planificar y pensar en eventos futuros. Implica la construcción mental de escenarios futuros y la preparación para ellos, lo que puede incluir desde prever necesidades hasta planificar acciones específicas para alcanzar metas a largo plazo”.
“Se trata de un proceso cognitivo avanzado que involucra varias funciones mentales, como la memoria (que se evalúa en el estudio de la revista Nature citado en este artículo), además de la imaginación y la toma de decisiones”, dijo Picciochi.
Al tiempo que destacó: “Conjeturar escenarios del futuro y planear estrategias actuales para prevenirnos de eventuales riesgos es teóricamente favorable, pero no por completo. Aunque la conciencia pueda entender de tiempos futuros, otros sistemas como el endócrino, cardiovascular, gastrointestinal, inmunológico y sexual, entre otros, valoran los riesgos hipotéticos del futuro como amenazas presentes. Esto es el origen de las expresiones sintomáticas de los síntomas de estrés y ansiedad generalizada que hoy abundan en la población”.
“Cuando cualquier mamífero evalúa una amenaza en el entorno -comentó Picciochi-, responde con aumento de presión arterial y frecuencia cardíaca, segrega corticoides desde su glándula suprarrenal, redistribuye el flujo sanguíneo a los músculos, tiene procesos gastrointestinales que modifican los hábitos evacuatorios y el apetito, presenta alteraciones intelectuales ya que dirige su atención casi por completo a este peligro, y muchas otras modificaciones fisiológicas momentáneas hasta poder ponerse a resguardo”.
“En los humanos, la capacidad de pensar en escenarios amenazantes puede perpetuarse indefinidamente, saltado de una preocupación a la otra. Esto es lo que explica en gran parte la ‘pandemia’ de alteraciones del sueño, síndrome de intestino irritable, fibromialgia, migrañas, hipertensión arterial, trastornos del deseo sexual, aumento o disminución del apetito, entre muchas otras expresiones fisiológicas del estrés crónico”, postuló el psiquiatra.
Y en esa línea completó: “Nuestro cerebro funciona de forma significativamente más armónica cuando nuestros sentidos y el contenido de la conciencia es construido con elementos y estímulos del presente. Las actividades de contacto con el presente, como el ejercicio físico, mindfulness, pasatiempos, aprendizaje de intereses, contacto social, entre otras, son trascendentales para nuestra salud”.
Otra profesional consultada por Infobae fue Celeste Beltramini, especialista en neurología en la Unidad de Neurología Cognitiva de la Clínica Universitaria Reina Fabiola, de Córdoba.
Beltramini consideró: “Nuestro cerebro se mantiene todo el tiempo analizando y procesando información para mantenernos conectados y dar respuesta frente a ciertos estímulos. Cuando nos enfrentamos a un objetivo urgente, se activa principalmente la corteza prefrontal dorsolateral y las áreas relacionadas con la atención y la toma de decisiones rápidas, como la amígdala y el sistema de alerta del tronco encefálico. Este proceso involucra una liberación significativa de neurotransmisores como la norepinefrina y la dopamina, que incrementan la concentración y la motivación”.
“Para los objetivos a mediano y largo plazo, la corteza prefrontal ventromedial y dorsolateral juegan un papel crucial en la planificación y la organización. El hipocampo es esencial para consolidar estos objetivos en la memoria a largo plazo. Además, el cerebro utiliza procesos de memoria de trabajo y control cognitivo para mantener estos objetivos latentes y accesibles, mientras ajusta las estrategias a lo largo del tiempo”, profundizó la experta.
Y siguió: “Los objetivos urgentes tienden a activar el sistema de alerta y respuesta rápida del cerebro. Involucran más a la amígdala y al sistema límbico, lo que puede generar estrés y ansiedad. En cambio, los objetivos que no son urgentes dependen más de la planificación a largo plazo y el razonamiento: involucran a la corteza prefrontal y estructuras relacionadas con la memoria y la anticipación de resultados”.
Según Beltramini, “algunas personas pueden experimentar desequilibrios en estos procesos. Por ejemplo, aquellas con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) pueden tener dificultades en la planificación y ejecución de objetivos a largo plazo debido a disfunciones en la corteza prefrontal. Las personas con ansiedad pueden priorizar en exceso los objetivos urgentes debido a una hiperactividad de la amígdala. A su vez, trastornos como la depresión pueden afectar la motivación y la priorización de objetivos debido a alteraciones en el sistema de recompensa dopaminérgico”.
A su turno, Hugo Valderrama, neurólogo y máster en neurociencias, precisó en diálogo con Infobae: “Cuando surge un objetivo que debe resolverse en el corto plazo, lo primero que intentarán un grupo de neuronas ‘jefas’, ubicadas en un sector del cerebro llamado amígdala, es dar la orden de bloquear distracción y emociones para lograr ese objetivo. Esto ocurre para que las neuronas colaboren y se organicen para llegar a la meta”.
“En el hipocampo y parahipocampo investigados en el citado estudio de la revista Nature se encuentran las neuronas encargadas de archivar, recuperar y ordenar temporal y espacialmente la información que sirve para cumplir el objetivo. Si es muy importante el objetivo, se producirá un ‘bucle’ que repetirá diariamente esa información y sumará en ocasiones a las neuronas del área de las emociones para iniciar o reforzar el proceso. Incluso cuando dormimos, las neuronas empleadas siguen trabajando sin parar en lograr resolver objetivos o situaciones”, detalló Valderrama.
Y cerró: “La mayor cantidad de neuronas jefas que intentan mantener la atención y el foco sobre el objetivo se encuentran detrás de la frente, en el lóbulo prefrontal. Cuando esto sucede, percibimos esa sensación de estar ‘tildados’ o ‘soñando despiertos’, en muchos pensamientos al mismo tiempo. Si nos preguntan en qué estamos pensando, solemos decir ‘en nada’, pero en realidad estamos pensando en muchas cosas a la vez”.