Las estrellas de mar no son plantas en los mares. Ni son peces. Son animales invertebrados y carnívoros voraces que se encuentran dentro del grupo de los equinodermos. Ya se han descrito más de 1.600 especies de estrellas de mar en el mundo, pero habría muchas más por descubrir, y están amenazadas.
La bióloga Pamela Rivadeneira, nacida en Trenque Lauquen, una localidad en la provincia de Buenos Aires, Argentina, se ha embarcado -literalmente- para encontrar más especies de estrellas de mar en el Ártico, una de las regiones menos exploradas del planeta.
Estudió la licenciatura y obtuvo un doctorado en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y es becaria postdoctoral del Conicet.
Fue seleccionada por el programa internacional Ocean Census y ha estado a bordo en un barco durante 21 días junto con 35 científicos para hacer la llamada “Expedición a las Profundidades del Ártico”.
Se trata de una iniciativa impulsada por la Fundación Nippon-Nekton Ocean Census Alliance, la Universidad Ártica de Noruega y REV Ocean. Desarrolla un nuevo enfoque que fue detallado en la revista Frontiers in Marine Science: la llamada “cibertaxonomía”, que crea “gemelos digitales” de cada especie que se identifica y permite acelerar los hallazgos y su registro.
Para cumplir con la misión, usaron técnicas de “aprendizaje automático (”machine learning”) y biología molecular.
Dentro de tanta modernidad, la bióloga Rivadeneira se ocupa de las estrellas de mar, que son animales con una adaptación que les permite consumir a sus presas fuera de sus cuerpos. Los estómagos de las estrellas se pueden extender a través de la boca para engullir y digerir una almeja o una ostra.
Cómo se fascinó por las estrellas de mar
Ya a los 9 años, Rivadeneira sabía que quería ser bióloga marina. “Era curioso porque vengo de Trenque Lauquen, que está muy lejos del mar y de hecho estaba en sexto grado de la escuela primaria cuando fui por primera vez a la playa. En la facultad, cuando cursé la materia zoología, me parecieron interesantes los equinodermos, especialmente las estrellas de mar”, dijo la doctora en diálogo con Infobae desde la embarcación que partió desde el puerto de Tromso, Noruega.
“Me parece muy interesante como las estrellas de mar pueden vivir bajo el agua, alimentarse, reproducirse -contó-. No sé exactamente qué me llamó la atención, pero algo me hizo tener curiosidad. De todas maneras, la decisión final de trabajar con las estrellas de mar fue porque tuve la posibilidad de trabajar en el Laboratorio de Ecosistemas Costeros, Plataforma y Mar Profundo-Malacología del Museo de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”.
En ese museo había muestras de la primera campaña en aguas profundas del Mar argentino que se había realizado en 2012.
Esas muestras implicaban “el desafío de trabajar con ejemplares que quizás no se conocían y que definitivamente no eran las mismas especies que las de aguas someras de la Argentina. Luego de varios meses allí, decidí presentarme a beca doctoral. Me la asignaron y en 2015 comencé allí mi doctorado. Me embarqué dos veces en las campañas de “Talud Continental” y luego dos más a Banco de Burdwood/Namuncurá”.
Después de esos viajes, se mudó a la ciudad de Mar del Plata, donde ha estado finalizando la beca postdoctoral, en el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras, que depende de la Universidad Nacional de Mar del Plata y el Conicet.
En 2020, la bióloga había reportado junto con Mariano Martínez, Pablo Penchaszadeh y Martín Brogger la descripción de un género desconocido de estrellas de mar que habitan en el Océano Atlántico. Lo llamaron Bernasconiaster como un homenaje a Irene Bernasconi, quien fue la primera mujer en liderar una expedición científica a la Antártida en 1968.
Cómo fue la expedición al Ártico
Durante los últimos días, Rivadeneira cambió el escenario. Estuvo a bordo del buque de investigación RV Kronprins Haakon en aguas del Ártico, y contó cómo organizó cada día.
“Por la mañana bajaba el vehículo operado remotamente, el ROV. Una vez que llegaba al fondo, comenzaba a explorarlo. Con un sistema de turnos, cuatro de nosotros compartimos la cabina con dos pilotos del ROV para tomar registro del lugar y decidir qué muestras se tomaban”, detalló.
Después de 8 horas, el ROV subía con muestras. “Primero se extraen las distintas partes de las muestras y luego se distribuyen en los distintos grupos de trabajo para ser procesadas. En mi caso, como taxónoma, me encargué de buscar equinodermos y de separarlos del resto de la muestra”, dijo.
A partir de cada muestra (que tiene una etiqueta con los datos del lugar donde se la encontró), la bióloga identificó rápidamente de “qué familia o género se trataba, si era algo raro o ya conocido o alguna especie potencialmente nueva”.
Luego se tomaron fotos a los ejemplares. “Fijamos las muestras en etanol o formol, dependiendo de qué organismo se trataba. En el caso de equinodermos, los fijé en etanol para luego tomar muestras de ADN y si había varios organismos también algunos en formol”, precisó.
“Durante la expedición aprendí mucho con la gente de geología, los que trabajan en meiofauna, macrofauna e incluso de aquellos que trabajan con megafauna como yo. También he aprendido sobre el funcionamiento de distintas tecnologías a las que no había tenido acceso antes, como el ROV”, dijo.
Por qué las estrellas de mar enfrentan amenazas
Aún queda mucho por hacer, pero la bióloga contó que las estrellas de mar también sufren amenazas como consecuencia de diferentes actividades humanas.
“Las estrellas de mar se ven afectadas también por calentamiento global. Porque un leve cambio en la temperatura de los océanos implica cambios en la solubilidad del oxígeno en el agua y modificaciones en el ciclo del carbono y nitrógeno que son tan importantes allí”
Las corrientes marinas se encargan de transportar nutrientes y larvas para la dispersión de las especies. “El calentamiento global afecta la disponibilidad de alimento y la capacidad de dispersarse. Hay procesos físico-químicos que son alterados e impactan en los organismos.
Otra amenaza es la contaminación por plásticos en los fondos de los mares. “Hay especies de estrellas de mar que son predadoras, carroñeras y otras filtradoras, por lo cual pueden ingerir fácilmente ese plástico”, advirtió.
Además, los turistas en áreas costeras del mundo también pueden dañar a las estrellas de mar. “En lugares costeros y turísticos, incluso en Mar del Plata, donde yo vivo, hay puestos donde venden pulseras, aros, recuerdos en general, hechos con animales o con sus partes, como las conchas de caracoles, y también de estrellas de mar”, comentó.
Y cerró: “Otro impacto puede generarse cuando la gente está en lugares de aguas transparentes y ve las estrellas de mar. Quiere agarrarlas y sacarse fotos con ellas. El daño que le generan al organismo es mucho. Se las somete a una presión que les genera estrés. Se las saca fuera del agua y allí no puede sobrevivir. Lo más probable es que al tomarla y luego dejarla en el fondo nuevamente, la estrella de mar ya no esté viva. Si lo está, no sobrevive mucho tiempo más”.