La Gran Esfinge de Guiza es una de las construcciones más sorprendentes y enigmáticas del mundo antiguo. El origen y construcción de este enorme monumento ha sido objeto de numerosas especulaciones y teorías, algunas de ellas descabelladas.
Recientes estudios han mostrado que los antiguos egipcios se sirvieron de un monte erosionado para crear su emblemática y colosal escultura. Uno de los secretos de la Gran Esfinge nos lo cuentan el viento y la roca.
La Gran Esfinge de Guiza lleva varios miles de años desgastándose por la acción del viento, uno de los principales agentes de modelado del relieve, sobre todo en regiones desérticas con poca o ninguna vegetación. Su capacidad para desgastar las rocas depende fundamentalmente de su velocidad y de la cantidad de partículas minerales que transporta.
En el desierto del Sahara, el viento sopla con frecuencia a gran velocidad y lleva una gran carga de granos de arena. La erosión eólica es tan intensa y continuada que es capaz de esculpir en las rocas formas caprichosas que a veces parecen hechas por manos humanas.
Un banco en el desierto
Entre las formaciones rocosas modeladas por el viento más sugerentes están los yardangs, palabra de origen turco que significa “banco escarpado” y que se usa para denominar montículos alargados que destacan sobre las llanuras desérticas. Estos se generan por la acción de vientos que soplan preferentemente en una dirección y que van desgastando y puliendo durante miles de años afloramientos de rocas más o menos grandes.
La forma de los yardangs depende de la orientación de las rocas con respecto a la dirección predominante de los vientos y de la diferente dureza de las distintas partes de estas rocas. Cuando se contemplan desde cierta distancia muchas veces parecen animales recostados que alzan ligeramente la cabeza, como si fueran leones descansando en medio del desierto.
En ocasiones, el parecido es tan grande que se ha acuñado el término mud-lions (leones de barro) para algunos de esos peculiares yardangs.
El yardang y el faraón
La Gran Esfinge de Guiza es una de las mayores esculturas de la Antigüedad. Fue construida hace unos 4 500 años, durante la IV dinastía de los faraones de Egipto, y representa una criatura mitológica con cabeza humana (probablemente la del faraón Kefrén) y cuerpo de león.
Para la construcción de esta colosal figura de 73 metros de largo, 19 metros de ancho y 20 metros hasta la parte más alta de la cabeza muy probablemente se aprovechó un yardang, al que dio forma el viento mucho antes de que los egipcios decidieran usarlo como base del monumento.
Durante miles de años, el viento del desierto fue erosionando lentamente un monte de caliza fosilífera con estratos casi horizontales y con distinta resistencia a la abrasión eólica. Lo que luego serían la base y la cabeza de la esfinge estaban formadas por una roca bastante resistente, mientras que el cuerpo fue esculpido por el viento en capas más blandas y fácilmente erosionables.
El resultado: un enorme yardang que se asemejaba a un león majestuosamente sentado y con una enorme cabeza.
Después, tras el modelado del viento, los esforzados trabajadores de la época “sólo” tuvieron que tallar la cabeza del faraón y dar la forma definitiva al cuerpo de la esfinge, excavando y añadiendo mampostería aquí y allá. Finalmente, pintaron la escultura con unos colores que se han perdido y que actualmente nos resultarían chocantes.
Cómo hacer una esfinge en el laboratorio
Para saber con certeza cómo se generó la forma del yardang que sirvió a los antiguos egipcios de modelo de partida, un grupo de investigadores de la New York University, dirigidos por el profesor Leif Ristroph, ha realizado experimentos en el laboratorio que simulan las formas características de los yardangs y, más concretamente, la forma de la Gran Esfinge de Guiza.
Para ello, han fabricado un bloque alargado con arcilla y plástico y han dejado que una corriente continua de agua lo erosione como si fuera el viento del desierto. Debido a que la arcilla es mucho más blanda que el cilindro de plástico colocado en la parte delantera del bloque, la erosión no es homogénea.
Tras unas cuantas horas de experimento, el llamativo resultado fue la formación de una pequeña “escultura” con un gran parecido con la Gran Esfinge.
La investigación del grupo del profesor Ristroph muestra cómo se comporta el flujo de una corriente erosiva, similar al viento cargado de granos de arena, al chocar contra el modelo hecho con materiales con diferente resistencia a la erosión. Mientras la parte más dura (el cilindro de plástico) resiste a la erosión dando lugar a la cabeza de la esfinge en miniatura, el flujo se desvía y se vuelve turbulento, tallando el cuello y las patas de esa esfinge.
Partiendo de otros modelos con distinta forma inicial y distribución de partes duras y blandas se obtienen otras “esculturas”. Pero el hecho más importante que pone de manifiesto el experimento del grupo de Ristroph es que un sencillo flujo erosivo es capaz de generar un paisaje de formas complejas cuando actúa sobre rocas heterogéneas.
Erosión, arte y mitología
La escritora Marguerite Yourcenar, en su ensayo El tiempo, gran escultor, reflexionaba sobre el hecho de que las estatuas, una vez salidas de la mano del escultor, vuelven paulatinamente a su estado mineral informe debido a la erosión y el desgaste. En el caso de la Gran Esfinge de Guiza no sólo eso es cierto, también lo es que la erosión del viento esculpió un primer esbozo de escultura que los antiguos egipcios “terminaron”.
Las fuerzas erosivas de la naturaleza tienen tanto un poder destructivo como uno generador de formas, muy inspirador. ¿Habrían ideado los antiguos egipcios un ser mitológico como la esfinge si no hubieran visto en el desierto yardangs con cuerpo de león recostado y cabeza humana?
*Carlos M. Pina es profesor de Cristalografía y Mineralogía en la Universidad Complutense de Madrid.
*Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.