La exposición intraútero a la infección por COVID-19 podría provocar efectos en la salud intergeneracional. Es probable que el impacto de la exposición haya evolucionado desde el inicio de la pandemia a medida que surgieron nuevas variantes, aumenta la inmunidad de infecciones anteriores y se pusieron a disposición vacunas. Estas últimas, al igual que ante esta y otras enfermedades, han sido y son cruciales para salvaguardar la salud humana.
El efecto de la infección materna por COVID desde el inicio de la pandemia hasta 2023 fue grande, ya que aumenta el riesgo de nacimientos prematuros durante ese período en 1,2 puntos porcentuales, según expertos.
“Es similar a una exposición ambiental desastrosa, como semanas de respirar el intenso humo de un incendio forestal”, ha declarado Jenna Nobles, profesora de sociología de la Universidad de Wisconsin-Madison, coautora junto a Florencia Torche, profesora de sociología de la Universidad de Stanford, de una investigación que acaba de publicarse en Proceedings of the National Academy of Sciences, que confirma las complejidades de las embarazadas al atravesar una infección de COVID y el modo en que las vacunas pueden incidir para bien en esas experiencias.
Según revelaron los especialistas, los primeros dos años de la pandemia por sí solos fueron mucho peores para muchos embarazos. El virus que causa el COVID-19 pone en peligro los embarazos al provocar respuestas inmunitarias e inflamatorias y al deteriorar la placenta. Una consecuencia es la interrupción temprana y el parto mucho antes del final de las semanas 39 a 40 previstas de gestación.
A medida que el virus se propagó de julio a noviembre de 2020, la probabilidad de que una madre con COVID-19 diera a luz más de tres semanas antes de la fecha prevista era 5,4 puntos porcentuales mayor de lo previsto; 12,3% en lugar de 6,9% -; según datos del nuevo estudio.
Control con vacunación
Los investigadores midieron el impacto de la pandemia con la ayuda de registros de nacimiento de los casi 40 millones de habitantes de California, utilizando información sobre el momento del nacimiento y la comparación con los partos de hermanos para ayudar a controlar los impactos dispares de la pandemia en diferentes grupos demográficos.
Descubrieron que el riesgo excesivo de parto prematuro se redujo ligeramente a principios de 2021 antes de caer abruptamente en 2022, momento en el que la infección materna por COVID-19 durante el embarazo no causó un riesgo excesivo de parto prematuro para los bebés.
“Las vacunas contribuyeron a esa disminución -dice Torche-, un efecto que salta a la vista cuando los registros de nacimiento se dividen geográficamente. En los códigos postales con las tasas de vacunación más altas, el exceso de riesgo de parto prematuro disminuye mucho más rápido. Para el verano de 2021, tener COVID-19 durante el embarazo no tuvo ningún efecto sobre el riesgo de parto prematuro en estas comunidades. Esto pone de relieve cuán protectoras han sido las vacunas al aumentar la inmunidad más rápidamente, la vacunación temprana probablemente evitó miles de nacimientos prematuros en los EE. UU.”
El parto antes de término se asocia con una serie de problemas y deficiencias de salud a corto y largo plazo para los niños y sus familias. Es el principal contribuyente a la mortalidad infantil, y acortar el desarrollo en el útero puede requerir atención médica adicional que cuesta, en promedio, más de 80.000 dólares por niño. El nacimiento prematuro, aunque sea por unas pocas semanas, reduce el logro educativo, la salud y los ingresos esperados en la edad adulta.
“Encontramos aumentos similares, de alrededor del 38%, en el riesgo de parto muy prematuro -es decir, antes de las 32 semanas-; cuando es probable que un niño necesite cuidados intensivos neonatales, con la posibilidad de retrasos en el desarrollo y graves implicaciones para sus familias también”, dijo Nobles.
La evidencia que muestra los efectos positivos de la vacunación en la prevención de nacimientos prematuros podría ayudar a disipar algunas de las preocupaciones más destacadas expresadas cuando las vacunas COVID-19 estuvieron disponibles para las pacientes embarazadas.
“Un gran factor que contribuye a las dudas sobre las vacunas es que la gente está preocupada por la seguridad del feto y por la capacidad de quedar embarazada -dice Nobles-. Ya sabemos que hay muy poca evidencia de efectos adversos de la vacunación en el desarrollo fetal. Los resultados aquí son evidencia convincente de que lo que realmente dañará al feto es no vacunarse. Ése es un mensaje que los profesionales pueden compartir con los pacientes preocupados”.
Los resultados deberían ser un argumento convincente a favor de recibir vacunas y refuerzos, incluso después de que el riesgo de parto prematuro relacionado con la COVID disminuyera. “Esta es todavía una epidemia en evolución, y la tasa de refuerzos de vacunas entre las personas embarazadas en este momento es muy baja”, concluye Nobles