El sistema olfativo humano tiene dos canales discretos de información sensorial, que surgen de los epitelios olfativos alojados en las fosas nasales izquierda y derecha. Durante mucho tiempo los investigadores se estuvieron preguntando si existían diferencias entre las apreciaciones aromáticas de una u otra fosa nasal.
Ahora, en una investigación, un equipo integrado por científicos de la Universidad de Pensilvania en Filadelfia, el Departamento de Neurocirugía del Instituto Neurológico Barrow y la Universidad Estatal de Ohio, ha confirmado que cuando un aroma pasa por la nariz, el cerebro codifica en qué fosa nasal entra, y que integrar información de ambas fosas nasales podría ayudar a identificar el olor. Los resultados fueron publicados en la revista Current Biology.
En el laboratorio hemos estudiado la ciencia del olfato durante casi dos décadas. Desde pequeño me ha encantado el sentido del olfato. Los seres humanos tenemos cinco sentidos y trabajan en conjunto, de forma integrada. Pero casi sin ninguna razón, la gente tiende a elegir el olfato como el sentido sin el cual estarían bien si tuvieran que perder uno. Sentí que se había juzgado muy mal el olfato y, como neurocientífico, quería demostrarlo profundizando en cuestiones de codificación y navegación de olores.
Con mis colegas ya habíamos experimentado anteriormente con las formas en que los humanos navegan por olores abstractos, como el de la banana o rosa, en espacios bidimensionales, y descubrimos que ciertas partes del cerebro relacionadas con la memoria y las emociones ayudan a las personas a entender qué aromas los rodean. Ahora quería llevar el trabajo en una dirección más natural, creando un paisaje olfativo de realidad virtual tridimensional por el que la gente pudiera intentar moverse.
Paseando por aromas
Para el nuevo experimento, 28 participantes entraron, cada uno, al paisaje olfativo cuatro veces. La ubicación de ocho objetos de olor en el ambiente (como a naranja o banana) siempre fue la misma. Lo que cambió fue dónde se colocó a los participantes en la arena de realidad virtual y qué olor objetivo debían encontrar.
Los resultados sorprendieron y entusiasmaron. Aunque el sentido del olfato humano ha sido mal considerado entre los cinco, ahora podemos establecer que los sujetos humanos pueden navegar por espacios usando su nariz en el contexto de un tipo particular de entorno de realidad virtual. También demostramos que este comportamiento estaba asociado con la aparición de una firma neuronal particular indicativa de lo que podríamos llamar mapas cognitivos. Esta firma neuronal no sólo apareció en áreas tradicionalmente asociadas con el comportamiento de navegación, sino también en regiones del cerebro relacionadas con el olfato.
Los hallazgos sugieren que estos dos conjuntos de regiones del cerebro comparten un código espacial común, algo que no se había conocido previamente. Los resultados proporcionan una prueba más de que el sentido del olfato humano está subestimado. Es importante a su manera, ya que ofrece información única en modos que otros sentidos no pueden.
A continuación, se intentó reasignar el espacio físico del olor cambiando los contextos en los que los participantes tendrán que encontrar su aroma objetivo. El concepto, ya probado en modelos animales, busca llegar a lo que sucede en el cerebro cuando un participante debe reorientarse dentro de un espacio y considerar escenarios alternativos.
Todo este trabajo persigue una mejor comprensión de la importancia del olfato en la vida cotidiana. Imagínate que estás a 800 metros de la playa. A medida que te acercas, hueles el mar cada vez más, o estás sentado en la cena de Navidad, con todos sus sonidos, olores y sabores -ejemplifica Gottfried-. Ahora, añade, imagina que ya no pudieras oler los distintos aromas asociados con esos momentos: sería desorientador. Para alguien que ha perdido el sentido del olfato, su visión del mundo se ha restringido. No necesitas tu sentido del olfato para hacer muchas cosas. Pero cuando de repente te quedas sin él, se convierte en un asunto totalmente perturbador.
* Jay Gottfried, profesor de Psicología y Neurociencia de la Universidad Arthur H. Rubenstein,