La Gran Muralla China, que serpentea cientos de kilómetros a través de montañas y llanuras de ese país asiático, es un sitio histórico icónico e incomparable.
La construcción de la vasta red de murallas, fortalezas y otras fortificaciones comenzó en el siglo VII a.C. y continuó hasta el siglo XVII d.C. La monumental estructura ha resistido la prueba del tiempo, en parte gracias a una “piel viva”.
Un pequeño equipo internacional de especialistas en conservación de ecosistemas de suelo y agua ha descubierto que las biocortezas adheridas a partes de la estructura han estado sirviendo para protegerla de la erosión. Los hallazgos fueron expuestos en un artículo recientemente publicado en la revista Science Advances, donde se describió el estudio y análisis del material que crece en la pared.
La Gran Muralla China se construyó a lo largo de varios siglos, comenzando aproximadamente en el año 221 a.C.; su función era proteger a las personas que vivían detrás de ella de los enemigos que intentaban invadirlos, que se encontraban al otro lado. Investigaciones anteriores han demostrado que diferentes partes del muro estaban hechas con distintos materiales, principalmente tierra apisonada o piedra.
Esa tierra se elaboraba mezclando materiales orgánicos con otros inorgánicos. Por su naturaleza, estos compuestos son más susceptibles a la erosión. Esto ha llevado a preguntas sobre cómo las secciones de la pared hechas con este material han sobrevivido durante tantos años.
El trabajo, encabezado por Centro de Investigación sobre Conservación de Suelos y Agua y Medio Ambiente Ecológico de la Academia de Ciencias de China, intentó comprender las causas y, a la vez, encontrar métodos posibles que colaboren en la conservación. Los investigadores nos hemos preguntado si quizás las biocortezas pudieran haber desempeñado un papel.
Desde hace muchos años, los científicos suponen que estas biocostras, compuestas generalmente de cianobacterias, líquenes y musgos, aceleran el proceso de erosión. Para averiguar si ese es el caso, el equipo de investigación recogió muestras de biocortezas de varios puntos a lo largo de la pared y las llevó a un laboratorio para su estudio.
El equipo midió la resistencia mecánica y la estabilidad del suelo de las muestras. También probó partes de la pared comparando directamente las cubiertas de biocostras y las que estaban directamente expuestas a los elementos. Así se descubrió que las biocortezas eran más fuertes que el material de tierra apisonada sobre el que crecían; en algunos casos, tres veces más fuertes.
Los investigadores también descubrieron que la resistencia de las biocortezas se debía a la secreción de polímeros estrechamente unidos. El equipo de investigación concluyó que en lugar de acelerar la erosión, las biocortezas han ralentizado el proceso, ayudando a preservar la famosa estructura.
Algo análogo a estos hallazgos fueron los de un equipo de la Universidad de Granada que trabaja en Honduras, que encontró que los materiales vegetales orgánicos agregados a los yesos por los primeros mayas habían servido para reducir la erosión de las estructuras de piedra que construyeron.
En esta reciente investigación de especialistas de China, se verificó que la biocorteza cubre el 67% de las secciones estudiadas. Su presencia mejora la estabilidad mecánica y reducen la erosionabilidad de la Gran Muralla. En comparación con la tierra apisonada desnuda, las secciones cubiertas de biocorteza exhibieron una porosidad, capacidad de retención de agua, erosionabilidad y salinidad reducidas entre un 2 y un 48%, mientras que aumentaron la resistencia a la compresión, la resistencia a la penetración, la resistencia al corte y la estabilidad de los agregados entre un 37% y un 321%.
* Bo Xiao es profesional del Centro de Investigación sobre Conservación de Suelos y Agua y Medio Ambiente Ecológico de la Academia de Ciencias de China