Las gaseosas y aguas saborizadas, los jugos de fruta endulzados, las bebidas energizantes y deportivas, los postres lácteos, los panes industriales, productos de copetín o snacks, las comidas listas para consumir, los productos congelados como bastones de merluza, carnes procesadas como salchichas, los aderezos, las salsas listas para consumir, o la leche chocolatada, entre otros, son productos ultraprocesados.
Se producen combinando ingredientes procesados con cantidades frecuentemente pequeñas de alimentos sin procesar o mínimamente procesados. Además, se les agrega ingredientes industriales con alto contenido de grasas, azúcares o sal, así como aditivos alimentarios.
Un nuevo estudio, que fue publicado en la revista de medicina BMJ y realizado por investigadores de los Estados Unidos, España y Brasil, demostró que los alimentos ultraprocesados pueden ser tan adictivos como fumar tabaco o consumir alcohol.
En su informe, el equipo de investigadores, integrado por los españoles, Susana Jiménez-Murcia y Fernando Fernández-Aranda, afirman que los seres humanos consumen compulsivamente alimentos ricos en carbohidratos refinados y grasas añadidas, que las personas encuentran muy gratificantes y atractivos de forma similar al momento en que experimentan sustancias adictivas como la nicotina.
Advirtieron que algunas personas consumen ese tipo de alimentos de forma compulsiva y que ese consumo puede cumplir los criterios para el diagnóstico del trastorno por consumo de sustancias en algunas personas.
Los autores del estudio analizaron dos revisiones sistemáticas que incluían 281 estudios de 36 países. A partir de esos datos, los investigadores informaron que, según los estándares de la Escala de Adicción a los Alimentos de Yale, se estima que la adicción a los alimentos ultraprocesados se da en el 14% de los adultos y en el 12% de los niños.
A modo de comparación, los autores del estudio señalaron que los niveles de adicción a otras sustancias legales en adultos son del 14% en el caso del alcohol y del 18% en el del tabaco. El nivel del 12% en el caso de los niños “no tiene precedentes”, señalaron los investigadores.
La Escala de Adicción consiste en una herramienta que evalúa 11 criterios sintomáticos del trastorno por consumo de sustancias, entre ellos la disminución del control sobre la ingesta, los antojos, el síndrome de abstinencia y el consumo continuado a pesar de los resultados negativos.
Los investigadores que hicieron el estudio en BMJ también afirmaron que los alimentos ultraprocesados se asocian con “mecanismos biopsicológicos de adicción y problemas clínicamente significativos”.
Entre las personas con diagnósticos clínicos definidos, la Escala identificó que la prevalencia de la adicción a la comida alcanza el 32% en las personas con obesidad sometidas a cirugía bariátrica y más del 50% en las que padecen trastorno por atracón.
La adicción a la comida según la escala de Yale también está asociada a mecanismos básicos de adicción, como la disfunción neuronal relacionada con la recompensa, la impulsividad y la desregulación de las emociones, así como una peor salud física y mental y una menor calidad de vida.
Los ultraprocesados con altos niveles de hidratos de carbono y grasas refinados “son más accesibles, cómodos y se comercializan más que las versiones caseras, por lo que es probable que sean un motor más potente de la ingesta de alimentos adictivos”, escribieron.
Frente a los riesgos que implica el consumo de ultraprocesados, los investigadores expresaron que una medida sola no cambiará los ambientes alimentarios no saludables. Mencionaron que “países como Chile y México han puesto en marcha un conjunto de políticas alimentarias saludables, que incluyen impuestos, etiquetas nutricionales y normativas de comercialización de productos ultraprocesados”.
“Una evaluación de la ley de Chile encontró que estaba asociada con reducciones promedio de 7,4 kcal/persona/día (-7,5%) en compras de bebidas y 16,4 kcal/persona/día (-3,5%) en compras de alimentos. Las políticas también se asociaron con caídas del 10,2%, 3,9% y 4,7% en las compras de azúcar, grasas saturadas y sodio, respectivamente”, señaló el estudio.
También hay normas que regulan el etiquetado de los productos en Perú, Argentina, Brasil, Uruguay, entre otros países.
Al tener considerar la prevalencia de los alimentos ultraprocesados - por ejemplo, representan el 58% de las calorías consumidas en los Estados Unidos-, “hay mucho que desconocemos”, admitió Alexandra DiFeliceantonio, que trabaja en el Instituto Biomédico Fralin en la Universidad del Estado y el Instituto Politécnico de Virginia, EE.UU.
Los investigadores piden que se estudien más aspectos como: cómo se combinan las complejas características de los alimentos ultraprocesados para aumentar su potencial adictivo; definir mejor qué alimentos pueden considerarse adictivos; las diferencias entre países y comunidades, incluidas las desfavorecidas; el valor de los mensajes de salud pública; y las directrices clínicas para prevenir, tratar y controlar la adicción a los alimentos ultraprocesados.
En diálogo con Infobae el doctor Marcos Mayer, médico especialista en nutrición e investigador en Salud del Conicet, comentó sobre los resultados del trabajo: “El concepto de adicción a la comida continúa siendo un tema controvertido”.
Hoy -explicó- se cuenta con evidencias que indican que ciertos alimentos sobre-activan el sistema de recompensa, que es una serie de circuitos neuronales involucrados en la percepción de placer cuando se lleva adelante una determinada conducta, y se dificulta el control de la ingesta. Pero “por el momento no existe consenso científico en relación a que un determinado alimento o ingrediente per se sea suficiente para desencadenar una adicción”, señaló Mayer, que es miembro de la Sociedad Argentina de Nutrición.
Sin embargo, el experto resaltó: “Independientemente de estos debates académicos, sí existe consenso en que la excesiva disponibilidad de alimentos ultraprocesados resulta negativa para la salud pública”.
El reemplazo de alimentos ultraprocesados por alimentos naturales con alto contenido de nutrientes y baja densidad energética resulta de ayuda para personas que perciben mayores dificultades para controlar la ingesta. Sin embargo -comentó el especialista del Conicet-, el cambio “no suele resultar fácil, ya que inicialmente las sensaciones percibidas son muy diferentes a las que se sienten al ingerir un alimento ultra-procesado, con alto contenido de grasa o de azúcar. Por este motivo, es crucial el acompañamiento de este proceso por un profesional idóneo”.