Fue un viaje de siete años para recolectar polvo y material del asteroide Bennu. Un cuerpo celeste, con forma de diamante, que despertó una gran curiosidad en la NASA y que, incluso, impulsó una misión para seguirlo, orbitarlo durante casi 2 años, tomar una muestra en 2020 y traerlas a la Tierra. Esta última peripecia, tardó dos años y cuatro meses y se concretó en las últimas horas.
La espera llegó a su fin este mediodía, cuando las primeras muestras de asteroides obtenidas por la NASA en el espacio profundo cayeron en paracaídas en el desierto de Utah, ya que durante un sobrevuelo la nave espacial Osiris-REX (abreviatura de Origins-Spectral Interpretation-Resource Identification-Security-Regolith Explorer) soltó la cápsula de muestras a 100.000 kilómetros de distancia. Solo pasaron cuatro horas para que finalmente aterrizara en una remota extensión de terreno militar. Su “nave nodriza”, ya había partido en busca de otro asteroide.
La preciada carga es un puñado de rocas y polvo del asteroide Bennu, el cual promete proporcionar información única sobre la formación del Sistema Solar hace unos 4.500 millones de años. Tras su lanzamiento desde el Centro Espacial Kennedy de la NASA, en Florida, el 8 de septiembre de 2016 y luego de encontrarse con este asteroide para explorarlo y orbitarlo, la NASA logró traer a la Tierra unos 250 gramos del vital componente cósmico a suelo terrestre.
Sin embargo, la cantidad exacta se conocerá cuando se abra el contenedor, ya que algunos fragmentos se derramaron y flotaron cuando la nave espacial recogió demasiadas muestras y las rocas atascaron la tapa, hace unos tres años. De todos modos, se trata del mayor botín procedente de más allá de la Luna. “Se tardará unas semanas en obtener una medición precisa”, dijo la conservadora principal de la NASA, Nicole Lunning.
Paso a paso: así fue el regreso histórico a la Tierra de la cápsula del OSIRIS-REX de la NASA
Las historias, como siempre, tienen distintas formas de narrarse. Sin embargo, en esta oportunidad, aunque parezca antojadizo, el mejor método es desde un incio. No es necesario remontarse a 2016. Sino a las primeras horas de este 24 de septiembre de 2023.
Eran las 10.42 am UTC (Tiempo Universal Coordinado) o 7.42 am horario argentino, cuando, tras una sesión informativa del equipo, los operadores dieron el visto bueno para la nave espacial OSIRIS-REx liberara su cápsula de muestra.
Fueron instantes de tensión, cuando “cada líder de equipo respondió basándose en una lista de criterios. ¿Las proyecciones muestran que la cápsula aterrizará en su área objetivo? Sí. ¿Las últimas predicciones sobre los niveles máximos de calor y desaceleración que soportará la nave espacial aún cumplen con nuestras expectativas? Sí. ¿Está lista la nave espacial para liberar la cápsula y desviarse de la Tierra? Sí. ¿Está el equipo listo para el día? Sí. ¿Está claro el rango? Sí”, narraron desde la NASA.
Y fue justo en ese momento que los ingenieros del Área de Apoyo a la Misión de Lockheed Martin, en Denver, enviaron los comandos para que, desde “alrededor de 63,000 millas desde la superficie de la Tierra” comenzara su travesía hacia suelo terrestre.
La idea era que, después de viajar durante unas cuatro horas por el espacio, “la cápsula entrará en la atmósfera frente a la costa de California aproximadamente a las 10:42 am EDT (NdeR: 11.42 am horario argentino y 2:42 pm UTC) y se dirigirá hacia el este. Aterrizará unos 13 minutos más tarde en un área predeterminada de 36 millas por 8,5 millas en el campo de entrenamiento y pruebas de Utah del Departamento de Defensa, cerca de Salt Lake City”, anunciaban desde la NASA.
La elección de esta zona se basó en que es un territorio “plano y relativamente árido, y el campo militar cubre alrededor de 1,5 millones de acres en gran parte deshabitados del desierto del Gran Lago Salado, con gran parte del espacio aéreo cerrado a aviones que no son de campo de entrenamiento, lo que lo convierte en un lugar de aterrizaje ideal”. Un espacio que, finalmente, contó con la presencia histórica de esta cápsula.
Sin embargo, mientras los expertos esperaban ansiosamente por la llegada de estas muestras únicas, la nave espacial OSIRIS-REx de la NASA, tras completar el lanzamiento, encendió sus motores para desviarse más allá de la Tierra solo 20 minutos más tarde. Según indicaron, se puso en camino hacia “su nueva misión, al asteroide Apophis”, por eso pasó a llamarse OSIRIS-APEX.
“Apophis, de aproximadamente 1.000 pies de ancho, se acercará a 20.000 millas de la Tierra (menos de una décima parte de la distancia entre la Tierra y la Luna) en 2029. Está previsto que OSIRIS-APEX entre en la órbita de Apophis poco después de que el asteroide se acerque a la Tierra para ver cómo el encuentro afectó la órbita, la velocidad de giro y la superficie del asteroide”, relataron.
Ahora, toda la atención estaba puesta en la cápsula. “Los miembros del equipo de recuperación militar a bordo de cuatro helicópteros y dos vehículos terrestres de respaldo esperaron afuera del área de aterrizaje designada para la cápsula” por su llegada. Según indicaron, buscaban que su recuperación sea lo más rápido posible, aunque habían establecido un plan de 40 horas para su localización, ya que “la cápsula no sería visible a simple vista mientras desciende y aterriza” por su pequeño tamaño.
“No hay sensores de ubicación en la cápsula, por lo que el equipo dependerá de aviones e instrumentos terrestres para rastrear su descenso. Los instrumentos infrarrojos deberían poder rastrear la firma térmica de la cápsula cuando todavía está en lo alto del cielo”, aseguraban los expertos al referirse a que “la compresión de la atmósfera producirá suficiente energía para envolver la cápsula en una bola de fuego sobrecalentada”.
Pese a este riesgo, los expertos advertían que “la muestra permanecerá segura, ya que la cápsula está protegida por un escudo térmico que regula la temperatura en el interior, manteniendo la muestra por debajo de los 167 grados Fahrenheit, que recuerda a la superficie de Bennu”.
El nerviosismo se convirtió en algarabía cuando la agencia espacial norteamericana indicó que “la cápsula de muestra OSIRIS-REx de la NASA, que transporta una muestra del asteroide Bennu, aterrizó en el campo de entrenamiento y pruebas de Utah del Departamento de Defensa a las 10:52 am EDT (NdeR: 11:52 am horario argentino y 2:52 pm UTC)”. Habían pasado solo 10 minutos desde que ingresó a la atmósfera.
“El paracaídas, el más pequeño de los dos a bordo de la cápsula, se abrió después de la entrada atmosférica para ayudar con la estabilidad y luego se separó de la cápsula. El paracaídas principal se desplegó a las 10:47 am EDT (NdeR: 11.47 am horario argentino y 2:47 pm UTC). Redujo la velocidad de la cápsula desde una velocidad hipersónica a aproximadamente 11 mph (NdeR: millas por hora, 17.70 km/h) cuando tocó el suelo”, indicaron.
Tras recibir las coordenadas mediante los rastreadores del radar, fue el momento del equipo de recuperación del helicóptero OSIRIS- REx. En solo 20 minutos, los expertos llegaron al lugar de aterrizaje.
“Un especialista en municiones de la Fuerza Aérea de Estados Unidos fue la primera persona en desembarcar de un helicóptero. Su tarea era identificar y limpiar el área alrededor de la cápsula de posibles municiones sobrantes del entrenamiento militar. También marcó un camino de aproximación seguro con pequeñas banderas para los miembros del equipo OSIRIS-REx que trabajarán con la cápsula y sus alrededores”, indicaron desde la agencia espacial.
Y continuaron: “La siguiente persona en acercarse a la cápsula fue un ingeniero de Lockheed Martin que inspeccionó el estado de la cápsula y midió los niveles de gas a su alrededor. Llevaba guantes resistentes al calor en caso de que la cápsula todavía estuviera caliente por su interacción con la atmósfera, y una máscara de gas en caso de que la batería de la cápsula estuviera dañada y liberara gases nocivos como el dióxido de azufre”.
Pero eso no fue todo, ya que “para proteger la muestra de una posible contaminación, el ingeniero de Lockheed colocó cubiertas sobre los respiraderos de la cápsula, que están diseñados para dejar entrar aire, a través de un filtro, para ajustar la presión dentro de la cápsula mientras viaja hacia y desde el espacio a través de la atmósfera terrestre. También cubrió el recipiente donde se guardaban los paracaídas (ambos paracaídas se separaron de la cápsula, como estaba previsto)”.
“Con la muestra asegurada y el área alrededor de la cápsula de muestra considerada segura, el equipo OSIRIS-REx de la NASA completó el proceso de recuperación detallado y altamente coordinado (que han practicado muchas veces durante el año pasado)”, relataron desde la NASA.
Es que, tras dar estos primeros pasos, colocaron la cápsula de 100 libras (45.3592 kilogramos) en una base de metal y la envolvieron en varias láminas de teflón y luego en una lona. “Luego, el equipo envolvió la caja en un arnés y la aseguró a un extremo de un cable de 100 pies que colgaba de un helicóptero”, el cual con una larga línea llevó a la cápsula a una sala limpia temporal en la base de Utah.
“En la sala limpia, será desmontado y empaquetado en piezas para su transporte el lunes al Centro Espacial Johnson de la NASA en Houston, su sede permanente”, adelantaron desde la agencia espacial. Mientras que, en el lugar de aterrizaje, permanecieron 3 científicos de la NASA y la Universidad de Arizona, junto con un especialista en seguridad militar y un piloto de helicóptero, para recolectar “muestras de suelo y aire del área para catalogar todo a lo que podría haber estado expuesta la cápsula”.
“Si de alguna manera el aire o el suelo llegó al recipiente de muestra dentro de la cápsula, los científicos deberán tener en cuenta esos contaminantes cuando analicen la composición química del polvo de Bennu”, explicaron los especialistas. Al tiempo que resaltaron que “el objetivo de una misión fue buscar moléculas que puedan haber sido importantes para el origen de la vida en la Tierra (o posiblemente en otras partes del sistema solar)”.
La razón de este comportamiento es que “muchos de estos compuestos abundan en el medio ambiente de la Tierra. Por tanto, para preservar la ciencia y distinguir más fácilmente entre las moléculas de la Tierra y las del espacio, es imperativo proteger la muestra de la contaminación ambiental”.
En tanto, a las 12:37 am EDT (NdeR: 1.37pm horario argentino y 4:37 pm UTC), “un helicóptero colocó suavemente la cápsula de muestra OSIRIS-REx de la NASA, unida al extremo de un cable de 100 pies, en el suelo afuera de un hangar en el Centro de Pruebas y Pruebas de Utah del Departamento de Defensa”.
Allí, dos técnicos en tierra ayudaron a guiar la cápsula hacia abajo. Tras tocar nuevamente tierra, “el equipo de la sala limpia retiró la cápsula de su soporte de transporte metálico, la cargaron en un carro y la llevaron al hangar donde se había instalado la sala. En el hangar, la cápsula se desenvolvió por completo y se limpió, para luego ser desmontada en la sala limpia”.
“Para proteger la sala limpia de contaminantes, solo se permite el acceso a seis personas. Cubiertos de pies a cabeza con trajes completos, capuchas, guantes de nitrilo, cubrezapatos, además de cobertores para el cabello y la barba, su trabajo consiste en desmontar la cápsula y retirar el recipiente de muestra sin abrir del interior. Empaquetarán todas las piezas para transportarlas en avión al Centro Espacial Johnson de la NASA en Houston, el lunes por la mañana”, relataron desde la agencia espacial norteamericana.
Según relataron, “tan pronto como el equipo de desmontaje abra la cápsula y retire varios componentes, dejando al descubierto el recipiente de muestra sin abrir, el plan es conectar el recipiente a un flujo continuo de nitrógeno, que será monitoreado cada hora. El cual protegerá la muestra de Bennu del oxígeno, la humedad y otros contaminantes”, relataron. Al tiempo que advirtieron que si se encuentran “partículas de asteroides sueltas dentro de la cápsula, se recogerán y se colocarán en vasos de aluminio para ser transferidas a Johnson”.
La importancia de las muestras
Lo cierto es que los científicos están muy entusiasmados por estudiar estas muestras, ya que creen que Bennu es un remanente del sistema solar primitivo y, por lo tanto, su materia podría arrojar luz sobre cómo se formaron los planetas de nuestro sistema solar. Potencialmente, estas muestras pueden incluso revelar los componentes básicos que llevaron a la vida en la Tierra. Sin embargo, no hay ninguna razón para sugerir que haya algo biológico en Bennu.
En concreto, Bennu es un objeto pequeño, oscuro y con una superficie muy seca y muy caliente. Esto significa que no hay evidencia de que haya flujo de agua en el asteroide, por lo que no es el tipo de objeto que se espera sea propicio para sustentar la vida, dicen los científicos. Pero el valor de la muestra radica en que no está contaminada por otras sustancias, lo que podría proporcionar información previamente desconocida.
A menudo, los meteoritos contienen información útil para los científicos pero, al llegar a la Tierra, esta ya se ha visto alterada. Ahora, si todo transcurre según lo previsto, el lunes, un avión transportará la cápsula a Houston, donde se encuentra el Centro Espacial Johnson de la NASA, y allí los científicos podrán comenzar a examinar las muestras.
Incluso, estas observaciones pueden resultar útiles a finales del próximo siglo, ya que se espera que Bennu se acerque peligrosamente a la Tierra en 2182, posiblemente lo suficiente como para chocar. Según Lauretta, los datos obtenidos por Osiris-Rex ayudarán a desviar el asteroide.